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ANÁLISIS | CRISIS EN LA REAL SOCIEDAD SAD

Una Junta marcada por las condiciones de Iñaki Badiola

Hasta APARS, que votará en contra de las propuestas del Consejo, entiende que en la Junta de esta tarde no se puede someter a votación la petición de Badiola de ver las cuentas. Diversas fuentes aseguraron ayer a GARA que Santos no se va a presentar y sería un grupo de empresarios de Gipuzkoa los que integrarían una lista de consenso

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Joseba ITURRIA

La Real Sociedad SAD vive una Junta General Ordinaria en el velódromo de Anoeta dentro de una crisis que ha llevado al Consejo a convocar elecciones el 3 de enero ante la irrupción de Iñaki Badiola, cuyas condiciones de ver todas las cuentas para entrar en el club y de adquirir el 35% del capital social para seguir marcarán la cita de hoy.

Las Juntas en la Real Sociedad SAD han adquirido en los últimos años una trascendencia que no tenían en los primeros ejercicios tras la conversión. Hasta 1999 eran un trámite. El Consejo de Luis Uranga presentaba datos económicos fabulosos y una estabilidad deportiva en la zona media alta de Primera que eran aprobados por unanimidad sin necesidad de realizar votación alguna. No había ninguna discusión importante. Eran casi reuniones familiares de unos accionistas que convertían la Real en la SAD más ejemplar, tanto por el reparto accionarial como por los resultados deportivos y económicos.

La Real no vivió debates ni elecciones desde el último descenso de 1962. No podía haber debates sobre su filosofía porque económicamente la Real estaba obligada a competir con lo que le proporcionaba su cantera y a vender periódicamente algún jugador para que no se fueran los demás. Sólo en 1989 se decidió abrir las puertas a fichajes de tres extranjeros, pero todo dentro de una unidad que no se rompió por ese debate, a lo que ayudaba la ausencia de confrontaciones electorales.

Las directivas eran elegidas de forma consensuada y siempre había sólo un candidato respetado por todos hasta que éste se cansaba y decidía entregar el testigo a otro. Tras el ascenso, Antxon Vega de Seoane (1962-67) abrió el camino a José Luis Orbegozo (1967-83), que tras las dos Ligas cedió el mando a Iñaki Alkiza (83-93), que dejó la responsabilidad a Luis Uranga (93-2001) tras la conversión en SAD. La última reelección de Uranga se produjo en una Junta Ordinaria el 26 de agosto de 1997 en la que era el cuarto punto del orden del día que se solventó, como los demás, por unanimidad, sin necesidad de que los accionistas se levantaran para votar.

El éxito económico se convirtió en la ruina del club. Si hasta 1995, con el paso a Anoeta, había conseguido la inyección económica necesaria para mantenerse sin apuros en Primera con el apoyo de los traspasos de Lasa y Alkiza para fichar a Océano, Carlos Xavier y Luis García, a partir de ese año se unieron las ventas de Joseba Etxeberria, Kodro, Karpin, Juan Gómez, Gracia, Craioveanu y Kovacevic. En cinco años la Real ingresó por venta de jugadores el equivalente a cincuenta millones de euros, una inyección a la que se unió el incremento espectacular de los ingresos por televisión.

La Real pasó de tener un presupuesto de 1.300 millones de pesetas en la temporada 1994-95, a casi doblarlo en la 95-96 (2.287), a triplicarlo en la 96-97 (3.855) y a cuatriplicarlo en la temporada 99-2000 (4.214), pero seguía con una política prudente. La Real gastaba menos de lo que ingresaba y tenía dinero en el banco.

Las medidas populares para llenar a Anoeta, como no subir las cuotas o no cobrar días del club, motivaron que ver fútbol fuera más barato que en ningún otro sitio y se llegó a 27.000 abonados cuando, con el paso al estadio, se pensaba que 20.000 era una utopía. La llegada de más aficionados y las posibilidades económicas que tenía el club aumentaron las expectativas. Ser noveno era un fracaso y acabar el trece en la 1999-2000 se convirtió en un drama que llevó a Uranga a tener que sacar el dinero del banco y ponerlo en el campo, que era lo que le exigía un grupo de comunicación.

