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EL PNV Y EL MOMENTO POLÍTICO

«La propuesta necesita de un colchón social que debe tener reflejo en las elecciones»

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Joseba Egibar

Portavoz del PNV en el Parlamento de Gazteiz

A joseba Egibar se le ve comprometido e ilusionado con la «hoja de ruta» que ha puesto sobre la mesa el lehendakari. Su opinión es que tras el primer no de Rodríguez Zapatero ahora es el momento de «activar el colchón social que tiene la propuesta», y en ese camino considera preciso reflexionar sobre el papel que pueden tener las próximas elecciones generales. En cambio, se ve que no quiere hablar de Josu Jon Imaz. Cuando se le pregunta, apunta al futuro y deja de lado el pasado.

Iñaki IRIONDO

El lehendakari fue a Madrid, volvió con un no... ¿Ahora qué?

El lehendakari ha cumplimentado la primera parte del primer paso, que tiene su horizonte en junio de 2008, o en octubre si se prefiere. No fue una visita de compromiso. Hizo un planteamiento de fondo que no debió sorprender a José Luis Rodríguez Zapatero, no sólo porque las conociera por los medios, sino porque vienen hablando de estas cuestiones en todas las reuniones que han tenido. Zapatero tiene que ser consciente de que tiene un problema político de fondo que el lehendakari pretende resolver, a poder ser de la mano de un acuerdo. Todos los procesos arrancan si se advierte un mínimo de voluntad política. Este ha sido un chequeo de voluntades y no creo que haya que dar por finiquitado el tema. Tiene un antes y un después en las elecciones y en el pleno de investidura.

¿Por qué da tanta importancia a la investidura?¿Qué espera?

Porque es el momento en el que quien opta a la presidencia del gobierno debe formular sus compromisos con independencia de lo dicho en campaña. Fue en la investidura de Zapatero cuando anunció su única decisión de calado político: la retirada de las tropas de Irak. Estamos hablando de otra cuestión, pero el tema vasco también está afectando a la política electoral en España.

¿Cree que Zapatero puede hacer un giro sobre lo que está diciendo en este momento?

No sé si un giro, un regiro... o profundizar un poco sobre la situación creada. En el proceso de paz de los últimos años, Zapatero ha tenido una serie de voluntades comprometidas. Ha terminado como ha terminado, pero ahí hay un elemento de reflexión. Puede haber más elementos de reflexión. De aquí a cuando se celebren las elecciones habrá momentos en los que se pueda hablar. E, incluso, el resultado electoral en los cuatro territorios es posible que le incorpore una fotografía nueva a Zapatero. Esa tiene que ser nuestra apuesta. Obligarle a que determinadas cosas las tenga que resolver negociando y dialogando.

¿Podría el presidente español hacer una contraoferta y que el resultado final no sea la «hoja de ruta» del lehendakari ?

El lehendakari ha hecho una propuesta y ofrece un guión. No es inalterable. Pero su propuesta es un compromiso político. Y Rodríguez Zapatero se refugia en monosílabos: no, no, no. El no ya lo utilizaron conjuntamente PSOE y PP en las Cortes Generales ante la propuesta de Nuevo Estatuto Político. Y eso no ha resuelto el problema, sino que ha evidenciado que además de existir crece en tamaño.

Si la «hoja de ruta» es flexible, ¿cuáles son los mínimos en contenidos para un acuerdo?

El reconocimiento de la existencia de un nuevo sujeto político, que es el pueblo vasco, y su derecho a decidir. A eso hay que darle forma, contenido, envoltorio, pero sobre los dos pilares. Luego habrá que buscar el marco negociador consiguiente y, en su caso, el ejercicio pactado de ese derecho. Las claves de la solución del conflicto político, con independencia de que ETA exista o deje de existir, están ahí. Zapatero o Rajoy, quien salga elegido, debe dar respuesta a esas claves de forma democrática, no bajo el imperio de la mayoría que tengan en las Cortes Generales, donde la representación vasca, por pura demografía, es pequeña.

Y si, pese a todo, sigue el no, ¿habrá una consulta en condiciones de ilegalidad?

En ningún caso pienso que preguntar al pueblo sea ilegal. Rodríguez Zapatero y los suyos se han escudado en la expresión referéndum. Pero el referéndum es la validación de algo que anteriormente se ha aprobado legalmente en las instituciones. Estamos hablando de una consulta, de preguntar a la ciudadanía si para abrir un proceso en esa dirección la propuesta del lehendakari tiene sentido o no. Si tan seguros están que esto es un desvarío, ¡qué mejor manera de cerrar la cuestión que a través de una consulta! O, si quieren, si la Constitución es la barrera infranqueable, bueno sería que la sometan nuevamente a ratificación en la Comunidad Autónoma. Si se atreven y ganan, tema zanjado. Pero eso no les gusta, porque saben cuál sería el resultado mayoritario.

Pero si insisten en impedir la consulta, ¿qué van a hacer?

