Los jóvenes directores mexicanos Israel Cárdenas y Laura Amelia Guzmán sorprendieron ayer en el Festival Internacional de Cine de Gijón con «Cochochi», un relato intimista de la vida de los indígenas de la sierra Taraumara. El filme, que se proyectó ayer dentro de la sesión oficial, descubre las costumbres de los habitantes de la comunidad raramuri, en el valle de Okochochi, al norte de México, donde los niños se hacen adultos rápidamente y casi sin solución de continuidad.

Los realizadores han querido rendir un homenaje a una cultura «desconocida», incluso en su propio país, y dejar «registro de la lengua» raramuri a través de la historia de dos niños que al finalizar la escuela primaria se enfrentan a un futuro de adultos. Cárdenas y Guzmán señalaron ayer en rueda de prensa que la idea de esta película les surgió al hacer un viaje al valle y descubrir un modo de vida que tuvieron la «necesidad imperiosa de contar».

«Cochochi» tiene un ritmo especial que sugiere la relatividad del tiempo para contar una historia cotidiana en la sierra Taraumara, protagonizada por Evaristo y Luis Antonio, dos niños que se representan a sí mismos, al igual que el resto de los personajes, en un rodaje abierto a las circunstancias que se iban produciendo. El largometraje narra el viaje de los dos hermanos a caballo a través de la sierra para llevar medicinas a un familiar y las dificultades que se encuentran en el camino.

También pasaron ayer por la sala de prensa la directora de «Tout est perdonné», Mia Hansen-Love, y la actriz protagonista de la cinta, Marie Cristine Fiedrich, que compiten en la sesión oficial con una coproducción franco-austríaca donde se profundiza en las relaciones de pareja cuando la frontera del amor y el desamor es demasiado estrecha y el paso del tiempo coloca de nuevo las cosas en su sitio.

Según la directora, ha rodado este largometraje para «hacer el duelo» de una vivencia personal que había tenido con su tío, en el que se inspiró para el personaje de Víctor, el marido que vive en soledad su divorcio y que muere tras reconciliarse con su hija. Hansen-Love señaló que había querido mostrar la fuerza del impulso del amor y no un ajuste de cuentas con el pasado.