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crisis en pakistán

Musharraf despeja el camino hacia otro golpe

Dos golpes de estado figuran ya en la cuenta del general Pervez Musharraf, aunque el llevado a cabo hace cuatro días sería, en realidad, un golpe dentro del golpe. Demasiado incluso para EEUU, que aparenta subir el tono, mientras deja hacer, lo que se concretó ayer en más de 2.000 opositores detenidos. Musharraf prepara el camino para su tercer golpe, éste electoral.

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Sami ZUBEIRI

Periodista de AFP

El Ejército y la Policía seguían ayer secundando el estado de excepción proclamado por Musharraf a golpe de detenciones. Hasta 2.000, según algunas fuentes, desde el sábado. Entre los detenidos figuran centenares de abogados, que ayer protestaron con fuerza en varias ciudades paquistaníes, magistrados, responsables y militantes de partidos políticos opositores y figuras destacadas de la sociedad civil. Todo apunta a que el general Pervez Musharraf está aprovechando las primeras horas y días de su autogolpe para «despejar» el terreno y quitarse de encima al mayor número posible de opositores antes de confirmar la convocatoria de elecciones, tal y como le piden Estados Unidos y la Unión Europea.

La situación en ciudades como Islamabad, Karachi, Rawalpindi o Lahore era ayer muy tensa, a pesar del anuncio gubernamental de que mantiene la fecha de las legislativas para mediados de enero. Pocos creen en las palabras de Musharraf y la presión aparentemente creciente de Washington no convence a nadie.

La cantidad, y calidad, de los detenidos en estos cuatro días de «emergencia» es un mensaje muy claro: Musharraf quiere mantenerse en el poder a toda costa.

El detonante de la decisión del presidente de decretar el estado de excepción y suprimir las (pocas) garantías constitucionales fue, aparentemente, la decisión del Tribunal Supremo de revisar la validez de la reelección de Musharraf el pasado 6 de octubre por medio de un sufragio indirecto en las asambleas nacionales y provinciales, que el general controla totalmente, lo que el golpista calificó de «injerencia judicial». A esto debe sumarse la habitual alusión al incremento de los atentados por parte de los «extremistas islámicos».

Washington sigue considerando al general paquistaní como su mejor aliado en la zona en la «guerra contra el terrorismo», pero es obvio que cuando Musharraf muestra su rostro golpista de forma tan descarnada hasta EEUU se remueve inquieta. De ahí que la Casa Blanca, por medio de funcionarios de segundo rango, se viera obligada ayer a sugerir que las relaciones entre ambos países no pueden mantenerse en el mismo nivel y tono si el estado de emergencia se mantiene. En el primer nivel, las reacciones fueron las esperadas: la Casa Blanca instaba al presidente Musharraf a volver a la normalidad institucional y constitucional, al tiempo que Bush realizaba un llamamiento «a la calma a todas las partes implicadas». Cabría preguntarse, claro está, sobre la hipocresía -o el doble rasero, cuando menos- de pedir calma, en el mismo plano, al golpista y a los que están siendo detenidos a centenares.

Conviene recordar, en cualquier caso, que, desde los atentados del 11 de setiembre de 2001 en Nueva York y Washington, EEUU ha apoyado con muchísimo dinero a Musharraf, en el poder desde el golpe de 1999. Al menos, que se sepa, 11.000 millones de dólares desde 2001. De momento, los «programas de asistencia» y la coordinación de los programas militares entre ambos estados continúan en su nivel habitual.

Consecuencias

El autogolpe de Musharraf ha tenido ya consecuencias, tanto internas como externas. Entre las internas, obviamente, figuran en primer lugar las detenciones. Pero la situación comienza a tener también un impacto económico y financiero. La Bolsa de Karachi, la principal de Pakistán, por ejemplo, registraba ayer la mayor caída de su historia en una sola sesión al retroceder un 4,6%, en medio de la incertidumbre por el estado de excepción declarado el sábado en el país. Curiosamente, el presidente paquistaní acusa del freno del «boom» económico que aparentemente vivía el país a sus dos grandes argumentos para decretar el estado de excepción: los atentados y la «injerencia» del poder judicial.