El último presupuesto de Uranga fue de 5.169 millones de pesetas, casi cinco veces más que el de cinco años antes y luego tuvo que gastar 1.500 en invierno por Demetradze y Luiz Alberto. Podía hacerlo porque con los ingresos que había generado dejó el club en una situación idílica pese a esos desembolsos, pero a partir de ahí se siguió la línea de buscar soluciones fuera con un dinero que ya no había y empezó la crisis.

Con las elecciones empieza la división social en marzo del 2001 cuando Astiazaran derrota a Gibelalde y Gallo, que entre los dos sumaron más votos que el actual presidente de la LFP. Fue la primera vez que se votó en una Junta y desde entonces la crispación ha sido grande. Las elecciones impiden trasmitir un mensaje sensato y dejan perdedores. Nadie se ha atrevido a decir que la Real con sus ingresos no puede fichar grandes jugadores, ni puede vivir por encima de sus posibilidades, que debe tener un saldo positivo entre ventas y compras, que no puede endeudarse como otros clubes por falta de patrimonio y que el objetivo no es estar en Europa, sino seguir en Primera.

Astiazaran y Denon Erreala no quisieron buscar tanto el consenso con otras sensibilidades como ganar las elecciones y eso les llevó a hacer creer que ellos tenían la llave para hacer lo que la afición quería. Pero ninguno pudo cumplir las expectativas que generó y lo único que consiguieron es que este club haya empeorado su situación económica, deportiva y social.

Continuos cambios, siempre a peor, han sido la tónica de los últimos años. Cada nuevo Consejo cambiaba lo que encontraba y eso, lejos de solucionar los problemas, los agudizaba. Cada cambio tiene un coste doble, hay que pagar al que entra y al que sale, y la estructura del club ha crecido de manera exagerada, sobre todo con Zubieta XXI. En el presupuesto de la temporada 2000-01 estaban recogidos 150.000 euros para reparación y conservaciones y en el que se votará hoy entre este concepto y la seguridad se gasta 1,3 millones, para un coste total de Zubieta y el fútbol base de 4,6, más que todo el presupuesto del Numancia, en puestos de ascenso.

Pese a ello los últimos Consejos no han apostado por la cantera hasta el tercer año de sus mandatos, cuando tampoco tenían otra alternativa y la terca realidad les demostraba que la Real sólo tiene un camino para su viabilidad. Todos pensaban que iban a ser capaces de subir los ingresos, pero no han tenido más alternativa que suplicar a instituciones y Kutxa para poder afrontar los pagos y para que la Real viviera por encima de sus posibilidades con traspasos y fichas de jugadores que, en su mayoría, eran peores que los canteranos a los que cerraban el paso.

La huida hacia adelante acabó con el descenso por no cumplir Denon Erreala con su compromiso de devolver al club a sus raíces ni de equilibrar ingresos y gastos. Si en vez de pagar en enero del 2006 3,5 millones en Skoubo y Stevanovic se hubieran gastado meses antes en Llorente y Aduriz y se hubiera apostado por los canteranos que encontraron en el club, sin fichar todo lo que se fichó la pasada temporada, es probable que la Real siguiera en Primera y con una economía saneada. Pero se hizo lo contrario y ha acabado en Segunda y sin dinero.

Antes del 30 de junio se perdió la oportunidad de impulsar una candidatura de consenso que devolviera a la Real a lo que ha sido antes de 2000. Un club unido que tuviera claro que tiene unos recursos limitados y que debía ajustarse a ellos. Había las condiciones ideales para lograr el consenso y la unidad, pero nadie dio un paso porque tanta división ha convertido a los consejeros en diana de la frustración y casi nadie está dispuesto a exponer su prestigio en un ambiente enrarecido.

Por ello, la Junta del 30 de junio para ratificar el Consejo sólo vino a ratificar que no tenía el respaldo de un sector importante y que no iba a ser capaz de lograr la unidad necesaria. De nada le valió hacer lo que debía a partir de ese momento. Esta vez sí eligió a dos personas ideales para desarrollar el único modelo que puede seguir este club y sí apostó por los jugadores que debía. Pero había una herida abierta con el Consejo, que los mismos que quisieron cerrarla en junio al ver su deseo de dar a Toshack un papel -que por suerte no ha alcanzado-, la han abierto al facilitar a Badiola una difusión mediática exagerada que ha permitido pensar que con él es posible el modelo imposible que pretende que la Real sea un club que aspire a Europa con equipo de cantera y extranjeros que marquen la diferencia.