Pues igual que Zapatero ha dicho «no se puede hacer y no se hará», nosotros decimos «se puede hacer y se hará». Pero, bueno, de aquí a un año vista las cosas pueden cambiar. Las propias elecciones generales se constituyen en un auténtico desafío político para nosotros. Pero no como PNV, no solamente como PNV. Es su terreno de juego, son sus elecciones y es posible que podamos incorporar -y yo trabajaré para que así sea- al esquema de análisis político de PSOE y PP un nuevo dato, que podría ser el resultado electoral.

En las elecciones se suelen medir partidos. ¿Tiene alguna fórmula más amplia en mente?

Creo que se impone una reflexión. Nos jugamos algo más que un número de diputados y de senadores. En determinados momentos, un pueblo que tiene derecho a existir y sabe que está jugando en terreno contrario, puede introducir un nuevo factor de consolidación de proyecto, de «hoja de ruta» si se quiere, y un nuevo dato para el análisis de Zapatero y de Rajoy. Yo pienso así.

¿Eso se traduce en un movimiento electoral concreto o en que todos voten al PNV?

El PNV, desde luego, tiene que liderar esa propuesta. Los términos políticos en los que se mueve el problema vasco obligan a que las estrategias hacia Madrid -Congreso y Senado- sean coherentes con la «hoja de ruta» presentada por el lehendakari con el apoyo del tripartito. En estas elecciones no podemos hacer un paréntesis, no podemos decir `éstas no son nuestras elecciones'. España las va a contar para ver si puede decir «se ha acabado». Algunos socialistas y analistas políticos ya están diciendo públicamente que la única forma de parar al lehendakari es la derrota electoral. A mí, ese desafío me seduce.

También dicen que es una apuesta electoralista y, por lo que veo, empieza a parecerlo...

Electoralista no. Todo lo contrario. Ellos quiere utilizar los votos para decir que la vía de Ibarretxe no tenía sentido y que el PSOE lo ha demostrado siendo primera fuerza. Yo creo que la fotografía puede ser muy distinta.

Pero parece pedir que todos los abertzales voten al PNV...

Lo que digo es que se impone la reflexión. Cada cual que haga la suya y luego ya se verá qué es posible y qué no lo es.

Pongamos que Rodríguez Zapatero admite el pacto y arranca la mesa de partidos. ¿A dónde quiere llegar el PNV?

Antes de constituir la mesa, hay que admitir que hay un problema político de fondo; si no, ¿para qué sirve? Nosotros también admitimos que el núcleo del problema -el reconocimiento del sujeto, del derecho de autodeterminación, los ámbitos, etcétera- son temas controvertidos que hay que discutir, que habrá que buscar formulaciones satisfactorias para que esas premisas se puedan desarrollar en el tiempo. Ese es el mandato que el lehendakari quiere sostener en el proceso político y, en su caso, entiende las consultas como herramientas democráticas que sirven para validar, caminar y concluir los procesos.

El lehendakari dijo que había que aprovechar los consensos alcanzados durante el proceso negociador. ¿A qué cree que se estaba refiriendo?

El tema de la violencia y la normalización política, aun siendo diferentes, aparecen entremezclados, y sería bueno que el Gobierno español reconociera que ha habido un guión que se ha podido tratar -no digo acordar, porque no tengo datos para sellar la autenticidad de una versión o de otra- en el que se hablaba de estas cosas. Ha habido un ámbito de partidos, en Loiola, y otro directamente entre ETA y el Gobierno y entre Batasuna y el PSOE. Ese guión tiene que ser por lo menos accesible. No entendemos que cuando Zapatero, a través de sus emisarios, ha hablado de esas cosas, se lo niegue ahora a un representante democrático. Yo creo que esto obedece a un esquema histórico en el que coinciden el Gobierno español y ETA. El PSOE siempre ha entendido que de producirse una negociación política tiene que ser con ETA, porque le garantiza la paz, algo que no puede garantizarle el lehendakari. Dice que `si lo que realmente me está haciendo daño a mí, perturba la convivencia, es la violencia de ETA, es más rentable negociar la arquitectura política directamente con ella o con quien determine, porque esto arrastra su fin'. Ramón Jáuregui ya decía en la Mesa de Ajuria Enea que cómo iban a cerrar allí el derecho de autodeterminación, preguntandose qué le iban a ofrecer después a ETA. Y ETA, por su lado, que carece de legitimidad democrática, el activo político, entre comillas, que puede aportar es el cese de la lucha armada, y ese cese se lo ofrece al Gobierno español, que es quien manda. Entonces, todo lo que está en medio -la sociedad civil, los partidos...- sobra. Nosotros decimos que estamos dispuestos a apoyar eso cuando se dé, pero lo que no podemos admitir es estar esperando a eso indefinidamente. Hay un conflicto político y vamos a abordarlo por los cauces democráticos, con las mayorías necesarias para ello, y vamos a ponerle al Estado, y también a ETA, en la tesitura de que tengan que admitir que quien ostenta el voto popular tiene la representación legítima para tratar de abordar desde la negociación la resolución.

Pero el PNV también ha estado en este proceso...

En la mesa de Loiola.

Y, según el PNV, allí se estuvo a punto de tocar la paz, había un acuerdo y llegó ETA y mandó parar...

