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Discurso de cambio climático, silencio ético

Nicolas Sarkozy se presentó ayer como abanderado contra el cambio climático. El efecto Al Gore parece haber dado paso a una fiebre ecologista que, sin embargo, contrasta con una alta dosis de contaminación ética de las políticas gubernamentales. En Zaragoza se prepara una exposición sobre la que pesan graves acusaciones respecto al derroche de agua -una parte, por cierto, procedente de Itoitz- lo que no impide a Zapatero erigirse en el campeón verde al anunciar la futura apertura en ese lugar de un instituto dedicado a la investigación de los graves efectos del calentamiento del planeta. Ayer un gran defensor de la energía nuclear se retrató en el Elíseo en uniforme de ecologista y abogó por imponer una tasa que grave a quienes más contaminan. Es curioso que la propuesta suceda a una reforma fiscal para rebajar la presión fiscal sobre las grandes fortunas, un selecto club del que forman parte los dueños de las principales corporaciones que sostienen el modelo industrial y de transporte que rige -y contamina- en y también fuera de Europa. Aun a riesgo de ser tildados de negacionistas, parece obligado señalar que no es de recibo que se homologue como un luchador por el planeta a un presidente que impone ficheros genéticos y encierra en un centro de retención para inmigrantes de Rennes a un bebé de tres semanas.

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