Recta final a la independencia de Kosovo
La no implementación del Plan Ahtisaari es otro ejemplo de la debilidad de la ONU
Iñaki SOTO Licenciado en Filosofía
Se pueden extraer varias conclusiones de la situación actual de Kosovo. Pero conviene no olvidar las premisas que hacen esas conclusiones válidas o interesantes para entender mejor la situación de esa región europea.
El primer elemento a tener en cuenta es que las elecciones del pasado sábado no respondían a las necesidades de los kosovares, sino al calendario impuesto por la comunidad internacional para justificar las decisiones sobre el estatus final de Kosovo. En su momento estaba claro que ese estatus iba a ser la independencia. Ahora no está tan claro. A ese respecto, lo único que ha cambiado es la posición oficial extranjera, ni la situación ni la voluntad de los kosovares.
La inestabilidad que la comunidad internacional ha generado en Kosovo no se puede comprender sin atender a la ingeniería institucional tejida por Solana para toda la región hasta 2002. Ingeniería que no contaba con la voluntad de ninguna de las comunidades de los Balcanes (los montenegrinos lo demostraron en 2006), ni con la falta de voluntad de la mayoría de los dirigentes de la región (Kostunica, el líder hegemonista serbio que Solana presentaba como «aliado» es el mejor ejemplo). Tampoco tuvo en cuenta los «imponderables», como la muerte en atentado del líder serbio Zoran Djindjic o la enfermedad mortal del kosovar Rugova.
Un ejemplo claro de ello es la derrota del LDK de Rugova y la victoria de Thaci. Los albano-kosovares adoran la memoria de Rugova, pero creen que fue el UÇK el que los defendió frente a Milosevic y el que traerá la independencia.
Por más que la diplomacia internacional se empeñe en plantear nuevas vías para Kosovo -a cada cual más exótica y estrafalaria-, la solución pasa por la implementación del Plan Ahtisaari. Ese proyecto es, ante todo, el más elaborado y el más realista. Para empezar, porque acepta la situación de independencia de facto que vive la región y que expresa la voluntad mayoritaria de los habitantes de Kosovo. Pero, además, garantiza los derechos de la minoría serbia en Kosovo de una manera que las autoridades serbias no están dispuestas a garantizar los de la comunidad albanesa en Serbia. En Kosovo se juega en estos momentos el futuro de los serbios y los albaneses de Kosovo y la estabilidad de la región. Pero también la credibilidad de la ONU. O, mejor dicho, su urgente necesidad de reforma.