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Muy presidenta para lo bueno y para lo malo

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Iñaki IRIONDO

Eusko Alkartasuna es un partido muy presidencialista y Begoña Errazti ha sido muy presidenta durante los ocho años que ha estado el frente de la Ejecutiva Nacional. Y esto tiene un peligro: los logros de gestión quedan en el haber del partido, pero los errores pasan inmediatamente al debe personal.

El 21 de noviembre de 1999 Begoña Errazti asumió una empresa enormemente difícil, sustituir a Carlos Garaikoetxea. Esto muestra su fortaleza de carácter. Porque «el lehendakari» era como un dios para todos los militantes de EA. De hecho, hoy, ocho años después de su retirada, Carlos Garaikoetxea sigue siendo un referente indiscutible incluso para los más altos cargos del partido y es, probablemente, la persona con más autoridad, con quien se consultan las grandes líneas estratégicas y que sigue con atención toda la vida interna de su Eusko Alkartasuna.

Y Errazti dio el paso en un Congreso en el que ya se dibujaba una división interna en EA. Salió elegida con el apoyo del 64,5% de los votos, compitiendo por el puesto con Koruko Aizarna. Se veía que las cosas no iban a ser fáciles dentro del partido.

Sobre lo que ocurría fuera, cabe apuntar que cuando apenas llevaba una semana en el puesto, es decir, cuando todavía ni se había asentado en el despacho, ETA anunciaba el cese del alto el fuego que había mantenido desde setiembre de 1998, lo que acabó provocando la ruptura del acuerdo de Gobierno que PNV y EA mantenían con Euskal Herritarrok en el Ejecutivo de Lakua y un distanciamiento entre las fuerzas que habían constituido el Acuerdo de Lizarra-Garazi. En cualquier caso, EA nunca rompió los puentes con la izquierda abertzale, y con el liderazgo de Begoña Errazti ha participado en proyectos comunes como el Foro de Debate Nacional.

Pero el fuerte carácter de la presidenta, que contribuyó a que resistiera las presiones que a buen seguro le hicieron sus socios de coalición, el PNV, y algunos sectores de su propio partido para que pusiera fin a la colaboración con la izquierda abertzale, también le llevó a ir ahondando las diferencias con el sector crítico del partido. Es más, en lugar de ganar nuevos apoyos durante su primer mandato, los fue perdiendo. Y si en 1999 sus oponentes sumaban el 35,5% de los votos del congreso, en 2003 se elevaban al 40%. El secretario general que le había acompañado en esta primera singladura, Gorka Knörr, pasaba a formar parte de la lista alternativa, y dos de los tres consejeros que el partido tenía en el Gobierno de Lakua tampoco estaban entre sus apoyos.

A pesar de su firmeza, Be- goña Errazti es una mujer amable y simpática, de sonrisa fácil. Sin embargo, ante la prensa adopta una posición defensiva, que en ocasiones le hace aparecer como cortante y alguna vez le ha llevado a cometer importantes errores de comunicación. Por ejemplo, tras el anterior congreso, unas declaraciones suyas pusieron en cuestión la continuidad de los consejeros Sabin Intxaurraga y Angeles Iztueta, que sin embargo continuaron en el Gobierno hasta que finalizaron su mandato.

Mujer de fuertes convicciones independentistas y socialdemócratas, ha marcado la línea ideológica de EA durante sus dos mandatos y ha tenido también su peso en la estrategia que mantiene el Gobierno presidido por el jeltzale Juan José Ibarretxe.

Y, llamativamente en una mujer de ideas tan claras, su declive dentro del partido se ha dado por afrontar con demasiadas dudas y contradicciones una decisión clave para el futuro de EA, la de acudir en solitario o en coalición con el PNV a las últimas elecciones municipales y forales. Cometió dos errores: uno, decantarse abiertamente por una opción -además la perdedora y la que contradecía el sentido del Congreso anterior- antes de que la Ejecutiva tomara la decisión final; dos, dilatar los tiempos, tratar de sacar ventaja del momento de la convocatoria de la reunión y gestionar muy mal el resultado, dando lugar a una división interna que hubo que cerrar con un Congreso extraordinario.

Desde ese momento, las relaciones dentro de la propia Ejecutiva Nacional se degradaron de forma notable. Y de ello ha quedado constancia hasta en la despedida. Begoña Errazti ha retrasado hasta el extremo la comunicación de su decisión sobre si optaba o no a seguir presidiendo el partido. La excusa de que era preciso que el debate se centrara en la ponencia política y no en las personas hubiera tenido consistencia si se tratara de una estrategia consensuada con la dirección del partido. Sin embargo, los máximos dirigentes de EA se enteraron prácticamente al mismo tiempo que la prensa de las intenciones finales de Errazti.

El próximo 16 de diciembre cerrará una etapa política una mujer a la que es preciso reconocer su arrojo, valentía y claridad en los objetivos finales, pero a la que en las cuestiones internas acusan de no tener la mano izquierda necesaria para dominar las situaciones conflictivas y le reprochan que ha salido de cada crisis aumentando su lista de enemigos.

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