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Maite SOROA

El disparate del disparate

Si el disparate fuera una montaña, estaríamos aún muy lejos de su cima. Y si quieren una muestra de como se avanza hacia lo más alto, lean esta perla cultivada de un tal Manuel Molares do Val en «Periodista Digital».

Anuncia el articulista que «muy pronto los niños vascos críticamente enfermos morirán con más facilidad que los de las regiones sólo castellanohablantes.

Aunque el nacionalismo podrá proclamar orgulloso que se irán de este mundo como heroicos abertzales, entregando sus vidas para imponer el euskera en la medicina». Empieza bien el tío.

Y asegura, además, que «ésta sí que es una gran noticia que debería provocar debates políticos y periodísticos sobre a dónde nos lleva el nacionalismo que va imponiéndonos las leyes más autistas y endogámicas».

Vayamos al argumento: «La denuncia procede del doctor Juan Casado Flores, del Hospital del Niño Jesús, de Madrid, que recientemente participó como miembro en el tribunal de selección de pediatras para niños críticamente enfermos de los hospitales públicos del País Vasco. Explica que el baremo para elegir a los médicos en Euskadi concede 16 puntos al euskera, mientras que al inglés un máximo 2 puntos, aunque casi todos los avances científicos se publiquen en ese idioma y ni uno sólo en el regional.

Frente a ese baremo, un sabio con cientos de investigaciones plasmadas en `papers' y ponencias en congresos tiene un máximo 4 puntos. Haber recibido todos los cursos y entrenamientos posibles, 6 puntos. Ser catedrático de universidad en la materia, 1,20 puntos. Es decir, el peor candidato euskerahablante vale por 13,3 catedráticos y por cuatro Nobel de Medicina. Y esto que ocurre ahora mismo en el País Vasco, aunque el sistema se inició en Cataluña, aparece en otras regiones con lengua propia. Dejan morir por el idioma». Hay que ser lerdo...

Y termina con un punto de muy mal gusto: «El observador recuerda el reciente fallecimiento de una niña vasca de vacaciones en un pueblo catalán: sería una tragedia griega que los dos médicos que la auscultaron sin descubrir que iba a morirse hubieran sido seleccionados por el método lingüístico que se usa ahora en la comunidad de esa víctima». ¡Qué asco!

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