Dicen ahora que Juan José Ibarretxe, Patxi López y Rodolfo Ares van a terminar sentados en el banquillo de los acusados del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco.

Dicen, además, que el cargo de la fantasmagórica acusación particular es haberse reunido con Arnaldo Otegi, Juan Joxe Petrikorena, Olatz Dañobeitia y Pernando Barrena. El delito, pues, es de reunión ilícita. Como cuando Franco.

Lo que no dicen los que ahora se rasgan las vestiduras es que Arnaldo Otegi, Olatz Dañobeitia y Juan Joxe Petrikorena ya están en la cárcel y que Pernando Barrena sufre un acoso político y policial difícil de entender fuera de una dictadura.

Bien mirado, me alegro de que Juan José Ibarretxe, Patxi López y Rodolfo Ares sufran la dureza del banquillo de los acusados. No por su padecimiento personal, que a nadie se puede desear, sino porque desnuda la realidad que padecemos y que algunos -entre ellos los medios afines a estos nuevos reos- se empeñan en enmascarar.

El lehendakari de la CAV va a ser procesado por jueces extranjeros por el terrible delito de haberse reunido con los representantes de más de doscientos mil ciudadanos vascos. Y los dos principales dirigentes del PSOE en esta parte de Euskal Herria también van a sentir el frío del banquillo en el trasero por haber hecho el paripé de reunirse para calmar a una izquierda abertzale que ya mostraba señales de hartazgo por los reiterados incumplimientos del Gobierno de su partido.

Quisiera, bien es cierto, verles salir airosos a todos de ese tribunal que con seudónimo vasco oculta lo más lúgubre del TOP franquista. Pero a todos, sin excepción. También a Arnaldo Otegi, Juan Joxe Petrikorena, Olatz Dañobeitia y Pernando Barrena. Porque todos ellos -los cuatro últimos me consta de forma fehaciente- han querido trabajar por la normalización política y la paz. Si es eso lo que se juzga, que condenen a los acusadores.