Maite SOROA
España, en alerta roja
En su tiempo Javier Rupérez anduvo en la UCD y el PP. Ahora de embajador, y en sus ratos libres alerta a sus compatriotas de los peligros que acechan a su patria. Lo hacía ayer, por ejemplo, en «Abc».
Decía Rupérez que cuando la reforma del franquismo «sectores de la derecha política y social hicieron valer sus aprensiones por medio de una fórmula que lo decía todo: `prefiero una España roja a una España rota'. Tanto era el amor que se decía profesar por la patria que se prefería verla en manos de los enemigos ideológicos que dividida en manos de los otros enemigos, los separatistas. Luego resultó que los `rojos' no eran tan carmesíes como la dictadura los había pintado y que España, se pensaba, era mucha España como para desaparecer en manos de unos cuantos vociferantes independentistas periféricos, vascos o catalanes». Hasta ahí, tranquilidad. Luego, la alarma.
Y es que, según Rupérez, «treinta años después, los `rojos', perseguidos por sus eternos ensueños progresistas y reclinados sobre las urgencias matemáticas del mantenimiento del poder, ya no garantizan una sola España. Aunque fuera roja. Y los que la quieren rota, nacionalistas de toda laña y especie, se frotan las manos pensando que el horizonte mítico de la independencia ha llegado a convertirse en una realidad al alcance de la mano. Son multitud los españoles que viven con angustia la brutalidad de ese dilema». Ya se le ve apurado al hombre. O, más bien, alarmado y alarmista: «sin ánimo profético aunque con alto grado de certidumbre, cabe predecir lo que los tales [los nacionalistas] tienen en mente: sedicentes e ilegales consultas populares, algaradas consiguien- tes, sin excluir el uso de la violencia, desobediencia civil, reclamación de envolvimiento internacional, eventual llegada a las Naciones Unidas y/o a la Unión Europea, dictamen de partición, calco del caso yugoeslavo. No es errar demasiado esperar que los nombres de Montenegro y Kosovo -y por supuesto de Checoslovaquia y eventualmente Bélgica- formen parte preeminente del vocabulario nacionalista en los próximos meses». Pues a mí me parece bien.
Y concluye el embajador con una llamada: «Estamos en hora tardía. La osadía de los enemigos de la Constitución, de España, de la libertad no siempre ha encontrado la firmeza necesaria por parte de sus defensores. Pero la reacción, que debe ser pronta y contundente, tiene todavía margen para la eficacia. Hoy es siempre todavía. ¿Todavía?». Que lío tiene el pobre.