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Mamíferos salvajes a las puertas de la ciudad

Los mamíferos salvajes son bastante esquivos, pero cada vez es más fácil verlos, o al menos sus huellas, a las puertas de nuestras ciudades. Zorros, tejones, nutrias, visones europeos, garduñas, jinetas, conejos, liebres, ardillas, jabalíes e incluso corzos viven en los alrededores de Iruñea y Gasteiz. Algunos tienen en Euskal Herria sus últimos refugios.

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Iñaki VIGOR

He visto un corzo cuando bajaba de San Cristóbal!», comenta con cierto alborozo un joven que había subido al monte Ezkaba haciendo footing. Hasta hace unos cuantos años, la visión de este animal a las puertas de Antsoain e Iruñea hubiera sido todo un acontecimiento, pero hoy en día ya no resulta tan extraño. Al igual que otros ungulados (animales con pezuñas), como el ciervo o el jabalí, el corzo se está expandiendo por amplias zonas de Euskal Herria. En ocasiones, más que su visión lo que le delata es el sonido que emite, similar al ladrido de un perro.

La explicación a esta expansión es que en los últimos años el bosque está ganando terreno, al menos en Nafarroa, y su estructura está cambiando bastante con respecto a hace unas décadas, cuando muchos habitantes de los pueblos pasaban buena parte del año en el monte y en los pastizales, cuidando el ganado y realizado labores hoy olvidadas.

«En aquella época no tan lejana los bosques que hoy en día vemos cerrados por arbustos y matorrales eran como las dehesas que hay ahora en Extremadura. Aquí había muchos bosques adehesados, bastante más limpios que ahora, en los que pastaban vacas, caballos, cerdos... También había mucha más gente trabajando en el monte y el bosque estaba más limpio porque había muchísima más necesidad. Todo lo que ahora encontramos en el supermercado, la gente lo tenía que cultivar, pastorear o cazar», recuerda Iosu Alfaro, técnico de Basartea. Esta empresa se dedica a la divulgación, educación ambiental y ordenación del territorio, y asesora a ayuntamientos en cuestión de subvenciones en temas forestales y ganaderos. Entre otras cosas, Iosu Alfaro se ha especializado en seguir huellas y rastros de animales. Como ocurrió con tantos miles de aficionados a la naturaleza, el chispazo que prendió en él esta afición fueron los documentales de Rodríguez de la Fuente. Primero comenzó a observar aves aquí y allí junto a otras personas de Iruñea, y más tarde mamíferos, en los que ya es un auténtico experto. De hecho, el pasado año dio una charla, la primera en Iruñea sobre este tema, sobre cómo seguir los rastros de mamíferos salvajes en los alrededores de la ciudad.

Acostumbrado a ver mamíferos salvajes incluso dentro de Iruñea, a Alfaro no le extraña la presencia de corzos y jabalíes en el monte Ezkaba, a pesar de que estos ungulados llegaron a desaparecer de la mayor parte de Nafarroa. También los ciervos desaparecieron en su totalidad y hubieron de ser reintroducidos en los años 50, pero su presencia está limitada a los grandes bosques de Irati, Quinto Real, Zaraitzu y Erronkari.

En el caso de corzos y jabalíes, el proceso está revirtiendo ahora en casi todo Nafarroa, al igual que en otros herrialdes vascos. «La gente se ha ido a vivir a las ciudades y los bosques se están cerrando cada vez más. Ahora ya no se elabora carbón, que antes era algo muy importante. El carbón -recuerda- obligaba a los vecinos a explotar el bosque con una intensidad que ahora ya no se da, porque utilizamos otros combustibles fósiles para la calefacción, como el petróleo o el gas. En muchos pueblos la gente tiene estufa de leña, pero la mayor parte de la casa se calienta con petróleo».

Zorros y tejones

Sin duda, uno de los mamíferos más fáciles de ver en las cercanías de pueblos y ciudades es el zorro, como lo han podido comprobar paseantes habituales en el monte Ezkaba, e incluso ciclistas, porque estos animales no tienen reparo en posarse en medio de la carretera hasta que la bici está a pocos metros. Luego, desaparecen en la espesura.