La aparición de Badiola ha enconado la división social. El primer partido en Anoeta tras anunciar su deseo de sustituir al Consejo y adquirir el 35% del capital social generó el peor ambiente vivido en el estadio en toda su historia y obligó a De la Peña a dimitir y a sus compañeros a arrojar la toalla. Pero dejar el camino libre no les va a valer para tener esta tarde una Junta tranquila. Badiola pone como condición que se le permita ver hasta el último ticket de aparcamiento para presentarse y se espera que en el turno de ruegos y preguntas alguien pida que se vote el permiso a Badiola para hacer una diligencia debida previa, lo que crearía un precedente inaceptable por el que cualquier persona que anuncie una candidatura pueda tener acceso a todos los contratos del club.

APARS entiende que hoy no se puede votar esa petición. Sí anunció que votará en contra del cierre de cuentas y del presupuesto a pesar de confiar en el informe de auditoría y en la información económica que recibieron en el club ayer. Badiola, que pone la condición de ver todas las cuentas para presentarse, calificó ayer como «el preámbulo del final de la Real» si no ve satisfecho su deseo.

APARS manifestó su deseo de quedarse al margen del proceso electoral, aunque reiteró ayer que no confía en el proyecto y la figura de Badiola tras confirmar en un viaje a Hong Kong que la sociedad no tiene la envergadura que se le da en Donostia.

Badiola no ha convencido con sus palabras ilusionantes a los accionistas que se han preocupado de buscar información sobre el grupo chino. No tienen confianza en el tipo de sociedad que preside y ven muchos riesgos porque su única aportación económica, al margen de las camisetas que se puedan vender en dos aeropuertos -nadie se cree que puedan llegar a 5,5 millones anuales-, está condicionada a su deseo de obtener el 35% del capital social. Además ha trasmitido que quiere que se apruebe una ampliación a medida para que sólo su sociedad pueda comprar un 30% por sólo 2,8 millones de euros. El otro 5% lo quiere comprar a accionistas.

Por eso los accionistas importantes recelan de Badiola, pero también muchos de los pequeños que representan más del 70% del capital social y que no están dispuestos a aceptar su principal condición. Tampoco ha convencido a personas que conocen la Real y el fútbol su promesa de fichar jugadores de gran nivel. De entrada, dice que vendrán en enero cuatro que son el 12 o el 14 en Primera, cuando ningún club cede a nadie que esté entre los 16 más utilizados. Hay aficionados que se lo creen porque Badiola sabe cautivar, pero la gran mayoría quiere mantener su status actual. Y el problema es que se ha generado un ambiente que dificulta la entrada de otro candidato porque se le apuntaría como el impulsado por un partido o por los grandes accionistas, o se le acusaría de continuista o de no querer que se sepa la verdad.

Miguel Santos no estaría decidido a presentarse en ese ambiente y, según informaciones que llegaban ayer a GARA desde distintos ámbitos, si él no acepta, la alternativa a Badiola la encabezarían varios empresarios guipuzcoanos. Lo ideal es que consigan aglutinar al máximo de sensibilidades y a la mayoría de accionistas que no confían en la opción china y que Badiola se retire y se limite a tener una relación comercial que beneficie a la Real y a él. Porque la peor de todas las condiciones que pone es que sólo aceptaría trabajar para conseguir beneficios para la Real en China si gestiona el club. ¿Cómo se puede asegurar que la Real va a desaparecer en 8 meses si no entran los ingresos que él dice que puede captar y negárselos si no se aceptan todas sus condiciones?

Por suerte para este club la decisión la tienen muchos accionistas, los grandes y los pequeños, que representan el 70% del capital social. Ellos decidirán desde hoy si aceptan todas las condiciones de Badiola o defienden el modelo societario, deportivo y económico que hizo que la Real fuera ejemplar en la época de Uranga, la referencia a tomar, hasta que se ganó demasiado dinero y se perdió la cabeza.

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