El matrimonio compuesto por Shari Springer Berman y Robert Pulcini ha llevado una muy prometedora trayectoria en el cine independiente, con varios premiados documentales. Se dieron a conocer internacionalmente gracias a «American Splendor», experimento a medio camino entre el reportaje con personajes reales y la recreación ficcional, del que ha quedado su conexión con el actor Paul Giamatti. «Diario de una niñera» supone su primera incursión en el cine comercial de Hollywood, dentro de un proceso despersonalizador que ya hemos visto otras tantas veces y que puede resultar decepcionante. De entrada la pega que presenta la película es que los productores la han planteado como un segundo «El diablo viste de Prada», con lo cual su existencia está condicionada por la búsqueda de un éxito que nunca va a ser igual.

Lo que cambia con respecto a su precedente es la profesión de la protagonista, ya no se trata de una chica que entra en el sofisticado mundo de la moda, sino de otra que se ve convertida en niñera de una familia rica. La comparación se debe a que «Diario de una niñera» también se basa en un libro de éxito previo escrito por alguien que probó suerte en el sector, en este caso Emma McLaughlin y Nicola Kraus, que trabajaron cuidando los niños en la zona residencial más exclusiva de Manhattan. En tono sarcástico, las autoras trazan una crítica de esa alta sociedad en los aspectos de su vida doméstica, lo que incluye la explotación del personal a su servicio. En pantalla la propuesta pierde verosimilitud por culpa de la estelar Scarlett Johansson, que ofrece una imagen demasiado cándida, casi como una Mary Poppins de hoy en día, y sin relación con la televisiva «Super Nanny».