«Los zorros también suelen andar en las zonas de cultivo próximas a la ciudad. Si no viven allí mismo, es fácil que transiten por allí de noche, porque muchos de esos campos pertenecen a sus zonas de trampeo. El zorro es un animal generalista, está en todas partes. Le gusta cualquier tipo de hábitat y puede vivir en cualquier paisaje. Incluso puede que su presencia sea más abundante en las zonas periurbanas que en los bosques, porque cerca de las ciudades -apunta este experto- suele haber vertederos y ahí es donde muchos animales encuentran alimento. Los animales aprovechan lo que les da el entorno, y esos vertederos próximos a las ciudades son una fuente de alimentación para los zorros, pero también para otros mamíferos como el tejón».

También llamado tajudo o azkonarra, el tejón busca normalmente su alimento haciendo agujeros para atrapar lombrices y topillos, e incluso se enfrenta a las temibles avispas para quitarles el fruto de su trabajo. «El tejón es muy aficionado a comer los avisperos, los panales que entierran las avispas. Es bastante frecuente encontrar trozos de panales entre la tierra removida de las bocas de los agujeros», según ha comprobado el propio Iosu Alfaro en los numerosos seguimientos que hace de estas especies.

Gracias a su denso pelaje, el tejón se muestra prácticamente indiferente a las picaduras de las avispas y sus fuertes garras le permiten excavar la tierra con facilidad. Este animal deja una huella muy curiosa, similar a la de un oso pequeño, con una planta de pie bastante ancha y marcando normalmente los cuatro dedos. Su abundante presencia en Iruñerria ha quedado reflejada en el pueblo de Tajonar (Taxoare), nombre que significa «abundancia de tejones».

Vuelven las nutrias

Hace pocos meses saltó a la prensa la noticia de que se habían visto nutrias en Iruñerria, concretamente por la zona de Uharte, aguas arriba de la capital. El regreso de este animal casi mítico ha sido acogido con alegría por las organizaciones ecologistas y amantes de la naturaleza. En los últimos años su presencia estaba asociada a los tramos menos accesibles de los ríos de aguas limpias de Nafarroa, como el Urederra y el Irati, donde se habían refugiado los últimos ejemplares. Ahora se ha recuperado muchísimo y, aunque todavía está en peligro de extinción y sigue siendo una de las especies amenazadas del herrialde, ha recolonizado numerosos tramos de ríos que llevaban varias décadas sin conocer su presencia.

Curiosamente, a los ríos de Iruñerria no ha llegado ni del Urederra ni del Irati, sino que la mayor población procede del eje del Ebro. «Para muchos animales los ríos funcionan normalmente como las carreteras para nosotros -pone como ejemplo ilustrativo el técnico de Basartea-. Los bosques que sobreviven en Iruñerria están en las laderas o en las cimas de los montes, en los lugares más abruptos y dificultosos para el cultivo. Pero también hay bosques en los fondos de valle, junto a los campos de cereal, flanqueando ríos, barrancos y regatas. Si los ríos son como carreteras para los animales, un río tan grande como el Ebro funciona como una autopista. Ahí se refugiaron las nutrias y ahora está sirviendo como eje del movimiento de reconquista de estos animales. Hoy en día las nutrias se pueden ver incluso en tramos de aguas bastante contaminadas o con vegetación no tan exhuberante como antes se pensaba que necesitaban para su supervivencia».

Lo que diferencia a la nutria del zorro o del tejón es que, mientras estas dos últimas especies son generalistas u oportunistas en cuanto a su dieta y hábitat, la nutria es un especialista. De hecho, un elevado porcentaje de su alimento lo encuentra en los cursos de agua, en forma de peces o cangrejos, pero para ello necesita ir a por ellos. Su voracidad está en consonancia con su tamaño, ya que es un animal bastante grande y puede llegar a alcanzar los diez kilos.

A pesar de que su presencia es cada vez mayor, las posibilidades de ver una nutria son más bien pequeñas. Es un animal esquivo y de hábitats nocturnos. Por eso, quien vaya tras ella tendrá que conformarse, seguramente, con contemplar sus rastros.

