« En los ritos funerarios vascos la gran protagonista es la mujer»
Juan Madariaga Orbea | Autor del libro «historia social de la muerte en Euskal herria»
«Historia social de la muerte en Euskal Herria», editado por Txalaparta, es el título del último libro de Juan Madariaga Orbea, profesor titular de Historia Contemporánea en la UPNA, doctorado en Historia en la UPV y autor de varias publicaciones sobre temas sociales, históricos, lingüísticos e ideológicos. Este autor destaca que en Euskal Herria la mujer ha tenido más protagonismo que el hombre en los ritos funerarios.
Este libro aborda sobre todo la muerte barroca, es decir, los siglos XVII, XVIII y comienzos del XIX. Desde que comenzaron a asentarse las ideas del Concilio de Trento, a principios del XVII, se formó una especie de actitud ante la muerte que duró hasta bien avanzado el siglo XIX, hasta que se colapsó en torno a 1850 y dio paso a otro modelo. Juan Madariaga se centra en esos años, pero no con la intención de entrar en aspectos rituales ya trabajados por antropólogos y etnógrafos, sino de abordar la muerte desde un punto de vista de la historia social. «Al fin y al cabo, la muerte era un problema económico, social, político, de simbología... -resume el autor-. La monarquía y la propia Iglesia uti- lizaban la muerte para desarrollar sus simbologías, legitimarse y autoafirmarse. El clero vivía fundamentalmente de los derechos funerarios, era un capítulo muy importante para el mantenimiento económico de los clérigos. Al moverse dinero, se producían conflictos económicos, sociales y políticos entre grupos que tenían intereses distintos con respecto a la funeración».
¿Puede decirse que la muerte era la preocupación más importante de nuestros antepasados?
Probablemente la preocupación más importante que tenían nuestros antepasados era comer, lo que pasa es que está bastante relacionada una cosa con la otra, porque si no comes, te mueres. La muerte tenía una presencia pública muy importante, lo que no ocurre en la actualidad. En la sociedad moderna la muerte primero se privatiza y luego se esconde, mientras que en la época barroca impregnaba toda la vida social. Cuando se producía una muerte, no sólo participaban los familiares más directos, sino la familia en sentido muy extenso: los vecinos, las cofradías, los compañeros de trabajo, los gremios, los miembros de la parroquia... todos.
¿Hoy en día se ve la muerte como algo menos trágico?
En la época barroca abundan retablos, cuadros, imaginería, textos... que son enormemente ampulosos, tremendistas, y nos puede parecer que aquellas gentes vivían absolutamente obsesionadas por la muerte. La Iglesia lanza un mensaje de miedo, de terror, para procurar mantener a toda la gente en esa especie de gimnasia que tenían que hacer todos los días para no olvidarse de la muerte y acordarse de que tenían que morir. En este sentido, la presencia de la muerte era tremenda, pero por otra parte se vivía con más naturalidad. Como se enterraba en las iglesias, todo el mundo acudía a los oficios y al menos una vez a la semana se sentaba encima de sus muertos, mientras que en la actualidad los muertos están escondidos, postergados, disfrazados incluso. ¿Quién demuestra tener más miedo, el que lo esconde o el que participa todos los días de ellos? Personalmente, a mí me parece que le tenemos más miedo en la actualidad.
Antes del cristianismo, ¿cómo se abordaba la muerte en Euskal Herria?
Los procedimientos de restitución del cadáver a la naturaleza han pasado por diversas fases. Hubo épocas en que se quemaban, otras en que se enterraban en monumentos megalíticos, otras en que se enterraban en catacumbas, en necrópolis exteriores a las ciudades, luego dentro de las ciudades... Euskal Herria ha estado en la órbita cultural europea y no hay nada distinto de lo que se hacía en otras zonas de Europa. En este sentido, no hay diferencias importantes, aunque sí peculiaridades. No hay un sistema específico de los vascos para enterrar o una ritualidad específica. En cambio, sí había especificidades en cuanto a ofrendas. En Euskal Herria se han ofrendado animales hasta época muy tardía, cuando en otros lugares de Europa ya se había dejado de hacer.
¿Con la llegada del cristianismo se acentúa el miedo a la muerte?
Sin lugar a dudas, el cristianismo es una religión que podemos calificar de mortífera, que gira en torno a la muerte. En general, casi todas las religiones son una respuesta a la muerte. Es decir, las religiones pretenden dar una salida emocional y cultural a un proceso que es el de asumir que hemos de morir. La salida que da el cristianismo es decir que si te portas bien tendrás una compensación, una vida eterna que será estupenda, y si te portas mal será tremenda. En ese contexto de dar una salida condicionada al comportamiento en la vida actual, en determinados momentos la Iglesia católica acentúa el aspecto terrorífico, de asustar a la gente, de tenerla muy preocupada con la muerte y amenazar con las penas del infierno. El Humanismo dulcificó mucho estos mensajes, y también ocurrió a mediados del siglo XVIII, entre otras cosas porque ya había gente que empezaba a no creer en eso, a pensar que todo es una patraña. En la época que yo he estudiado, el peso del cristianismo y de la Iglesia católica es muy fuerte y acentúa la parte terrorífica del infierno, las penas y los castigos. Por eso, la mayor parte de los cristianos vivían con una congoja y una preocupación continua, porque estaban siendo bombardeados sin parar con esos mensajes.
Una de las ideas del cristianismo era la resurrección de los muertos. ¿Suponía una especie de promesa para captar adeptos?
