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Raimundo Fitero

Corte brusco

Unas de las imágenes que se están haciendo clásicas en nuestras pantallas, y que forman parte de los signos externos de las acciones cuestionables de ciertos gobiernos, se constituyen a partir y en base a un apagón. Un estudio de televisión al que las autoridades competentes apagan la luz, es decir le cortan la emisión, la silencian. Aquí estamos muy acostumbrados a que silencien periódicos o emisoras de radio sin que nadie se inmute. Pero esta aportación tan española es práctica habitual en lugares diversos del planeta Tierra a los que desde la prepotencia se considera con democracias más débiles que la que nos asfixia y sustenta estas leyes y estas decisiones capaces de cortar la libertad de expresión.

La última escena aportada a esta historia de la lucha contra los medios de comunicación ha sido en Georgia, y la hemos visto con la secuencia entera, pero transmitida fragmentada. Un presentador de un noticiario está hablando y de repente, corte brusco. Sin focos y sin sonido, no existe. Se acabó. El reportaje se complementa en lo literario con una narración que habla de que esa cadena era privada, que estaba rodeado el edifico por policías, se nos dan imágenes del exterior y se ve un acto de enfrentamiento entre manifestantes y policías. El tono narrativo es de distancia y reprobación de baja intensidad a la actitud expeditiva de los agentes y del despliegue absolutamente exagerado de las tropas.

Pero inmediatamente se pasan otras imágenes similares con jóvenes, y no tan jóvenes, vascos siendo machacados por unos tipos vestidos de negro, y se presenta como lo lógico y normal. O sea, el apagón democrático existe, está asumido, interiorizado y, aunque miren, no se dan cuenta que son los mismos cascos, las mismas porras, los mismos aparatos anti-disturbios, es decir los mismos perros con los mismos collares, aunque pintados de diferentes colores. Y estar cinco minutos frente a cualquier noticiario es presenciar un desfile constante de estos alardes de dispersión de protestas, con los mismos modelos, comportamientos y despliegues represivos, lo que empieza a ser una constante preocupación sobre la salud socio-política del planeta. Apaga y vámonos.

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