«La tarjeta de presentación de una nutria, la forma de decir que ese territorio o tramo de río le pertenece, es dejar sus excrementos en las piedras más llamativas de las orillas. Normalmente, si en un tramo hay mucha vegetación y hay una piedra aislada, o una gran piedra, ése es el sitio donde las nutrias van a dejar sus excrementos. Ése es el título de propiedad», resume Alfaro. Él mismo ha podido comprobar en estas «tarjetas de presentación» el tipo de dieta de las nutrias, ya que abundan las escamas de peces, espinas, trozos de cáscaras de los cangrejos y, más raramente, huesos de frutos y plumas de aves.

Garduñas, jinetas, ardillas, lirones...

En el cinturón que rodea al núcleo urbano de Iruñea pueden verse, con mayor o menor frecuencia, otros muchos mamíferos típicos de los bosques y cultivos existentes alrededor de la ciudad. Entre ellos se encuentran el conejo y la liebre, que son bastante fáciles de ver a escasa distancia de la capital navarra e incluso en terrenos semiurbanos. Más difíciles de localizar son la garduña, que es un carnívoro muy típico, la jineta o el lirón careto. Éste es un pequeño roedor semi-arborícola al que le gusta andar por las ramas, pero que muchas veces se mete en corrales, bordas abandonadas y desvanes de casas de pueblo. El lirón careto suele tener una época de invernada, mientras que las otras especies se las apañan como pueden cuando llega la crudeza del invierno.

Otro mamífero muy simpático que vive cerca de nosotros es la ardilla. Hace unos años se realizó una suelta de ejemplares en el parque de la Taconera, en Iruñea, pero la reintroducción no tuvo éxito y acabaron desapareciendo. No obstante, con un poco de paciencia resulta bastante fácil verlas saltar de rama en rama en los bosques de coníferas del monte Ezkaba o pasearse, inquietas y curiosas, por pistas de la sierra de Tajonar.

Otros mamíferos muy abundantes en las urbes son los murciélagos, pero son bastante discretos y no dejan muchos rastros en el suelo. Se suelen ver en árboles viejos, donde dejan las marcas de sus orines, y también en jardines y parques fluviales.

Al margen de los murciélagos, todos los demás mamíferos rara vez se introducen entre las viviendas de la ciudad, pero hay uno que sí lo hace, y además de forma masiva. Se trata de las ratas, sin duda el roedor más asociado históricamente con el ser humano. Hoy en día se encuentran distribuidas por todo el mundo, pero en realidad es una especie que procede de Asia. Históricamente, su área de distribución era bastante reducida. Al asociarse con el ecosistema creado por los humanos que es la ciudad, se ha extendido por todos los continentes viajando como polizones en los barcos.

«Las ratas son los animales que mejor se han aprovechado del ecosistema urbano. Se han adaptado muy bien y pueden convivir con el ser humano, aunque el efecto que esta convivencia ha tenido sobre nosotros ha sido muy fuerte», comenta Iosu Alfaro, que pone como ejemplo las grandes pestes propagadas por estos prolíficos mamíferos a lo largo de la Edad Media.

 

El visón europeo, la joya de la corona

Si de algún mamífero salvaje puede estar orgullosa Iruñea, y también Gasteiz, es del visón europeo, la auténtica joya de la corona de nuestra fauna. Al igual que la nutria, se trata de un animal asociado a los cauces de agua y a la vegetación de las riberas, pero su situación es mucho más delicada. Este carnívoro semiacuático, muy ligado a las orillas de ríos, embalses y lagunas, ha desaparecido en más de veinte países europeos y ha perdido el 80% de su área de distribución mundial. Tiene el pelaje oscuro en todo el cuerpo, salvo en los labios superiores e inferiores. Este último rasgo sirve para distinguirlo del visón americano, una especie invasora con la que compite.

La gran esperanza para el visón europeo está en Euskal Herria. Dentro de la Península Ibérica sólo puede encontrarse en zonas de Araba, Bizkaia, Gipuzkoa y Nafarroa, aunque también perviven pequeñas poblaciones en Soria y La Rioja. «En Nafarroa se encuentra más del 70% de la población ibérica del visón europeo, lo que significa -remarca Iosu Alfaro- que nuestra responsabilidad en la conservación de esta especie es muy grande».

