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Ibarretxe posa ante el espejo equivocado

El lehendakari Ibarretxe está desarrollando una campaña comunicativa que, más allá de dar a conocer su plan, tiene como objetivo evidente lanzar su imagen de líder. Algunos de los valores que pretende transmitir son la voluntad de diálogo frente a la cerrazón o la serenidad frente al histrionismo. Como toda campaña de imagen, ésta tiene grandes dosis de retórica y escenificación.

Pero, a estas alturas, este país necesita algo más que escenificaciones. Necesita políticas efectivas, no planteamientos efectistas. Incluso, puestos a escenificar, necesita poses y posturas radicalmente distintas de las que está adoptando Ibarretxe. Por ejemplo, la ciudadanía no comprende que Ibarretxe viaje hasta Argentina -un gesto necesario y oportuno, sin duda- pero no sea capaz de trasladarse hasta Martutene para visitar a Otegi. No entiende que obvie sistemáticamente el hecho de que cuatro de sus cinco interlocutores de la izquierda abertzale, con los que comparte sumario, están en la cárcel. O que permanezca mudo ante la encarcelación de la Mesa Nacional de Batasuna. Tampoco que su Policía salvaguarde a la Falange, por poner tan sólo unos pocos ejemplos -eso sí, muy gráficos-.

Ibarretxe posa ante el espejo equivocado. Su imagen debería representar a una parte de los vascos -aquella que gobierna- y su lucha, en vez de reflejar una forma más amable de ser español.

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