Un libro describe a una Ertzaintza garante de los intereses del PNV
El donostiarra Joxean Agirre ha pretendido poner ante el espejo de los hechos a la Ertzaintza en un libro que ha editado Txalaparta. Una Policía autonómica que considera aún tema tabú, y cuyas entrañas resultan infranqueables muchas veces. El autor ofrece, basándose en hechos probados y datos, la visión de que más que un cuerpo policial al servicio de los objetivos del país se trata del «brazo armado» que salvaguarda los intereses jeltzales.
Gari MUJIKA |
«¿Cipayos? Policía vasca o brazo armado del PNV». Con este título clarificador, el ex prisionero político donostiarra y licenciado en Sociología Joxean Agirre bucea en lo que a su entender sigue siendo un tabú en la sociedad vasca. Se basa para ello en la trayectoría histórica de la Ertzaintza y en un aluvión de datos y «hechos incontestables que confirman la pretensión de hacer de la Ertzaintza una policía al servicio del PNV y de sus mutantes intereses». Pero no es un libro de análisis más. Se trata de un texto que, por vez primera, con nombres y apellidos, y datos probados, ofrece el esquema político por el que surgió y se afianzó la actual Ertzaintza.
En el Kafe Antzokia Doka de Donostia, Joxean Agirre compareció ayer en compañía de Luis Beroiz, padre del joven Andoni Beroiz -que fue detenido y denunció torturas de la Ertzaintza-, y de Karlos Santxiz, hermano de la fallecida Kontxi San- txiz, además del editor de Txalaparta, José Mari Esparza. El libro, que consta de 370 páginas ilustradas con varias fotografías, está dividido en tres partes que recogen diferentes momentos de la trayectoria de la Ertzaintza, así como una reflexión sobre cuál es la policía que necesita la Euskal Herria de mañana, una vez que el proceso democrático aterrice en el país.
Agirre no reniega de una Ertzaintza que simbolice la soberanía del país, sino de su proceder como salvaguarda de los intereses del PNV y como estamento represivo contra el independentismo, al servicio del Estado español.
¿Símbolo de soberanía o del PNV?
Una policía propia para Euskal Herria y que respondiera a las necesidades de los vascos. Esta fue la premisa con la que el entonces dirigente del PNV Telesforo Monzón procedió a constituir la Ertzaña que nacería bajo el Estatuto de 1936.
No obstante, tal y como recoge Agirre, incluso en aquellos años se dejarían entrever «las dos almas del PNV» en la personalidad que querían imponer a esa policía. A partir del nacimiento de aquella Ertzaña en 1937, bajo la presión franquista, el libro relata los pasos y los impulsos políticos posteriores para llegar al proceso de diseño y control de la actual Ertzaintza o Policía Autonómica Vasca.
En el segundo capítulo de la primera parte, se desgrana, por ejemplo, cómo se diseñó y se constituyó una policía ligada al Estatuto de Gernika y al PNV. El libro detalla cómo los destacados dirigentes jeltzales Luis Maria Retolaza y Eli Galdós fueron los principales protagonistas de esa creación. Una policía en la que, desde el primer momento, los principales cargos fueron copados por personas elegidas «a dedo» por Sabin Etxea.
Narra que el PNV contó con la ayuda, en diferentes niveles y momentos, tanto de EEUU como de Gran Bretaña o de Israel, cuyo servicio secreto sería contratado por la formación jeltzale. Fruto de ese convenio, a la muerte del dictador Franco dos docenas de militantes del PNV recibieron entrenamiento militar en Las Landas, «con el objetivo de convertirlos en futuros instructores».
Récord de heridos
Retolaza, años más tarde, fue llevado al banquillo de los acusados por el pinchazo teléfonico al lehendakari Garaikoetxea. Pero también quien creó el grupo Ekintza de la Ertzaintza, que, aun no siendo oficial, fue preparado para la «lucha contra ETA». El libro cuenta que su sede sería una casa de Donibane Lohitzune que fue comprada por Eli Galdós y Javier Zumalde. El mismo Galdós fotografiado en el cuartel de la Guardia Civil de Intxaurrondo haciendo entrega al general Enrique Rodríguez Galindo de la bandera española actual, en sustitución de la franquista. Un «peaje político» que también pagó Retolaza en La Salve de Bilbo.
Pero lo que sin duda alguna evidencia su papel represivo al servicio de Madrid es el dato objetivo que lanza Agirre en el libro: la Ertzaintza ocasionó más vascos heridos entre 1993 y 1997 que la Policía Armada y la Guardia Civil juntas entre 1977 y 1981. Agregando el matiz que la Ertzaintza no tiene competencia en Nafarroa, y el resto de cuerpos de FSE, sí.
El término «cipayo» aplicado a la Ertzaintza se lee con interrogantes en el titular del libro. Una cuestión, por tanto, a dilucidar por el lector.
De forma exhaustiva e impregnado de datos, el libro realiza un repaso histórico del nacimiento y el posterior desarrollo de la Ertzaintza como Policía autonómica, hasta llegar a la configuración del actual cuerpo policial.
Aparte del proceder represivo de la Ertzaintza, el autor lanza una reflexión sobre qué tipo de Ertzaintza necesitará la Euskal Herria de mañana, en la que un proceso democrático sea una realidad.