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Raimundo Fitero

La noticia

Cuando los obituarios ocupan demasiado espacio televisivo, es que algo especial ha sucedido. Estos días hay motivos. Fernando Fernán-Gómez proporcionó muchas horas de buena televisión. Series, películas, entrevistas, obras de teatro, pero al final, la propia televisión le hizo una mala pasada y una frase absolutamente castiza y destemplada, «¡A la mierda!», se convirtió en su caricatura más repetida. Se popularizó de una manera extraña a un gran hombre de cultura. Se quedó, como casi siempre sucede en la televisión, con una mueca, con una actitud puntual que superó todo cuanto anteriormente había podido proporcionar.

Hace muchos años, Fernán-Gómez hizo una serie de programas muy especiales: recibía a amigos y famosos en su supuesta casa. Algo que posteriormente se ha imitado en varias fórmulas menos cuajadas, con mucho más guión, pero a la vez con bastante más frivolidad. En aquellos programas, las conversaciones tenían lugar en directo, con mucha libertad, libando todo tipo de alcoholes los comparecientes. Otros tiempos televisivos, en donde el tiempo no ahogaba como en estos momentos de una manera tan excluyente. Quizás el cine de autor, es decir, las películas escritas y dirigidas por Fernán-Gómez en su primera etapa, sea la mejor manera de explicar de manera eficaz la complejidad creativa de este hombre absolutamente excepcional.

No debemos ilusionarnos, los obituarios que estamos viendo hasta la fecha son muy chatos. Nos colocan al académico de la lengua frente al personaje público, hasta se atreven en los programas basura a lanzar sombras sobre su figura. Nos recordarán su filmografía de actor, y le veremos en unas películas infumables, aunque es de recibo recordar que en su última etapa sus actuaciones fueron en su mayoría muestras de una maestría magnificente, de una categoría fuera de toda pauta.

Lo cierto es que se ha muerto uno de los grandes, y la televisión debería reponer alguna de sus series sobre la picaresca para recordarnos que fue posible hacer televisión con poso literario; unas series, divertidas y no alienantes. Mientras componemos esta nota llega otra mala noticia: ha muerto Maurice Béjart: la danza contemporánea llora.

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