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La estrecha línea entre victoria y derrota

Los electores venezolanos decidieron rechazar, por un estrecho margen de votos, la propuesta de reforma constitucional presentada el pasado agosto por el presidente Hugo Chávez. Esa iniciativa abría la puerta a cambios determinantes que, sin embargo, pueden hacerse realidad de otro modo, por la acción de gobierno, en los cinco años de mandado que restan a Chávez. Establecía la Constitución el salario mínimo, pensiones de jubilación y baja de maternidad; rebajaba la edad de voto a los 16 años y universalizaba el derecho a votar de los extranjeros que residen en el país.

Sin embargo, apenas han trascendido dos nociones del contenido de esa reforma: la extensión del mandato presidencial a siete años sin límite de reelección y la supuesta abolición de la propiedad privada. Son muchos los estados llamados democráticos en que no existe impedimento para repetir mandato, y por descontado nadie atribuyó un «carácter dictatorial» a Jacques Chirac por permanecer 12 años en el Elíseo o a Felipe González por protagonizar tres mandatos seguidos e intentar sin éxito un cuarto. Por lo demás, el texto constitucional no abolía la propiedad privada, sino que definía cinco tipos diferentes de propiedad: pública, social, colectiva, privada y mixta.

Tales matizaciones resultan pertinentes porque esas informaciones contaminadas han distorsionado el debate y enconado la polarización, como también parece oportuno señalar que a la vista de la tranquilidad con que discurrió la votación, la limpieza de la misma -avalada por observadores del campo del sí y del campo del no-, la celeridad en hacerse oficiales los datos y el inmediato reconocimiento de su derrota por Chávez... el líder venezolano tiene un comportamiento político un tanto inusual en un «dictador».

Ese ejemplo de democracia neutraliza los discursos golpistas y puede dar bazas futuras al proyecto bolivariano. Eso sí, siempre y cuando éste aborde -al margen de presiones externas- la reflexión sobre las prioridades y los ritmos que aconsejan este «pequeño no».

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