Por otra parte, comenzaban a llegar ayer las primeras noticias sobre el congelamiento de las ayudas occidentales al Gobierno paquistaní. La primera en anunciarlo era Holanda, cuyo gobierno confirmó ayer que «cerraba el grifo» hasta nuevo aviso. Para este año, La Haya había presupuestado 15 millones de euros en ayudas a Pakistán, cantidad que para el próximo año tenía previsto aumentar hasta 40 millones.

La Unión Europea, sin embargo, se limitaba a una breve declaración de Javier Solana, en la que consideraba los «sucesos» ocurridos en Pakistán como «muy negativos» y pedía a Pervez Musharraf que mantuviera el proceso electoral.

Desde la ONU, por otra parte, llegaron las palabras de la alta comisionada para los Derechos Humanos, Louise Arbour, quien se mostró «alarmada» por la suspensión de los derechos fundamentales y la imposición del estado de excepción en Pakistán. Mediante un comunicado de prensa, la alta comisionada señaló que derechos básicos como el derecho a la vida, y la prohibición de las detenciones arbitrarias, de la tortura y otros malos tratos, no pueden suspenderse ni siquiera en tiempos de emergencia.

En esta convulsa parte del mundo, muchos piensan que las decisiones de Musharraf pueden desatar una escalada de la tensión mucho más grave incluso que la actual, y no sólo en Pakistán, sino también en la vecina India y, al oeste, hacia Irán, Irak y buena parte de Oriente Medio.

El factor Bhutto

Otra de las grandes cuestiones pendientes es la actitud real que vaya a adoptar la ex primera ministra paquistaní Benazir Bhutto, que ayer confirmó su intención de viajar a Islamabad para reanudar los contactos con el presidente. Su papel puede ser decisivo en esta crisis, pero muchos creen que optará por legitimar de algún modo a Musharraf para llevarse cierta cuota de poder. En principio, Bhutto ha declarado que las medidas aplicadas por el general son inconstitucionales e inaceptables, y ha asegurado que ella se unirá a otros partidos para oponerse al estado de excepción. Sin embargo, algunas informaciones que circulan en medios políticos paquistaníes apuntan a que el Gobierno de Musharraf quiere reanudar el diálogo con Benazir Bhutto y evitar que ésta lidere una campaña de protestas. De hecho, la ex primera ministra paquistaníes una de las pocas líderes de la oposición que no está bajo arresto domiciliario y hay quien cree que puede ser permeable a los intereses y estrategias de Pervez Musharraf.

Rumores no confirmados en torno al propio Musharraf

Islamabad y las cabeceras de las cuatro provincias paquistaníes estaban ayer vigiladas por contingentes de policías y fuerzas paramilitares, en medio de rumores de que el propio Musharraf había sido puesto bajo arresto domiciliario por su «número dos» en el Ejército, el general Ashfaq Kiyani.

Los rumores llegaron a la reunión que el presidente mantenía con el cuerpo diplomático y llevaron a diversos portavoces del régimen a desmentirlos como carentes de fundamento.

No obstante, una fuente diplomática citada por los medios paquistaníes dijo que el Ejército está a la espera de ver la reacción que la decisión de Musharraf suscita tanto en EEUU como en el pueblo paquistaní.

«Nos han dicho que hay una gran preocupación en la cúpula militar, pero está por ver si ese supuesto sentimiento se traduce en una acción contra él desde dentro del Ejército», declaró esa fuente.

Entre los ciudadanos, se percibe una enorme decepción por la decisión de Musharraf, que muchos consideran una vuelta atrás. Con estos antecedentes, Pervez Musharraf pidió a los embajadores que entiendan las «realidades sobre el terreno» en Pakistán y la necesidad de «estabilizar la situación en el país» que le llevó a imponer el estado de excepción, según informó la agencia estatal APP.

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