Copa del Mundo
Ni las casas de apuestas inglesas confían en su XV
Sudáfrica, con el 36-0 de la primera fase como precedente, parte como favorita en la final ante Inglaterra
Imanol INTZIARTE | DONOSTIA
Sudáfrica e Inglaterra buscan esta noche en París (21.00) su segundo título mundial. Los springboks alzaron la copa Webb Ellis en 1995, actuando como anfitriones y en su primera participación, después de estar excluidos en las anteriores ediciones debido a su régimen racista. El XV de La Rosa defiende el entorchado logrado en 2003, cuando se impuso a Australia en Sidney.
Si se trata de marcar un pronóstico, todo apunta a una victoria africana. Lo dicen las casas de apuestas inglesas, que marcan un 16/1. Es decir, por cada libra jugada en favor de Inglaterra, se pagarán dieciséis si el triunfo cae de su lado. El corazón por un lado, la cartera por otro.
A decir verdad, estas predicciones tienen una base sólida. Concretamente, el 36-0 que los sudafricanos les endosaron a los ingleses el pasado 14 de setiembre en partido correspondiente a la primera fase de este torneo. Ese día, Inglaterra fue un juguete roto cuya defensa fue atravesada una y otra vez por el ataque verde. En la previa de la final, unos y otros han insistido en que ese choque es historia y que no sirve como referenciapara la gran final de hoy.
Inglaterra está completando un torneo de menos a más. Consciente de que carece de un ataque fluido, ha blindado su defensa hasta conseguir que sus partidos se decidan mediante el acierto con el pie, donde tienen a Jonny Wilkinson, capaz de anotar desde cualquier punto del campo rival. 12-10 contra Australia en cuartos y 14-9 contra Francia en semifinales. Marcadores cortos en los que Wilko marca la diferencia.
Si el electrónico comienza a abultarse bajarán sus opciones. Sudáfrica, amén de tener también pateadores de lujo -Montgomery como primera baza, secundado por Steyn-, cuenta con una línea de tres cuartos -con dos estiletes como Pietersen y, sobre todo, Habana- capaz de convertir en ensayo cualquier error rival. Bien lo saben Fidji y Argentina, que encajaron 37 puntos cada una en cuartos y semifinales, respectivamente.
A pesar de todo, buena parte de la resolución estará en el trabajo menos vistoso de ambas delanteras. Son ellas las que hacen el «trabajo sucio» para conseguir la posesión del balón y arrancar faltas. Cada choque echará chispas.
Argentina apabulló a Francia en el choque por el tercer puesto y cerró con el bronce su paso por un torneo en el que ha sido la gran y grata revelación. Francia comenzó dominando el choque. En su despedida como técnico de la selección del Gallo, Bernard Laporte cambió radicalmente su XV inicial y también el estilo. Menos patadas y más juego a la mano. Ello les valió para acercarse en varias ocasiones a la línea de marca sudamericana. Pero todo el rédito obtenido se redujo a un golpe de castigo anotado por Elissalde. Por el contrario, los Pumas sacaron gran rendimiento a sus escasas apariciones en la 22 rival y anotaron dos ensayos por mediación de Felipe Contepomi y Omar Hassan. A la media hora de juego, el marcador reflejaba un contundente 3-17. La recta final de la primera parte fue un constante rifirrafe donde hubo más que palabras y el árbitro tuvo que echar mano de toda su experiencia para tratar de poner paz, llegando a sacar amarillas al local Ibáñez y al visitante Álvarez. Francia percutía y percutía para recortar, pero los argentinos defendían como si les fuera la vida en ello y lograron llegar al descanso catorce arriba. El conjunto local regresó al verde conjurado para remontar, pero fue un quiero y no puedo apuntillado por un ensayo de Aranburu tras gran jugada de Corletto (3-22, min. 53). Restaba media hora de calvario francés, tanto que Corletto se permitió el lujo de ensayar en inferioridad numérica. Poitreneaud apoyó para salvar la honrrilla local, pero Felipe Contepomi quiso decir la última palabra para sellar un rotundo 10-34.
Imanol INTZIARTE