Aunque parezca mentira, esta especie tan amenazada a nivel mundial vive en Iruñea, o al menos utiliza sus ríos como lugares de paso. De hecho, en ocasiones han sido encontrados visones europeos atropellados en Etxabakoitz, cerca de la confluencia de los ríos Sadar y Elortz. «Desgraciadamente, muchas veces la única forma de saber si viven o no determinados animales en una zona es por medio de los atropellos que sufren en las carreteras. Estos atropellos han revelado que hay presencia del visón europeo en los ríos de la capital navarra, y no sólo en el Arga. Mucha gente no sospecharía que una especie en peligro de extinción a nivel mundial vive al lado de nuestras casas».

Al igual que la nutria, el visón europeo ha sido perseguido históricamente por su piel. Hasta no hace muchos años, en Euskal Herria había incluso personas que vivían profesionalmente dedicadas a la captura de estos animales. Eran los llamados alimañeros o peleteros. No obstante, este experto aclara que las causas que han llevado a esta crítica situación han sido más complejos. Normalmente, se baraja el deterioro de su hábitat, de los bosques y ríos en que se mueve, ya que en las últimas décadas las aguas han estado muy contaminadas y la vegetación de ribera ha sido más escasa porque ha estado muy castigada por todos los usos humanos. Muchas masas arbóreas ligadas a los cursos fluviales han quedado limitadas al máximo o incluso han desaparecido, convirtiendo los ríos en canales sin vegetación. «En el caso del visón europeo no se sabe a ciencia cierta la causa o causas que le han llevado a su delicada situación. El estado de su hábitat es muy importante para todos los animales, pero para el visón parece que ha podido ser clave. Ahora los ríos se están recuperando mediante depuradoras y la protección de sus riberas, y esto se está notando positivamente en los animales que los habitan», explica Alfaro.

Este técnico de Basartea está llevando a cabo un amplio trabajo para el Gobierno de Nafarroa, consistente en realizar trampeos y radioseguimiento. En la pasada primavera fueron marcados quince animales mediante emisores, lo que permite hacerles un seguimiento preciso con la ayuda de antenas. En 2004 se localizaron las zonas de mayor densidad de población del visón europeo, y en la actualidad se está gestionando su hábitat para recrear las condiciones óptimas que tienen, conservar las poblaciones naturales y aumentar su presencia.

Por sus huellas los conoceréis

Los animales silvestres suelen ser bastante esquivos y su localización no suele resultar sencilla. En el caso de las aves que comparten la ciudad con los humanos, como cernícalos, autillos, gorriones, estorninos, urracas... su avistamiento, incluso en lugares muy urbanizados, no es tan difícil. Sin embargo, la cosa se complica con los mamíferos que tienen hábitos nocturnos. «Además, normalmente modifican sus hábitos en función de los nuestros, es decir, nos llevan la contraria. En sitios remotos, los mamíferos se hacen diurnos cuando ven que la zona es tranquila, pero en los alrededores de la ciudad o en su interior ocurre todo lo contrario: son muy nocturnos y muy esquivos», según la experiencia de Iosu Alfaro.

Este amante de la naturaleza constata que las únicas experiencias que tienen muchísimas personas a la hora de ver fauna salvaje es «desde el sillón de casa o desde el sillón del coche, cuando iluminan con sus focos un zorro o un jabalí». En cambio, asegura que ver los rastros de estos animales es bastante accesible en cualquier paseo por los alrededores de la ciudad. «Y además es muy barato -añade-, porque con una guía podemos aprender cosas que parecen coto exclusivo de los indios de las películas; podemos saber qué animal ha dejado esas huellas en el camino, en la orilla del río, en un charco o en el borde de una laguna».

Cuando nieva resulta fácil reconocer estas huellas e incluso seguirlas, pero cuando no hay nieve hay que conocer algunos consejos que aporta este «indio» navarro: «Es muy útil acercarse a los ríos después de una crecida, cuando han subido mucho las aguas y han cubierto con lodo varios metros a ambos lados del cauce. Una vez pasada la riada, las aguas vuelven a bajar y ese lodo queda depositado como si fuese una película. Si hay animales por allí, resulta fácil y gratificante ver todos los rastros que deja en el barro. En verano suele ser más fácil ver sus huellas en el polvo que dejan en las pistas. Parece algo complicado, pero no lo es tanto».

