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Gorka Quevedo Barrio Brigada de Komite Internazionalistak en Palestina

Derribemos el «Muro del Apartheid»

Israel no cumple las resoluciones internacionales. Sabe que está por encima del bien y del mal; sabe que tiene total impunidad para seguir con la limpieza étnica del pueblo palestino

En 1988, el ministro de comercio e industria de Israel, Ariel Sharon, visitó la República Sudafricana en un viaje de trabajo. Por aquel entonces, Sharon ya tenía un amplio historial genocida reconocido, como por ejemplo, las masacres en los campos de refugiados palestinos de Sabra y Chatila, en Líbano. Sudáfrica era gobernada por el Partido Nacional, liderado por Pieter Willem Botha. Durante varios días, Sharon conoció de cerca el régimen racista sudafricano y, por extensión, todo el sistema de apartheid de la minoría blanca contra la mayoría negra. A la vuelta, un periodista le preguntó a Sharon sobre su viaje a la República Sudafricana. «He aprendido cómo acabar con el pueblo palestino», fue su respuesta.

La historia ha demostrado que, efectivamente, tanto Sharon como Israel aprendieron muchas cosas del brutal régimen sudafricano. Israel impulsó la «bantustanización» en los territorios ocupados de Cisjordania, término con el que, en el marco de las políticas segregacionistas durante el apartheid, se designaba a cada uno de los veinte territorios que operaron como reservas tribales de habitantes no blancos en Sudáfrica y la actual Namibia.

En la actualidad, la obra cumbre de las políticas de apartheid que aplica Israel sobre Palestina es, sin duda, el llamado muro de separación. Sharon justificó la creación de este muro por motivos de «seguridad». Sin embargo, es suficiente ver el recorrido de esta monstruosa obra para darse cuenta de que los objetivos de Israel son otros, y sus consecuencias, las siguientes: roba a los palestinos de Cisjordania sus mejores tierras; divide Cisjordania en guetos o bantustanes, aislados e incomunicados entre sí; destruye la economía y modos de vida de los palestinos; controla los principales acuíferos y reservas de agua de Cisjordania; separa Jerusalem Este del resto de Cisjordania, para que no pueda ser la capital de un hipotético Estado Palestino. Estas políticas se podrían resumir en una sola: proseguir con la limpieza étnica de la población árabe para conseguir el sueño del «Gran Israel». Si realmente el muro fuera por seguridad, su construcción habría sido alrededor de la llamada «línea verde», es decir, la frontera del armisticio de la primera Guerra Arabe-israelí, en 1949.

Tras años de estudio, el muro comenzó a levantarse en el 2002. Dos años después una sentencia del Tribunal Penal e Internacional de La Haya calificó el muro como «ilegal y contrario a las leyes internacionales» (9/7/2004). Por su parte, una resolución de la ONU condenó la construcción del muro y exigió que la construcción fuese interrumpida y desmantelada ese mismo mes. Israel jamás ha cumplido esta resolución, entre otras cosas, porque Israel no cumple las resoluciones internacionales. Sabe que está por encima del bien y del mal; sabe que puede saltarse a la torera la legislación internacional; sabe que tiene total impunidad para seguir con la limpieza étnica del pueblo palestino.

Pero, tal vez, lo más grave no sea eso. La resolución de la ONU de julio del 2004 obligaba a la comunidad internacional a no dar ningún tipo de ayuda para la construcción del muro. Obligación que también la comunidad internacional incumple, convirtiéndose en cómplice de las políticas de apartheid de Israel. El proyecto del muro tiene 786 kilómetros; actualmente se ha completado la construcción de 413 kilómetros, y otros 90 se están construyendo. Cuando finalice el proyecto, Palestina quedará reducida al 12% de la Palestina histórica. El 88% restante habrá pasado a ser propiedad de Israel. De este modo, desde la proclamación unilateral de la fundación del Estado de Israel en 1948, Palestina habrá sido reducida de una superficie de 27.663 kilómetros cuadrados a 3.320 kilómetros cuadrados, inconexos y aislados.

Para denunciar la construcción de este muro genocida, el 9 de noviembre se celebra el Día Internacional contra el «Muro del Apartheid». Cualquiera que haya podido viajar a Palestina se habrá dado cuenta de la bondad y humanidad de sus habitantes. Pero también habrá podido comprobar las quejas del pueblo palestino sobre la llamada comunidad internacional. «El pueblo palestino no tiene amigos, no nos podemos fiar de nadie. Nadie ha hecho nada para evitar nuestro sufrimiento ni el genocidio que estamos padeciendo», dicen. Y tienen razón. La comunidad internacional guarda un cómplice silencio. Para demostrar al pueblo palestino que no están solos es necesario movilizarse. A poder ser, todos los días del año, pero el día 9 con más motivo, si cabe.

P.D.- Ariel Sharon fue uno de los principales responsables de la creación y construcción del muro. En enero del 2006 sufrió una hemorragia cerebral. A día de hoy, continúa en estado vegetal. Para morir es imprescindible que se pare el corazón. Tal vez por eso Sharon siga vivo. ¿Cómo se le puede parar el corazón a aquél que jamás demostró tenerlo?

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