Raimundo Fitero
La cocaína
Observación desde la mirilla de la puerta de la insuficiencia: la cocaína es algo que existe, que la encontramos en nuestro entorno de una manera demasiado habitual y que se ha convertido en un hábito que tiene visos de ser un problema de notables consecuencias. Sin gestualidades, ni alarmismos, sin apriorismos ni posicionamientos fuera de la frialdad diagnóstica: la cocaína es hoy un asunto político de primera magnitud.
La series de televisión policíacas tienen en la cocaína un tema referencial consuetudinario. La series con contenidos hospitalarios, tocan casos con la cocaína de fondo casi constantemente. Los abogados, fiscales y demás togados de ficción se inspiran con reiteración en derivados de la cocaína, y en los reportajes sobre la marginalidad, los problemas sanitarios o la realidad social; la cocaína tiene actualmente más peso específico que la heroína, un opiáceo que está estigmatizado y que sigue en el mercado, pero que ya ha dejado rastros suficientes de su capacidad destructora y anuladora.
La cocaína está todavía en un rango social de aceptación, de éxito, euforizante, ligada a la juerga, al disfrute, a la locuacidad y a la no dependencia. Es bien cierto que cada vez aparecen más testimonios televisivos en donde se muestra sus perfiles adictivos, la ruina que provoca en quienes hacen de la misma su motor de arranque social, la chispa de su vida. Por eso están proliferando los reportajes televisivos que intentan transmitir estas alertas a base de ofrecer casos de personas que su adicción les ha llevado a la desesperación y hasta a la marginalidad, sin contar con los daños cerebrales que puede provocar.
Pero como ya somos mirones viejos, cuando se hacen demasiados reportajes, en periódicos, cadenas televisivas con la cocaína como tema, se nos despierta la suspicacia, pensamos que hay personas que precisamente lo que desean es jugar en el abismo, y que pueden pensar que si tanta se consume debe ser por algo. Un reportaje aparentemente muy objetivo, denunciando sus consecuencias y en contra de su consumo, puede convertirse, aunque su intención sea la contraria, en un excelente acto publicitario.
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