También recomienda aprender a conocer primero las huellas de los mamíferos domésticos, como perros y gatos de compañía, y lo explica: «Aunque a primera vista a los amantes de la naturaleza les pueda parecer que no tienen mucho interés, sí nos van a servir a la hora de seguir los rastros. Por ejemplo, para distinguir las huellas del gato doméstico de las del gato montés, nos va a ayudar mucho el conocer cómo es la pisada del gato de nuestra casa, su forma y su tamaño. Los gatos no marcan las uñas, porque son retráctiles, al contrario que los perros, que las tienen siempre fuera. Conocer las huellas de nuestro perro nos va a servir además para distinguirlas de las que dejan los zorros».

También los excrementos

Además de las huellas, los excrementos de estos mamíferos salvajes aportan una amplia información sobre la especie de que se trata y sobre su dieta. En esta época otoñal suelen abundar frutos como el majuelo o el rosal silvestre, cuyas cáscaras y pepitas aparecen luego en los excrementos de tejones, garduñas y zorros. Al tratarse de animales generalistas, comen lo que tienen más a mano en cada época del año. En las zonas donde hay viñas también suelen ser habituales los excrementos que delatan la presencia de estas especies.

«El ser humano no es el único animal que se dedica a vendimiar. Otros muchos animales, y no sólo mamíferos, también se benefician de esta sabrosa cosecha», según ha podido comprobar el propio Iosu Alfaro en sus habituales salidas al campo. I.V.

«Si quitamos las zarzas, les quitamos su refugio»

Hoy en día la mayor parte de la población vive en ciudades. Se puede decir que la urbe es el hábitat de los humanos, pero no sólo de ellos. Otros muchos animales viven en árboles viejos, jardines, bosquetes, parques fluviales... y a muchas personas les suele agradar compartir estos espacios con aves o mamíferos silvestres y sentir que la ciudad no son sólo edificios y coches.

En ocasiones, tal vez sin ser conscientes de ello, los humanos destruimos los pequeños hábitats de estos animales, tal como constata el técnico de Basartea Iosu Alfaro: «Muchas veces, lo primero que hacen cuando ajardinan una zona es quitar la maleza, palabra que viene de malo. Desde el punto de vista del jardinero, las zarzas son lo malo. Sin embargo, cualquier animal busca en esas zarzas el lugar en el que refugiarse. Si nosotros le quitamos ese refugio, estamos quitando ese animal. Los árboles viejos, con huecos, ramas rotas y grietas son muy importantes, porque ahí se refugia muchísima fauna. En el caso del visón europeo, esta especie podrá seguir viviendo en Iruñea en la medida en que los ríos y las regatas mantengan su cobertura de zarzas y espinos».

Aunque Alfaro se refiere a la capital navarra, por ser la que mejor conoce, aclara que Gasteiz alberga una fauna muy similar, incluidos los visones europeos. En concreto, su presencia ha sido constatada en el humedal de Salburua. En cambio, el número de mamíferos salvajes en torno a otras capitales vascas es más reducido, en parte por tratarse de ciudades costeras, como Bilbo, Donostia y Baiona.

Otro aspecto muy importante para asegurar la presencia de fauna salvaje en un entorno urbano es proporcionarles lugares de descanso. Todos los mamíferos necesitan sitios en los que se sientan seguros para poder descansar tranquilamente, sitios en los que pasen desapercibidos o a los que los humanos no puedan acceder.

Así, zorros y tejones buscan zonas enmarañadas, de vegetación tupida y espinosa, como zarzales y espinos, al igual que zonas boscosas poco frecuentadas, sin caminos ni pistas. «Es ahí donde se encaman y tienen las madrigueras de cría. Aunque a veces nos sorprende que estos animales consiguen dormir en sitios insospechados, cerca de la presencia de los humanos. Eso sí, viven de noche y duermen de día», aclara este experto naturalista. I.V.

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