Eso sería simplificar mucho. Creo que ahí ha habido un intento legítimo entre tres partidos, en coordenadas políticas, y el esfuerzo no ha sido suficiente porque a la vista del resultado parece que todo se ha ido al garete. Pero yo creo que de todos esos intentos se pueden sacar conclusiones, para no caer en los mismos errores o para seguir construyendo sobre esa cimentación básica que se echó allí. Lo que haya podido dar de sí Loiola hay que aprovecharlo, ya no hace falta empezar de un solar vacío, porque se han echado cimientos sobre los que se puede reconstruir.

Usted ha relacionado las detenciones en Batasuna con un intento de entorpecer los planes del lehendakari. ¿No es mucho acercar el ascua a su sardina?

Lo que yo digo es que, desde la perspectiva de un Estado que pretende alterar y distorsionar todo un mapa político, la detención de toda una cúpula, descabezar toda un opción, altera el clima y lo distorsiona. Y cuando tú vas con una serie de planes y desaparece uno de los agentes para que ese plan pueda ser enmendado, corregido o siquiera puedas contrastarlo con él, eso crea una seria distorsión. Viéndolo en perspectiva, el mayor activo político habido en este país desde la transición ha sido el Acuerdo de Lizarra-Garazi, y el Estado sigue empeñado en destruir y neutralizar cualquier cosa que pudiera tener semejanza con lo que Lizarra-Garazi significaba. O dividirlo. El Partido Socialista está en la tesitura de decir `voy ofrecer al PNV un nuevo estatuto que suponga una ampliación teórica competencial que satisfaga sus ansias de poder, de seguir gestionando, y vamos a conseguir que sea también de dique de contención para esa izquierda abertzale irredenta que además está en connivencia con la lucha armada'. ¿Quién descuadra esa foto? Pues el lehendakari y el PNV. ¿A quién hay que destruir? Al lehendakari. Y, por nuestra parte, esa iniciativa no puede estar desactivada hasta junio.

¿Y qué van a hacer?

Esta iniciativa precisa de un enorme colchón social. Ese colchón existe. Hay que activar esos registros. Eso no se puede improvisar. Y, por tanto, tampoco podemos descuidar las próximas elecciones generales. Tienen que ser reflejo de ese col- chón social.

«Ahora en el PNV hay una partitura y una sola batuta»

¿Qué ha pasado en el PNV en estos últimos cuatro años?

Que teníamos una serie de planteamientos políticos en la ponencia política -que todavía está vigente y que es la base de la nueva- que no hemos tenido oportunidad de desarrollar como hubiéramos querido, con independencia de quiénes hayan sido los actores principales.

¿Era un partido o estaba partido?

Al terminar estos cuatro años hemos hecho una evaluación de lo hecho y hemos llegado a un entendimiento básico que es coherente también en el ámbito institucional con lo que el lehendakari ha venido promulgando en los últimos años. Ese es el compromiso que el partido, como un solo hombre, va a mantener en el futuro. Y las consecuencias son evidentes, están ahí.

Sí, que el presidente del EBB se ha ido...

Ese es un hecho constatado. Está a la vista.

...y que no parece estar en ese «todos a una» con el lehendakari.

Hoy el partido respalda como un solo hombre no sólo al lehendakari, que no hay que personalizar, sino un proyecto y una estrategia. Eso es ahora lo relevante. Lo demás ya son opiniones que tienen el alcance de la dimensión personal.

Llama la atención que Iñigo Urkullu fuera hace cuatro años el principal apoyo de Josu Jon Imaz en la batalla electoral contra usted, y hoy Joseba Egibar sea uno de los principales apoyos de Urkullu...

Eso, si se simplifica así en titulares...

Si Urkullu va a tener la unanimidad del partido es porque Egibar lo favorece...

O nos vamos a poner todos de acuerdo en una misma línea ideológica y vamos a despersonalizar la dirección. Alguien tiene que estar. Si en base al consenso de la ponencia y de la estrategia a seguir se configura una ejecutiva, mejor que mejor. Y poner a todo el cuerpo social del partido, a todos los cargos públicos e internos, sabiendo qué partitura vamos a interpretar.

La anterior ponencia política estaba aprobada por unanimidad. Había una sola partitura y o alguien desafinaba o, como se dijo, era una banda de jazz dedicada a la improvisación.

En este caso no va a haber improvisación, hay partitura y cada uno sabe cuándo toca silencio. Hace falta una buena orquestación y actuar bajo una sola batuta, que es el EBB.

¿Y cómo va la elección de ese director?

Estamos en ello, finalizando la primera vuelta de candidatos. Ahora se trata de elegir al presidente y a ocho burukides -las territoriales vendrán en mayo-, con la idea no de buscar equilibrios internos sino de configurar el mejor equipo.

¿Seguirá Joseba Egibar en ese equipo después de mayo?

Veremos entonces. En este tiempo pueden pasar muchas cosas. Yo me siento comprometido en el proyecto. Lo he estado con anterioridad. Si no lo estuviera no seguiría, pero además de mí hay más gente comprometida...

I.I.

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