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El Ejército etíope se enfrenta a un levantamiento total en Mogadiscio

La capital de la Somalia ocupada, Mogadiscio, era escenario ayer por segundo día consecutivo de combates a plena luz del día entre el Ejército etíope y sus aliados nativos -que cuentan con el sostén de Washington- y la resistencia, mayormente islamista. Paralelamente, cientos de civiles salieron a las calles exigiendo el final de la ocupación y fueron recibidos a tiros por los soldados ocupantes, que mataron a al menos tres manifestantes.

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«He visto a guerrilleros que gritaban Allahu Akbar (Dios es Grande) junto a la puerta de mi casa enfrentándose a blindados que abrían fuego», narró Anab Ali, un vecino del barrio de Hodan, en el sur de la capital.

La víspera, al menos seis civiles murieron a manos del Ejército etíope en una ofensiva para contener el avance en la capital de la guerrilla de la Unión de Tribunales Islámicos (UTI).

Hasta ahora la guerrilla aprovechaba la oscuridad de la noche para llevar a cabo sus ataques, prácticamente diarios. Ahora ataca en pleno día.

El por ahora último conflicto en Somalia arranca con la entrada del Ejército etíope el 29 de diciembre de 2006 en Mogadiscio. Apoyado por Washington, el Ejército ocupante encumbró al Gobierno de transición, hasta entonces aislado en Baidoa, 250 kilómetros al noroeste de la capital somalí.

Los tribunales islámicos se desvanecieron en el aire y sus líderes huyeron a la vecina Eritrea, desde donde llamaron a expulsar al invasor.

Un llamamiento que no cayó en saco roto, habida cuenta de que la población percibió enseguida que los políticos somalíes llegados de Baidoa son meros títeres de Etiopía. Líderes enfrascados en los últimos meses en una lucha fratricida por las regalías del petróleo.

«Colonialistas y sus lacayos»

Cientos de manifestantes que blandían machetes desafiaron a la ocupación y, al grito de Allahu Akbar, se dirigieron desde el sur de la ciudad hacia un estadio situado justo al lado del cuartel general etíope. Los soldados ocupantes respondieron con fuego real y mataron a al menos tres personas. Otras dos personas, entre ellas un policía, murieron en enfrentamientos armados en otros barrios.

«¡Abajo Etiopía, Abajo el Gobierno somalí!», gritaban. «No les queremos, o se van o habrá un baño de sangre», advertía Abdi Adan Somane.

Cientos de civiles huían ayer de los barrios de Ali Kamin y Hamar Jadid, en el sur de Mogadiscio. «Esto es insoportable, la violencia es constante y deja cientos de muertos cada semana», aseguraba Abdurahman Nure, quien huía con sus hijos a bordo de un Land Cruiser.

«Los civiles nos hemos convertido en el objetivo del Ejército etíope y de sus aliados somalíes. Sólo podemos huir», narraba a un periodista Fartun Adan Mohamed, madre de tres niños que trataba desesperadamente de encontrar una manera de huir con sus tres hijos.

Arriesgado trabajo el de los periodistas somalíes, cazados literalmente por el régimen pro-estadounidense, que les acusa de «incitar a la violencia». Ocho periodistas han muerto a tiros en lo que va de año, el último el director del grupo mediático Shabelle, Bashir Nur Gedi.

Amnistía Internacional denuncia que la situación de la prensa en Somalia es la peor desde la caída del Gobierno de Siad Barre en 1991 y el inicio de la guerra civil. Washington no ha abierto la boca esta vez.

La ocupación provoca otra catástrofe humanitaria en Somalia

La ocupación del país y la respuesta armada islamista han provocado en lo que va de año el éxodo de más de 750.000 somalíes, que se suman al millón y medio de refugiados de la anterior guerra civil.

La guerra, ya abierta, en la capital, ha tenido además un efecto contraproducente en la perenne crisis alimentaria en el país, cortando el suministro de comida, agua y bienes de primera necesidad a la región de Shabelle, donde se ha refugiado la mayor parte de los desplazados que siguen huyendo de Mogadiscio.

UNICEF ha denunciado que esta región atraviesa la peor hambruna de los últimos años y que 8.700 menores, de entre los 100.000 que sufren de inanición en este país del Cuerno de Africa, se encuentran en peligro extremo de muerte.

La tasa de malnutrición en el país alcanza a día de hoy el 17%, dos puntos por encima de la línea roja que señala una catástrofe humanitaria. Un 20% de los menores de cinco años sufren malnutrición en diez regiones.

A ello contribuye la obstrucción de la ayuda de la ONU por parte del Gobierno títere somalí. El jefe de operaciones del Programa Mundial de Alimentos de la ONU, Idris Osman, fue liberado el martes tras pasar seis días prisionero en la cárcel.

El coordinador de la ONU en Somalia, Eric Laroche, confirmó que «el Gobierno nos acusa de ayudar a los terroristas y seguimos aquí porque no podemos dejar a los niños morir de hambre y para ofrecer a la gente un poco de esperanza». Laroche denunció que el Gobierno expulsa de sus casas a mujeres y niños simplemente por pertenecer a un clan «hostil» GARA

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