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Belén Martínez Analista social

Al hilo de una agresión racista

Hemos visto repetidamente las imágenes de la agresión racista en un tren de Barcelona. Algunas se preguntarán las razones de tanto odio y brutalidad. Castoriadis, fundador del colectivo Socialismo o Barbarie, planteó la cuestión de esta manera: «¿Por qué lo que habría podido quedar como simple afirmación de la `inferioridad' de los otros se torna discriminación, desprecio, confinamiento, para exacerbarse finalmente y convertirse en rabia, odio y locura asesina?».

La videovigilancia no ha tenido un efecto disuasorio, puesto que no ha impedido la paliza a la menor ecuatoriana. Se restringen y acotan espacios de libertad y privacidad, pero ninguna persona encargada de velar por la seguridad en el tren interviene.

En algunos medios se ha juzgado el comportamiento de un testigo que aparece en la grabación, acusándole de no prestar ayuda a la chica. Incluso se han atrevido a airear aspectos de su vida. En general, a los media no les interesa indagar sobre cuestiones como el tiempo que transcurre entre el momento de la agresión y la visión de las imágenes, el rol de la empresa de transporte donde tuvieron lugar los hechos o la titularidad de las imágenes registradas y la finalidad de las mismas. Si algo ha quedado en evidencia estos días es que a los responsables de programación televisiva les preocupa más el share que combatir la xenofobia.

Nos estamos socializando con términos como «avalancha», «oleada» o «invasión», que contribuyen a reforzar un estereotipo de inmigrante. Nos presentan al agresor como una pobre víctima de un racismo de «resentimiento» que poco a poco se instala entre sectores de la población que sufre situaciones de desempleo cronificado o de pérdida del puesto de trabajo.

Miedo y resentimiento se entrelazan para justificar las políticas antiinmigración: miedo a perder una parcela de bienestar, resentimiento frente a políticas de redistribución más equitativa de la riqueza, miedo a desdibujar el sentido de identidad y continuidad histórica (pensemos en la fiesta de la Raza y la Hispanidad).

El racismo del skinhead no consiste en una simple predisposición psicológica de rechazo del «otro». Las manifestaciones de racismo y xenofobia se inscriben en un orden económico social y cultural de opresión, subalternización y/o exclusión, y se propagan a través de discursos autoritarios -que construyen y simultáneamente estigmatizan a las «minorías»- y de prácticas discriminatorias. Esos discursos y prácticas también afectan a la Justicia, mostrando, en este caso, una actitud clara de indulgencia y laxismo.

No creo que la solución sea un endurecimiento del Código Penal, preferiría que el agresor se viera obligado a participar en iniciativas interculturales y antirracistas, como difundir folletos informativos sobre los derechos de la población inmigrante en trenes y autobuses o distribuir café y caldo entre las personas que hacen cola en las dependencias donde se llevan a cabo los trámites de regularización.

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