Josu Barandika Miembro de Batasuna
¿Tontos? No, gracias
Nuestro inquisidor observa también el nerviosismo de sus amigos del pacto constitucional armado, histéricos ante el temor de revivir crisis de identidad por nuevas pérdidas territoriales
Entre los grandes dominadores, banqueros e inquisidores judeo-cristianos, jefes del sistema patriarcal de invasión y guerra, y la gente hay otros que se ponen en medio, pero un poco por encima, para convencernos de que estos jefes nos matan porque quieren nuestra seguridad, que nos saquean por nuestro progreso, que nos pisan por nuestra libertad. Se pretenden especie de demiurgos y sacerdotes modernos. Son los partidos políticos reformistas. Piensan que la gente se cree que ellos son sus salvadores. Sin embargo, está claro que no han conseguido engañar y meter en el mismo redil a una inmensa población que sufre. La gente sigue luchando a pesar de ellos.
Pero es que en este grupo importante de creídos y, por tanto, tontos, hay algunos que quizá lo sean más. Algunos de ellos (PNV y asimilados) empezaron a predicar la libertad de Euskal Herria frente a ocupaciones españolas o francesas para posteriormente defender en la práctica el pacto franco-monárquico totalitario frente a la libertad de este pueblo, que es lo que contradictoriamente parece que querían y dicen que quieren.
Se les está poniendo «a huevo» la constitución de una Euskal Herria independiente; sin embargo, prefieren seguir bajo el pacto franco-monárquico español, en cuya fabricación, por cierto, ni siquiera tomaron parte, sino que lo impusieron a sus espaldas.
Prefieren estar a las decisiones de otros, en lugar de tomarlas en casa soberanamente. Ganarían más, tendrían más posibilidades, más poder, que en ocasiones pudiera ser compartido, pero aún así en mejores condiciones también económicas, desde su punto de vista y, como dirían, en paz. Euskal Herria podría crecer espectacularmente en creación cultural, en reconocimiento de su especificidad y riqueza democrática y solidaria, progreso humano real (demasiada exquisitez, quizá)...
En lugar de tratar de tú a tú a los estados español y francés, en lugar de estar en la sala europea de negociaciones sobre la pesca o el plan agrícola y otras actividades sociales y económicas, en lugar de estar en las salas de máquinas de todas las estrategias, prefieren estar en las antesalas y a las órdenes del estado español. Me pregunto si hay en Europa o fuera de ella algún partido político nacionalista de derechas que, teniendo la oportunidad de que su pueblo pueda independizarse, no lo quiera. ¿Idiotez?
Podrían, además, desembarazarse del espantajo «democrático» español -hazmerreír de cualquier elemental inteligencia, incapaz de autocrítica, podrido y herido de muerte desde su propio nacimiento- y quedar como elegantes y dignos demócratas. Pues, no, ni por esas.
Se supone lógicamente que por mantener sometido a este pueblo a la unidad española y al pacto constitucional impuesto recibirán una recompensa. Este podría ser el esquema de la paranoia: el PNV y asimilados mantienen la unidad constitucional española (que rechazaron), aceptan la conculcación de derechos básicos individuales y colectivos (que condenan, al menos de boquilla) infligida por todos los aparatos de poder español; más aún, la apoyan desde todos sus foros «autonómicos» y, con su cuerpo armado de chivatos, finalmente, machacan y entregan cabezas independentistas a Madrid. A cambio el Estado le dará algún bufido, simplemente para demostrar dónde reside la soberanía, le concederá algunas contratas y posibles «fontanerías», algún jet privado y, sobre todo, le permitirá que lleve a término la unidad española al sur de este pueblo (hoja de ruta firmada, entre otros, por las lumbreras de la política y la estrategia: Ardanza, Ibarretxe, Arzalluz, Urkullu...). ¿Kafkiano? Pero cierto.
Si no, le preguntamos al inquisidor Imaz. El «objetivo histórico» del PNV debe ser la deslegitimación de la izquierda abertzale. No es la construcción de Euskal Herria. El ha lanzado ya su particular grito desde el púlpito de Sabin Etxea, siguiendo las exigencias del pacto español: «a por ellos». Ya nos suena (a propósito, que no nos venga a estas alturas de la película con sermones sobre el terrorismo en los que ni ellos mismos creen).
Lo de tontos ha quedado superado y con creces: prefieren un pueblo sin contar con él, el colmo. Les importa acallar y dominar. No importa si para ello tienen que unirse a la «gangrena democrática» española. No les importa si para ello tienen que conculcar derechos, aplastar personas.
Es posible que nuestro inquisidor esté algo nervioso, porque el avance ideológico del pueblo es evidente y porque, por otra parte, observa también el nerviosismo de sus amigos del pacto constitucional armado, histéricos ante el temor de revivir crisis de identidad por nuevas pérdidas territoriales. Pero ¿por qué ir a España a tragar, en premio, el nauseabundo pus (presupuestos, contratas, privilegios manchados) de las cloacas de un cadáver en putrefacción? ¿Por qué no beber del manantial fresco de vida de un pueblo que quiere construirse él mismo, que les va a llenar de dinamismo, de ilusión y capacidad creativa? Además de aparecer como más dignos y más demócratas, «ganarían» más en el sentido que ellos entienden. La ganancia que deja el pacto español es la negación de la vida, la destrucción de este pueblo. Y no se puede parar el avance del mismo hacia la vida. Creo que sería más inteligente apostar por ella, por la frescura, por la creación, por la solidaridad.