Maite SOROA
Bailarle el agua a Rajoy
Se desmelenó Rajoy con su promesa de bajar los impuestos y los medios afines le bailaban ayer el agua y se prodigaban los pelotilleros.
En «El Correo Español» dedicaban su principal editorial al líder y constataban que «en la medida en que el PP deje de lado la versión más dramatizada de su trayectoria opositora y se disponga a la confrontación electoral sobre la letra menuda de la acción de gobierno, probablemente vuelvan a surgir voces inquietas ante la posible desmovilización de sus seguidores más entusiastas».
O sea, que toca volver a las banderas y a gritar que España está en peligro. Si es que son así... En «La Razón» se mostraban más entusiastas con un editorial titulado: «Rajoy, preparado para gobernar». Allí decían, entre otras cosas, que «El PP ha presentado parte de un programa de Gobierno que se vuelca en los problemas reales». Y para hablar de problemas reales quién mejor que Carmen Gurruchaga, que en su columna del mismo diario aplaudía con entusiasmo porque «la reforma fiscal de Rajoy es una apuesta clara para que la gente vaya más holgada, consiga llegar a final de mes». Y si esto no es populismo del barato, que me lo expliquen otra vez.
Sin salir de «La Razón», Carlos Dávila se desmelenaba en elogios hacia el líder de la derecha española: «Mariano Rajoy es el político de lo razonable (...) frente al alocado discurso de Zapatero, de la `Z' ágrafa de Zapatero, Rajoy ha construido la oferta de la `R' de lo razonable. Es el concepto que más se adecua a su personalidad, tan lejana a las ocurrencias festivaleras y de la cesión permanente».
Y que quieren que les cuente de «El Mundo». Como era de esperar, los pelotilleros mayores del reino proclamaban en su editorial que «Rajoy sí cuenta con ideas para cambiar España». Entre ellas destaca el recorte autonómico y por eso decía «El Mundo» que «siempre hemos sostenido en estas páginas que la iniciativa que plantea Rajoy es absolutamente necesaria para acabar con la insensata carrera de las autonomías en busca de más poder y para vertebrar el Estado». ¡Qué tufo a nacionalismo hispano del más vetusto!