Normalmente, la tendencia cultural de todos los pueblos a través de la historia es no admitir como natural que nos tengamos que morir. Entonces, la salida cultural es dar una explicación a esta mortalidad, que se refleja en dos grandes líneas: o la reencarnación o la vida eterna. Hay religiones que vienen a decir que no nos preocupemos, que aunque no lo veamos, hay otro lugar, otro espacio, otro mundo, en el que vamos a seguir viviendo eternamente. Otras religiones también vienen a decirnos que no nos preocupemos, porque después de muertos nos reencarnaremos, y en función de cómo nos hayamos portado, nos reencarnaremos en algo mejor o peor. Dentro de esas dos familias de religiones, ambas de origen oriental, a nosotros nos tocó la que prometía la vida eterna.
¿Hemos perdido ya el miedo al infierno, o todavía sigue pesando esa losa en muchas personas?
Yo supongo que el que sea cristiano seguirá teniendo miedo al infierno, porque forma parte consustancial de esa creencia, que es la esperanza de salvarse o el temor a condenarse. Lo que sucede es que, socialmente, ya no existe el peso de una Iglesia omnipresente, amenazadora, terrible, que llegaba hasta el último cristiano, y en principio todos lo eran por definición. Ahora ha quedado reducido a un ámbito de los creyentes, y además de una forma no tan terrible, mucho más suavizada. El miedo social todavía no ha desaparecido, pero se ha dulcificado mucho.
¿Qué importancia han tenido las tumbas para los vivos? ¿Ha sido algo físico o espiritual?
Tiene las dos partes. Al fin y al cabo, ahí está la tumba, que es algo físico, y a la vez es el símbolo de esa comunidad de vivos y muertos. Es decir, las familias no dejan de ser comunidades de vivos y muertos, en las que todos forman parte de una unidad. Los vivos recuerdan a los muertos y los muertos están ahí para recordar que ellos vinieron antes en ese linaje. Eso se centra en un elemento físico muy concreto, que es la sepultura. Nos recuerda que nuestros antepasados están ahí y que nosotros iremos después.
En el caso de Euskal Herria, ¿la mujer ha tenido más importancia que el hombre en los ritos funerarios?
Completamente. En otras culturas no ha sido así. Hay culturas en las que la mujer tiene un poder decisivo, y la cultura vasca está entre ellas. En la época que yo he estudiado, el protagonismo de la mujer es decisivo. Esto se debe a que, en un momento determinado, las culturas deciden que la vinculación con «el más allá» está más en el ámbito femenino o masculino. Probablemente tenga que ver con el hecho de que las mujeres son las que dan la vida, y por lo tanto son también las que están más en contacto con la muerte. En la cultura vasca, la mujer es la intermediadora con la muerte, por decirlo de alguna manera, y ella es la protagonista en la ritualidad funeraria, en los cultos sobre la sepultura, en las ofrendas... Esto se ve incluso en la interesantísima figura de la serora, que tiene casi más importancia que los propios sacerdotes, que son varones. En el ámbito oficial, este papel quedaba restringido a los sacerdotes varones, pero había otra paraoficial, una religiosidad paralela con rezos domésticos, cortejos y cultos sepulturales que eran protagonizados por la mujer.
El libro que acaba de editar también curiosea sobre los patíbulos y los descuartizados. ¿Esto se hacía para dar ejemplo a los vivos?
Sin lugar a dudas. El muerto tiene una labor ejemplificante fundamental. En la mentalidad tradicional se funciona fundamen- talmente por la vía del escarmiento, de dar ejemplo. Si alguien cometía un crimen que se consideraba muy grave, era ejecutado y su cadáver se exponía durante un tiempo en un lugar público, para que todo el mundo tuviera la oportunidad de verlo y escarmentar en cabeza ajena. Había casos que la sociedad de entonces consideraba graves, pero en la sociedad actual ya no lo son. Por ejemplo, los sodomitas. En la sociedad tradicional había «pecados contra natura», como el bestialismo o la sodomía, considerados de una gravedad extraordinaria. En muchos casos se confundía el delito y el pecado. La religión impregnaba tanto la vida cotidiana que no se sabía muy bien dónde acababa el pecado y dónde empezaba el delito. Estos delitos, como parricidios, sodomía, robos sacrílegos, etcétera, se consideraban tan graves que quienes los cometían eran descuartizados y expuestos en los lugares donde habían cometido los delitos. Con esto se pretendía una especie de pedagogía mortuoria, de intentar que la gente escarmentara en cabeza ajena, aunque tuvo poco éxito, porque este tipo de delitos siguieron cometiéndose igual.
¿Ha encontrado alguna curiosidad especial en este trabajo de investigación?
El libro está plagado de curiosidades. He recogido textos literarios interesantes, procesos, enfrentamientos entre clérigos, situaciones llamativas... Es un tema que, a veces por lo morboso, por lo escabroso, la curiosidad salta inmediatamente. En el ámbito religioso estaba en juego mucho dinero. Por eso, había enfrentamientos entre eclesiásticos, entre conventos y cabildos o entre diferentes instituciones religiosas entre sí, o entre los miembros de los cabildos con los ayuntamientos. Eran enfrentamientos por motivos estrictamente económicos, aunque envueltos en vestimentas de tipo religioso. En el fondo, lo que se dirimía en estos enfrentamientos era dinero. Es muy llamativo ver procesos en los cuales los clérigos se comportaban de una manera que hoy en día sería inapropiada, por decirlo de alguna manera.
Iñaki VIGOR | IRUÑEA