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Fede de los Ríos

La natural placidez de la familia Oreja

Mayor Oreja se niega a condenar el franquismo. La parroquia de los políticamente correctos se rasga las vestiduras. Pero, ¿por qué? ¿Qué hay de extraño en ello? A lo largo de toda la entrevista el del clan de los Oreja y antiguo estudiante de los Maristas enuncia una sola verdad: «¿Por qué voy a tener que condenar yo el franquismo si hubo muchas familias que lo vivieron con naturalidad y normalidad?» ¡Pues claro, queridos! Y una de las más contentas, los Oreja. Por fin existía en España un régimen que defendía el orden natural y normal donde los pobres estaban contentos de ser pobres pensando en el paraíso y los ricos, contentos de ser ricos sin más. No aquél régimen ateo y totalitario republicano, que incentivaba el odio entre las clases sociales y propugnaba la artificiosa igualdad. Dios no nos hizo iguales.

Aquel odio interclasista fue el que motivó que a Marcelino Oreja Elosegi, dirigente del Tradicionalismo español, destacado por su beligerancia contra las organizaciones obreras, obreros de UGT, en la revolución de octubre del 34, le pegaran cuatro tiros. Ocurrió en Arrasate. Cómo ha cambiado la cosa en «las izquierdas». Marcelino, Presidente de la Unión Cerrajera, negaba trabajo a socialistas y sindicalistas. ¡Que coman hierba! dicen que argumentaba. José Antonio Primo de Rivera le dedicó una loa en las Cortes. Así que Marcelino Oreja Aguirre, el tito de Jaime, quedó huérfano a temprana edad. Franco les devolvió sus privilegios. Marcelino creció católico, ocupó cargos franquistas y desde entonces ha seguido montado en el machito.

Su sobrino Jaime, católico de derechas (valga el pleonasmo) y eterno futuro lehendakari, responde a sus genes. Ya veis que la familia que reza unida permanece unida. ¿Cómo las gentes de derechas van a condenar los regímenes que defienden sus privilegios? ¿O es que nos hemos creído que son bobos?

Parafraseando a Calvo Sotelo, dice: «Zapatero ha hecho una unión temporal de empresas», éste representaría la empresa de la España roja, la España rota sería la de ETA. Afirma que la persecución de lo vasco en el franquismo fue «un mito». La situación, tan de «extraordinaria placidez», que todos los guardiaciviles querían venir aquí. Así están de crecidos los de la derecha. No han cambiado. Igual que en el 34.

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