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Xabier Silveira Bertsolari

Racistas de colores

Nos asaltaba hace un par de semanas escasas el premio Nobel de Medicina aquel, aquél de ADN con doble hélice, uno de esos que es más que el resto. Tantos años de pupitre y otros tantos de microscopio, parece ser, no sientan muy bien. Yo, como me echaron a tiempo de aquel instituto neofranquista, no tuve tiempo de alargar mi carrera académica hasta llegar a aprender que el ser humano es más inteligente cuando es blanco que cuando es oscuro. ¡Si es que hay días que no se puede faltar a clase! Ya lo creo, ya.

Y de aquellas caquitas, estas mierdas, que diría el profeta. Bajo una cámara de vigilancia, el nuevo «Neng» habla a través del teléfono móvil. Una chica de cara borrosa viaja en el asiento contiguo, al otro lado del pasillo que cruza el vagón. Todos hemos visto imágenes de lo que sigue, pellizco en la teta y patada en la cara. ¡Por sudaca! ¡Que se vaya a su puto país! Di que la solidaridad entre agredidos da muestras en este video de ausencia total, pero bueno, al testigo por excelencia de la agresión xenófoba ya le andan jodiendo la vida en su barrio, pues él también tiene su país y lo tratan de «sudaca» aquí. A ver qué honda cuando le pase a él, o cuando nos pase a nosotros, tan valientes que somos.

Menos mal que nuestra democrática, pacífica y tolerante conciencia le salta a la yugular a este tipo de actos y el escándalo sacude el imperio de cabo a rabo, de norte a sur, desde Antena3 hasta la ETB. ¡El racismo no se puede tolerar! Hipocresía occidental.

El otro día se pasaron a cuchillo a un taxista en Madrid. Ya han identificado -gracias, otra vez, a las videocámaras del metro- al autor del corte que degolló al hombre: un negro, brasileño. Una cosa que, dicen, es una toalla blanca que tapa sus manos, es prueba suficiente para deducir que esconde la sangre del taxista con la que se habría manchado. El tal Meneces, aquél que se cepillaron a tiros las fuerzas del bien en Londres, también en el metro y también brasileño, corría y era oscuro, casi negro. ¡Fuego! Lo mataron a tiros por ser de Qaeda, Alcaida, que le decimos nosotros. Luego vinieron los «que no-es», las disculpas, los pésames; luego, después de muerto. Pero esto son memeces, parece, ¡Sergi Xavier al paredón! Y, para nada, para nada le voy a sacar la cara, pero bastaría con un palizón. Todos llevamos a un racista dentro, sea blanco o sea preto, sea árabe o ateo.

También los ladrones de cobre iban a ser gitanos o rumanos, ¿no? De quince detenidos, ¿cuántos son?

Como quien dice, acaban de empezar a llegar los emigrantes no españoles a Euskal Herria. Otra remesa de pobres, otro éxodo de almas que huyen del hambre. Al tiempo lo que es del tiempo, él dirá lo receptivos que somos con la gente que vive en el bloque de enfrente, con la que en vez de tener un hijo tiene siete, con la que a veces no come por que no tiene qué. Y estos, en principio, no los envía nadie a hacernos cambiar de vida, de idioma, de cultura, de nacionalidad. Estos vienen a comer. Al tiempo, izquierdistas.

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