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Maite SOROA

Otra vez Setien

Una de las obsesiones de la ultraderecha hispana es el obispo Setien. A él han dirigido decenas de descalificaciones, insultos y falsedades, pero ahora que está jubilado y ha escrito un libro (muy crítico, por cierto, con ETA) a algunos les ha salido el sapo. Ildefonso Ussía, en «La Razón» aprovechaba las páginas del domingo para publicar un artículo titulado «El lobo». Empiecen a imaginar

Contaba Ussía que «llevaba Setién muchos años estableciendo equivalencias entre unos y otros, recibiendo con los brazos abiertos a los familiares de los terroristas encarcelados y mostrando sus muecas a las familias de las víctimas. Por dos veces, aprovechando las visitas a España de Su Santidad el Papa Juan Pablo II, el Rey y el entonces Presidente del Gobierno, Felipe González, habían intentado de Su Santidad una promesa de cambio en el obispado de San Sebastián. No era el nacionalismo a ultranza de Setién la causa de la queja, sino su indisimulada preferencia por el entorno del terrorismo». ¡Esta es de las buenas!

Y más: «Menos prudente por su libertad institucional, Don Juan De Borbón, el viejo Rey del exilio, se lo había pedido al Papa en una audiencia privada. Más o menos que España, su sufrimiento, la conquista de la libertad, el establecimiento pleno de la democracia y una apabullante mayoría de sus ciudadanos, no merecían tener en la nómina de sus obispos a un prelado alineado claramente con los que masacraban sus esperanzas». Juan de Borbón, un demócrata de toda la vida, ¡claro!

Lamentaba Ussía que «no dieron resultado las peticiones. La Iglesia, cautelosa y antigua, tiene un tiempo que no se mide como las cosas terrenales. Y ahí se mantuvo a Setién, por cuyas actuaciones, algún Papa pedirá perdón a España en un mañana próximo para la Iglesia, es decir, dentro de trescientos o cuatrocientos años». Después de beatificar a Ussía, supongo.

La traca final también es de las buenas: «Setién mientras hable, alimentará la división y mantendrá el odio bien alzado, en su sitio preferido. Los muertos por la ETA, los dramas de sus familias y la desesperanza de los inocentes son minucias que no le afectan. Cuando habla, nadie de la Iglesia le responde. Temen a Setién. Y es lógico pero no edificante. Los pastores de siempre han temido al lobo. Pero nunca le han permitido que forme parte de sus rebaños. Y los obispos, con Setién, tienen al lobo dentro y rezan junto a él, y le sonríen». Está enfermito el pobre.

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