Los discursos de las dos adminisraciones autonómicas del sur vasco son, por lo habitual, autocomplacientes cuando se trata de remarcar la «alta calidad» de los servicios sociales. Ocurre, sin embargo, que los vascos peninsulares tenemos a bien viajar, lo que nos permite comparar nuestros parámetros de bienestar con los que imperan en otras latitudes. De hecho, sin salir siquiera de Euskal Herria, nos encontramos con diferencias considerables, ejemplos de otra forma de recaudar y de revertir en la sociedad que nos demuestran que es posible plantear para este país presupuestos y políticas fiscales desde una óptica más avanzada a la que barajan en Iruñea y Lakua. Un estudio de ELA sitúa a Hego Euskal Herria en la zona media de la UE en cuanto a presión fiscal, pero en clara desventaja en cuanto a inversión social. Esa tendencia a cobrar menos a los que más tienen (los empresarios de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa dejarán de ingresar más de 600 millones de euros en las arcas públicas en 2008 por el Impuesto de Sociedades) es incompatible con un proyecto de país que aspire a erradicar las desigualdades y a construirse en parámetros de mayor justicia social.