Martin Garitano Periodista
En este imperio sí se pone el sol
La verdad sea dicha, no es que me importen gran cosa las actividades de las monarquías, ni siquiera las de la que me toca en calidad de sometido súbdito, la que instauró el caudillo Franco. Pero reconozco que lo de la visita de Juan Carlos Borbón y Sofía (de) Grecia al continente vecino, a Ceuta y Melilla, ha llamado mi atención y ha llegado a emocionarme.
Esa masa de ciudadanos africanos, bocata en la izquierda y banderita rojigualda en la derecha, abarrotando el recorrido de sus (suyas) majestades para proclamar y reafirmar la españolidad de Africa me ha parecido un espectáculo enternecedor y lleno de nostalgia. Propio de tiempos pasados.
Y es que entre las virtudes que no nos queda más remedio que reconocer a este régimen que nos ha tocado padecer una de las más llamativas es la capacidad de modificar el mapamundi a su antojo. Recuerden que a las Islas Canarias las metieron en un recuadro y las colocaron junto a Palma de Mallorca, como si estuvieran allí de veraneo; Ceuta y Melilla -que en los mapas convencionales son tan Africa como el Congo, por poner un ejemplo- son de una españolidad sin sombra de duda, tal y como hemos podido comprobar estos días en las retransmisiones televisivas. Y así las cosas no nos puede extrañar que en este peculiar régimen político Lizartza sea un vivero de votos del PP.
Nada puede extrañarnos de una monarquía y un régimen que también nos dijo -y obligó a tragar- que Filipinas eran tan españolas como Torrejón de Ardoz -más aún, puesto que Torrejón es casi territorio USA-. Y de Cuba no te quiero ni contar. Igual de española que Sevilla pero con negritos. Igual que Guinea Ecuatorial o Fernando Poo.
Esa es la fotografía real de la decadencia de un imperio que un día sojuzgó a media humanidad -no se ponía el sol, decían- y ahora sólo nos tienen trincados a vascos, gallegos, catalanes, ceutís, melillenses... y a las cabras de Perejil. Lo demás son pamplinas.