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Alvaro Reizabal Abogado

Placidez, publicidad y síndrome de Bartolín

Mayor Oreja niega que en «su» tierra vasca hubiera persecuciones y dice que fue una situación de extraordinaria placidez. Lo malo es que en alto sólo lo dice él, pero es lo que piensan todos los de su parroquia. Y ejercen.

Aunque ya han pasado unos cuantos años, me viene a la memoria un episodio de mayo del 98, que nada tiene que ver con el del 68, el Mayo francés. Me refiero a aquel concejal del Partido Popular en el ayuntamiento de La Carolina (Jaén) que denunció haber sido secuestrado en su pueblo por militantes armados de ETA que, en un rocambolesco viaje en taxi y dos diferentes trenes, le habían trasladado hasta Irun, donde logró zafarse de sus captores y denunciar todo ante la Policía Municipal. Mientras, según decían, en su pueblo organizaban un pleno extraordinario y contrataban autobuses para acompañarle. La noticia sorprendió a sus compañeros del PP en el Consistorio, pues desempeñaba su función de concejal a entera satisfacción. Bartolín acabó siendo condenado por la Audiencia Provincial de Gipuzkoa por simulación de su propio secuestro y, al conocer la noticia, y en una demostración más de su habilidad para zafarse, se disfrazó de azafata. No, no fue en señal de protesta, sino para ensalzar con su presencia un festival benéfico a favor de las víctimas de no se qué terremoto. Su caso se conoce desde entonces como el «Síndrome de Bartolín».

Estos días ha saltado a la palestra una noticia que me ha recordado el caso del popular edil jienense. Me refiero a lo que en principio fue calificado de atentado y ahora se dice que se trata de algo relativo a la situación sentimental del receptor del disparo, un sargento del Ejército español en misión humanitaria en los cuarteles de Loiola. ¿Por qué se llama sentimental a lo que habitualmente suele calificarse de crimen pasional? ¿ Estaremos ante un nuevo caso, agravado por el uso de arma, del síndrome de Bartolín? De momento todo está bastante oscuro.

En cambio, hay cosas que están claras, y así, dice Zapatero que tiene claro como el agua que Ibarretxe no puede, ni debe, ni va a convocar su consulta, tenga o no carácter vinculante. ¿Habrán pactado ya algún apañico para salir del atolladero?

Más claro aún está quién es Jaime Mayor Oreja, que a estas alturas sigue negándose a condenar el franquismo. No sólo no lo condena, sino que lo ensalza diciendo que fue mejor que la guerra (¡!), que no es cierto que en «su» tierra vasca hubiera persecuciones y que fue una situación de extraordinaria placidez. Si esto no es apología del terrorismo, ya me contarán. Lo malo del asunto es que en alto sólo lo dice él, pero es lo que piensan todos los de su parroquia. Y ejercen.

Está claro también que el encarcelamiento de toda la dirección de un partido político es un suceso extraordinariamente grave en cualquier país que se pretenda democrático. Por ello resultan indignantes las declaraciones de Madrazo, que ante tamaño despropósito no se le ocurre otra cosa que decir que la operación beneficia a la izquierda abertzale porque favorece su victimismo ¿Sería bueno para Izquierda Unida que encarcelaran a toda su dirección? Pues eso.

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