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Bhutto acusa a los servicios secretos y a ciertos militares del atentado

Pese a las amenazas de los talibán y al Qaeda, Benazir Bhutto acusó a los servicios de inteligencia de Pakistán y, en concreto, a ex mandatarios del régimen del general golpista Mohamad Zia ul-Haq de estar detrás del atentado en su contra, que costó la vida a más de 130 personas. «Sé exactamente quiénes han sido», afirmó. En 1977, el entonces jefe del Estado Mayor del Ejército, ul-Haq derrocó al padre de Bhutto.

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La ex primera ministra paquistaní y líder del principal partido de la oposición Benazir Bhutto no llevaba ni un día en el país cuando dos explosiones provocaron un baño de sangre entre la multitud de simpatizantes que le acompañaba en su peregrinaje desde el aeropuerto de Karachi hasta el mausoleo del padre fundador de Pakistán, Muhamad Ali Jinah.

El jefe de la Policía de Karachi, Azhar Farooqi, explicó que la primera explosión fue causada por una granada de mano y la segunda por un kamikaze que se dirigía hacia Bhutto. Aunque la camioneta blindada en la que viajaba se vio afectada por las dos explosiones consecutivas, escapó ilesa del atentado.

No obstante, aún no está claro cuál fue la secuencia exacta de los hechos. El oficial de Policía Manzoor Mughal indicó a Reuters que el kamikaze llevaba entre 15 y 20 kilos de explosivo.

Pese a las amenazas de milicianos islamistas considerados próximos a los talibán y al Qaeda, la ex primera ministra acusó a ex dirigentes del régimen militar del general Zia ul-Haq (1977-1988) y a ciertos sectores del Ejército de estar implicados en el ataque en su contra.

En julio de 1977, ul-Haq -entonces jefe del Estado Mayor del Ejército- derrocó al padre de Bhutto, Zulfiqar Ali, e impuso la ley marcial. Ella fue detenida y puesta bajo arresto domiciliario. Dos años más tarde, Ali Bhutto fue ahorcado bajo la acusación de «conspiración».

En marzo de 1984, autorizó a Benazir Bhutto a dejar el país, exiliándose en Londres.

«Sé exactamente quiénes me quieren matar. Son los mandatarios del ex régimen de ul-Haq, que hoy están detrás del extremismo y el fanatismo», afirmó en declaraciones al semanario francés «Paris Match».

«Nombraría a tres personas»

Horas después, en una multitudinaria rueda de prensa celebrada en su residencia de Karachi, Bhutto aseguró que «hay otros ataques planeados contra mí y confío en que el Gobierno hará todo lo posible para que no se materialicen».

Si bien matizó que no culpa directamente al Ejecutivo, insistió en que «sabía que iba a haber un atentado». Por tal motivo, según reveló, envió una carta al presidente Pervez Musharraf en la que le hacía partícipe de este peligro y le daba los nombres de tres personas a las que se debería investigar en caso de que a ella le pasara algo.

«Dejé claro que si me atacaban no acusaría a los talibán o a al Qaeda, sino que nombraría a las tres personas, puesto que sé bastante bien quiénes son mis enemigos en el Ejército y los servicios de inteligencia. No culpo al Gobierno, sino a ciertos individuos que son miembros de una facción política y abusan de su posición», reiteró.

En esa línea, añadió que «un país musulmán amigo» le advirtió sobre posibles ataques por parte de cuatro grupos; los talibán de Afganistán, de Pakistán, grupos vinculados a al Qaeda y «un cuarto de Karachi».

Detalló que antes de las explosiones, su vehículo blindado fue tiroteado. «Los agujeros de bala se pueden ver en el parabrisas», manifestó. Bhutto pidió también que se investigue por qué las luces del recorrido estaban apagadas y sugirió que las fuerzas de seguridad hubieran podido detectar a los kamikaze si en el momento del atentado las calles hubieran estado iluminadas.

«Para mí, no se trata de un ataque individual, es un ataque contra lo que yo represento, contra la democracia y contra cualquier unidad e integridad de Pakistán», subrayó.

Pese a lo ocurrido, dijo estar preparada para arriesgar su vida y dejó claro que no tiene intención de irse. «Quiero salvar a Pakistán», declaró.

Agradeció además el «sacrificio» de los agentes fallecidos y el de «los activistas que dieron la vida por el partido».

El senador del PPP (Partido Popular de Pakistán), Safdar Abbassi, resaltó «la determinación» de la ex mandataria que «no piensa en irse. Nuestro combate por la democracia va a continuar y participaremos en las elecciones» legislativas.

Petición de Musharraf

Desde Dubai, el esposo de Bhutto, Asif Ali Zardari, también responsabilizó a los servicios secretos. En declaraciones a la cadena Geo TV, dijo tener «pruebas documentales» de la implicación de la inteligencia paquistaní. Consideró que «si los agresores suicidas hubieran sido yihadistas, hubieran atacado a personalidades del Gobierno y no al principal partido de la oposición». Ali Zardari reclamó la inmediata destitución del director general de la Oficina de Inteligencia, Ejaz Hussain Shah.

Musharraf pidió que «no se comience a acusar a unos y otros», al tiempo que prometió una investigación minuciosa. En conversación telefónica con Bhutto, alabó la «devoción hacia el deber y el sacrificio de las decenas de oficiales que perdieron la vida o resultaron heridos en el trágico suceso».

