Aunque Claude Berri es más conocido por adaptar novelas de época, lo que hizo en sus conocidas películas «El manantial de las colinas», «La venganza de Manon», «Germinal», «Uranus» o «Amor en tiempos de guerra», también se ocupa de autores contemporáneos, como Christian Oster en «Une femme de ménage». Lo vuelve a probar con la novela de Anna Gavalda y, por aquello de que el éxito llama al éxito, «Juntos, nada más» ha arrasado en las salas del cine al otro lado de la frontera. El rodaje resultó además muy terapéutico para el veterano cineasta, que acababa de sufrir un ataque y necesitó de la ayuda del gran François Dupeyron para terminar la película. No acabaron ahí los obstáculos a superar, porque Charlotte Gainsbourg, que era la actriz inicialmente prevista, tuvo un grave accidente esquiando, así que hubo que encomendarse a Audrey Tautou, pese a la imagen romántica preconcebida que el gran público tiene de ella a raíz de «Amélie». No obstante, ha sido una buena transmisora del mensaje en torno a la alegría de vivir que trata de contagiar esta comedia con encanto.

«Juntos, nada más» es una película de personajes, solamente cuatro, pero a los que retrata en todas sus peculiaridades. Son seres heridos por la vida, que se necesitan, al depender del otro para reencontrarse a sí mismos. Los lazos que se establecen entre ellos acabarán siendo más sólidos de lo que dictan las frías relaciones vecinales de hoy en día, gracias a que consiguen romper la barrera de la indiferencia mediante la curiosidad por la existencia ajena. De sus respectivas soledades compartidas habla el constante trasiego de una vivienda a otra, como si nunca acabaran de encontrar el acomodo definitivo. Audrey Tautou es una chica que se ha ido de la casa familiar, renunciando a sus privilegios para ganarse el sustento como limpiadora. A través de Philibert, un heredero venido a menos que conserva sus refinados modales, llegará hasta Franck, un cocinero de fuerte carácter al que su abuela saca el lado más tierno. Éste papel permite a Françoise Bertin lucirse como la mujer sabia del cuarteto, cómplice de las contradicciones encarnadas por los rivales pero amigos Laurent Stocker y Guillaume Canet. Y a un nivel más evocador, hay que anotar la presencia sonora de Yves Montand cantando el mítico tema «La byciclette», que casa perfectamente con la musicalidad ambiental de esta comedia de sentimientos.