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dos genetistas vascos aclaran a gara este avance científico

Células embrionarias a partir de la piel, ¿un hito?

La noticia de que investigadores de Japón y EEUU habían obtenido células madre embrionarias a partir de piel humana abrió la semana pasada informativos y periódicos en todo el mundo. Dos genetistas vascos, Ana Zubiaga y Ander Izate, nos ayudan a entender el alcance de esta investigación.

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Joseba VIVANCO

Sólo unos días después de que el prestigioso creador de la oveja Dolly, Ian Wilmut, comunicara de forma pública que abandonaba la técnica que empleó para duplicar los genes de este animal -conocida como clonación terapéutica-, se anunciaba a nivel mundial una nueva vía en la obtención de células madre embrionarias, esta vez a partir de la piel de seres humanos. Es decir, lograr que células adultas procedentes de la piel `vuelvan' a un estado embrionario y así dotarlas de una capacidad pluripotencial -con poder para generar cualquiera de los tejidos que forman un individuo, como el nervioso o el muscular- que las adultas no disponen.

El hallazgo, por partida doble a cargo de dos grupos diferentes de investigadores pero que han trabajado comunicados, se publicó en dos de las más reconocidas revistas científicas, ``Science'» y ``Cell'', y los medios de comunicación de todo el mundo lo llevaron a sus primeras páginas y portadas.

¿Realmente ha sido un hito científico como se trasladó a una opinión pública profana en los recovecos de la genética? A Ander Izeta la noticia le toca de cerca. Él es coordinador de las investigaciones sobre las células madre de la piel en la Fundación Inbiomed, un centro situado en Miramon. «Yo soy del bando de los que opina que estamos ante un hallazgo muy, muy importante, equiparable a cuando se consiguió hacer crecer células embrionarias en laboratorio, esos trabajos que son ejemplo de futuros Nobel», no duda en responder.

En 2006, un grupo científico japonés liderado por Shinya Yamanaka presentó un trabajo con células de ratón en el que demostraba por primera vez que introduciendo tan sólo cuatro genes se conseguía que una célula adulta se transformara en célula madre embrionaria. Revertir el camino natural, volver al pasado. «Algo asombroso y científicamente muy interesante», reconoce Ana Zubiaga, profesora de Genética de la UPV-EHU.

Aquel hallazgo, sin embargo, recibió las críticas de algunos colegas estadounidenses, los cuales `ejercen' como árbitros mundiales, es decir, que si ellos repiten la prueba y no consiguen el mismo resultado, la investigación queda en entredicho. Esta vez, la pega -encarnada en la persona del investigador Rudolph Jaenisch, del prestigioso MIT de Massachussets- fue que no se conseguían obtener ratones quimera -cuyo sistema inmunitario responde como el de los humanos ante la agresión de virus y bacterias propias del hombre- a partir de células madre, es decir, que si se introducían esas células madre en un embrión no había en el ratón saliente células provenientes de la célula madre original, no había una capacidad pluripotencial en esa célula madre original.

El equipo de Yamanaka perfecionó su trabajo y en julio de este año publicó en ``Nature'', aunque sin tanta trascendencia, el logro que se le exigía, la obtención de ratones quimeras. «Demostró que introduciendo sólo cuatro genes, y ahí estaba una de las novedades, salían células madre. Fue un bombazo», apunta Zubiaga. Así las cosas, la comunidad científica estaba ya sobre la pista de que lo siguiente sería probar no ya en ratones, sino en humanos. Y la noticia saltó hace unos días: por un lado, el equipo japonés había conseguido reprogramar células de piel facial de una mujer de 36 años y de tejido conectivo de un varón de 69 años; por otro, en EEUU, James Thompson, a quien Yamanaka había puesto sobre la pista de su investigación, logró hacer lo propio pero con células de piel fetal y de un recién nacido.

Sobre la mesa, la posibilidad de reprogramar una célula epitelial adulta de una persona, devolverla a su estado original de embrionaria y a partir de ahí abrir el camino para transformarla en el tejido que deseemos reparar; para esto último, es decir, para su aplicación clínica, queda mucho tiempo aún por delante, porque el logro no está exento de interrogantes. Como los científicos siempre responden, en ciencia abrir una puerta supone encontrarte con otra cerrada.

«El logro no ha sido tanto conseguirlo, sino hacerlo en humanos. Esto abre las puertas a la posibilidad de no tener que trabajar con embriones humanos y los problemas éticos que ello conlleva. Sin embargo, hay que ir con cuidado, porque en la nueva técnica se han visto problemas», puntualiza Ana Zubiaga.