Ambos coincidieron en la necesidad «de que toda la nación se una para librar al país de la amenaza de los ataques suicidas, el terrorismo y el extremismo». Reiteraron su «inquebrantable resolución a combatir el azote del extremismo y el terrorismo». De hecho, a su regreso tras ocho años de exilio autoimpuesto, la «niña querida» de Washington cuando era primera ministra, reafirmó su deseo de «aislar a los extremistas».

Su vuelta a Pakistán se produce en virtud de un acuerdo alcanzado con Musharraf para un eventual reparto de poder tras las elecciones de enero. No obstante, el presidente está pendiente de la resolución de la Corte Suprema sobre la validez de su candidatura. Este tribunal también tiene en sus manos el recurso contra la concesión de la amnistía a Bhutto. A su favor, tienen el respaldo de EEUU.

«El atentado de Karachi es una afrenta terrible para el Gobierno porque tiene como objetivo desestabilizar al presidente Musharraf», destacó un responsable de los servicios «antiterroristas» del Ejército.

Una ciudad desértica

El del jueves, es uno de los mayores atentados en los últimos años. Un balance muy provisional arrojó 139 muertos y más de 400 heridos, muchos de ellos en estado crítico. El médico Seemi Jamali, del hospital Jinnah de Karachi, aseguró que la cifra de muertos aumentará conforme pasen las horas.

Esta megalópolis de 12 millones de habitantes presentaba ayer un aspecto desértico con las escuelas y comercios cerrados. El Gobierno de la provincia de Sind, cuya capital es Karachi, no decretó luto oficial, simplemente ordenó el cierre de todas instituciones educativas. La población respetó un duelo oficioso de tres horas. Los cadáveres, envueltos en sábanas blancas, se apilaban en las morgues de los hospitales a la espera de que sus familiares los reconocieran. Muchas de las víctimas procedían de regiones lejanas de Pakistán.

Condenas de la UE, la ONU y la OTAN

La Unión Europea subrayó que estas acciones «amenazan con poner gravemente en cuestión el proceso electoral» y exhortó a las autoridades paquistaníes y a todas las fuerzas políticas a «desplegar todos sus esfuerzos para asegurar que las próximas elecciones sean preparadas y se celebren en un clima propicio a la libre expresión de la voluntad de los electores».

El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, condenó «enérgicamente» el atentado y expresó su «confianza en que todas las fuerzas políticas paquistaníes actúen juntas para fortalecer la unidad nacional».

La OTAN también se sumó a las condenas. Su secretario general, Jaap de Hoop Scheffer, remarcó que «el pueblo de Pakistán tiene derecho decidir democráticamente sobre su futuro y sobre quién le ha de gobernar. Este derecho no debe serle negado por terroristas que quieren destruirlo y eso es importante para la OTAN».

Si bien algunos apuntan a las tribus tribales como autores del atentado, ayer uno de sus líderes rechazó cualquier implicación. Essa Khan, colaborador próximo de Baitullah Mehsud, jefe de una tribu Waziristan Sur, aseguró en una llamada telefónica a un periódico de Peshawar que «los talibán paquistaníes no creen en el asesinato de civiles inocentes y, por lo demás, de momento no tienen nada contra ella». «Baitullah ha desmentido, incluso, que hubiera emitido un comunicado amenazando a Bhutto con darle la bienvenida con un atentado kamikaze», subrayó Khan. GARA

Desde el asalto a la Mezquita Roja en julio han muerto 400 personas

El de Karachi es uno de los atentados kamikazes más sangrientos de la historia reciente de Pakistán y el vigésimo de una serie de ataques sin precedentes desde el asalto a la Mezquita Roja de Islamabad el 10 y 11 de julio. En estos tres meses y medio, 400 personas han muerto en Pakistán.

El 12 de julio, justo al día siguiente del asalto, un kamikaze explosionó el vehículo que conducía matando a cinco personas en Swat. Ese mismo día, otro ataque contra una oficina gubernamental en Miranshah, ciudad principal del distrito de Waziristan Norte, en pleno corazón de las zonas tribales, mató a tres personas.

El 14 de julio, 30 militares murieron en un atentado contra su convoy en Waziristan Norte. Tan sólo un día después, 21 personas, entre ellas 17 militares, fallecieron en Swat cuando su convoy fue atacado por dos kamikazes que iban en sendos vehículos. Otras 26 perecieron en otro atentado contra un centro de reclutamiento de policías en Dera.

El 17 de julio, casi una veintena de civiles murieron antes del inicio de un acto público del presidente de la Corte Suprema, Iftikhar Chaudhry. El 19 de julio, tres atentados suicidas causaron un centenar de muertos en el sur y noroeste del país.

Además, el 27 de julio, 15 personas murieron en un atentado contra un contigente policial cerca de la Mezquita Roja. En agosto, se registraron cuatro atentados en el distrito de Swat, en Waziristan Norte y en Hangu contra militares y policías.

El 4 de setiembre, hubo dos atentados suicidas casi simultáneos contra un autobús militar. El 1 de octubre, un kamikaze hizo estallar en un control policial la bomba que llevaba. GARA

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