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CRíTICA teatro

Un monólogo y un retablo

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Carlos GIL

Dos obras en una. Dos obras encadenadas. Dos maneras de acercarse al mismo problema. El monólogo «Homebody» narra la capacidad para viajar de una mujer en su casa siguiendo una guía de Afganistán. Un espléndido monólogo que Vicky Peña, excelentemente dirigida, lo convierte en un lujo, en una hora larga de gran teatro. Una mujer sola, una guía, unas miradas entre colonialistas y desgarradas a un país lejano que tiene el encanto de lo desconocido, pero que son demasiados años de guerras, de enfrentamientos, de intentos por apoderarse de sus pocos recursos. La narración aparentemente leve de la mujer, la guía convertida en una fuente histórica de datos, acaban convirtiéndose en una plataforma reivindicativa. El texto que juega a la digresión para ser más penetrante y la gran interpretación nos sitúan ante una realidad que escénicamente se resuelve con unos pocos focos, una mujer sentada, una silla y una mesa. Nada más. Teatro del bueno. Inmediatamente se encadena con la segunda obra, «Kabul», que parte de la ida de la misma mujer a Afganistán, su desaparición, forzada o voluntaria, la búsqueda por parte de su marido y su hija, la intervención de intermediarios, y en forma de retablo, se nos va describiendo un país atormentado, en donde la violencia, la corrupción, los fundamentalismos, el colonialismo en sus diferentes disfraces, los intereses económicos lo han convertido en un campo de estrategia política y militar. Y eso que es una obra escrita antes del 11-S. Un retablo que aporta más datos, más cercanos, pero que nos deja con la intriga por la suerte de esa mujer, que nunca sabemos qué sucedió con ella. El retablo es coral, con algunos actores que se expresan en árabe, con una escenografía realmente magnificente, con un reparto ajustado para narrar cada fragmento de una historia que transcurre lineal, que nos lleva a la reflexión sobre nuestro papel en el mundo. Todo en su sitio, colocado adecuadamente, pero no mantiene la misma magia teatral que el monólogo. Por la tangente se profundiza más que entrando al interior. O así lo recibimos.

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