Uno de ellos es que el 20% de los ratones obtenidos en las investigaciones precedentes desarrollaron tumores, y es que uno de los genes que se introducen es un oncogen, que probablemente se reactiva. «Jugar con células madre es jugar con fuego», apuntilla.

El otro hándicap, no menos importante, es que las células madre obtenidas a partir de las células epiteliales lo han sido a través de retrovirus. Los cuatro genes utilizados para esa regresión de las células adultas han sido introducidos en ellas mediante un vehículo como un retrovirus y eso lo hace inviable para cualquier desarrollo clínico por ser peligroso. El problema añadido es que se ha constatado que de momento no hay otra manera de hacerlo, ya que es el propio retrovirus quien activa algunas zonas del genoma para lograr la transformación en células madre embrionarias.

«Hemos conseguido obtener células madre de una manera diferente, pero a su vez hemos producido nuevos elementos de duda. Siempre que tratas con células adultas quiere decir que han ido aumulando mutaciones, errores, y ésos van a estar ahí. Hoy por hoy, la mejor manera de conseguir células madre sigue siendo un embrión», sentencia esta profesora de la UPV-EHU.

Ander Izeta trabaja, sin embargo, con célula adultas. Defiende que este tipo celular tiene ventajas sobre las embrionarias por cuanto «se puede hacer para cada persona sus propias células, porque sería sencillo coger una biopsia de piel de cualquier persona y a partir de ahí hacer un clon de células embrionarias de esa persona para recuperar cualquier tejido. Serían células autólogas, cada paciente tendría sus propias células y así evitaríamos el rechazo de las embrionarias». Pero admite que los hallazgos ahora presentados incurren todavía en problemas de bioseguridad, al utilizar oncogenes y retrovirus. «Lo que sí es seguro es que muchos grupos se pondrán ahora a trabajar para encontrar otras maneras menos agresivas de lograrlo», vaticina.

A juicio de Ana Zubiaga, estas investigaciones demuestran que «hay grupos bien financiados, que están trabajando muy bien y que -lo que es muy importante- sabemos lo que están haciendo, porque estos grupos japonés y estadounidense trabajan con dinero público y las cosas se están haciendo con los libros abiertos». Pero no cree que sean hallazgos «para abrir un informativo o una portada, porque perdemos la perspectiva. La gente de la calle no lo comprende muy bien. Es un paso más, pero no como para creer que de repente estamos curando cosas».

Ander Izeta insiste en que es «un logro de primer rango», aunque admite que lo que espera el ciudadano son aplicaciones clínicas, soluciones a enfermedades como el Parkinson o la diabetes. «Lo que sí se puede decir es que con logros como éste se observa que se está avanzando rápidamente en cosas que uno habría predicho que iban a tardar muchos más años».

En opinión de este investigador, «nadie puede predecir lo que va a haber en diez años en clínica, porque se va a tal velocidad y hay tanta gente implicada investigando que puede saltar la liebre cualquier día».

Más allá de la rapidez de los avances científicos en el campo genético o médico, este logro ha reabierto el debate sobre las células embrionarias, curiosamente, para intentar cerrarlo. Al poderse obtener células madre a partir de células adultas, se evitaría trabajar con embriones humanos para conseguir esas células madre y, por tanto, se esquivaría totalmente la discusión ética que está frenando en muchas ocasiones avanzar con mayor rapidez en las investigaciones.

Sin embargo, lo que sí se han apresurado a mantener la mayoría de científicos que trabajan en este campo es que de ninguna manera la investigación con células madre embrionarias se va a detener. «Tienen mucha vida por delante», reconoce Ander Izeta. «Que de repente se vayan a abandonar los embriones, para nada», responde tajante Ana Zubiaga, coinciendo ambos con otros pronunciamientos de colegas.

Javier Armentia, director del Planetario de Iruñea y conocido divulgador científico, ahonda en el debate abierto respecto a que esta nueva técnica deje sin argumentos a quienes rechazan el uso de embriones con fines terapéuticos. «Podemos alegrarnos de que la oposición religiosa a la nueva medicina va a pararse, simplemente porque hemos obviado el tema espinoso. Pero personalmente creo que esta circunvalación que parece descubrirse ahora va a hurtarnos un debate importante, el de denunciar que la postura `celulamadrista' actual de ciertas religiones es simplemente una estupidez, y como tal debe ser denunciada».

En cualquier caso, no parece que vaya a ser así, porque la apuesta por las células madre embrionarias seguirá su curso y hoy por hoy es la principal autopista hacia el sueño de solucionar enfermedades como el Parkinson o la diabetes. En cambio, la tercera vía de investigación en discordia y que sí parece que puede tener los días contados es la clonación embrionaria o terapéutica, que hasta el propio `padre' de la misma, Ian Wilmut, ha decidido abandonar.

 

 

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