La salida de tono del monarca español el pasado sábado durante la Cumbre Iberoamericana al intentar hacer callar al presidente de la República Bolivariana de Venezuela y al abandonar la Cumbre ante las críticas a las empresas españolas establecidas en Latinoamérica, así como la actitud del presidente español ante el despropósito del monarca, son buena muestra de la añoranza del colonialismo español. Un colonialismo que actualmente se materializa en las empresas que obtienen plusvalías de muchos miles de millones de dólares a costa de la situación lamentable de trabajadores y población en general. Poblaciones abocadas a soportar el deterioro de los servicios prestados por esas empresas sin ningún tipo de contraprestación o responsabilidad.

Ese espíritu del imperio se resiste a aceptar que en Latinoamérica cada vez menos gente entiende la soberanía como servilismo económico, político o cultural. España ya no es la «madre patria», sino una de las mayores responsables de que, mediante gobiernos títeres, el desarrollo de los pueblos latinoamericanos se haya visto supeditado a intereses financieros extranjeros. El neocolonialismo que a finales del siglo pasado obligó a privatizar sectores estratégicos a cambio de «aliviar» la deuda externa se ha topado con un serio obstáculo: la voluntad de los pueblos que quieren sacudirse de su yugo, de la actitud paternalista que decía ayudarles mientras los hipotecaba. Un nuevo sistema de dominio político y económico que, igual que el antiguo, cuando oye algo que no le gusta les manda callar.

Resulta significativa la defensa que los mandatarios españoles hicieron el pasado sábado de las empresas del Estado. Y sintomática la reacción de los medios de comunicación españoles ante el «incidente», que no puede ser considerado diplomático, sino profundamente político. Por eso resulta paradójico que, aquellos que en su discurso supuestamente cosmopolita descalifican los «nacionalismos periféricos» y toda postura autodeterminista por excluyente, coincidan en considerar la españolidad como un valor por encima de cualquier otro.