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IBILIZ IBILI | ANTXON ITURRIZA

Otoño en Artikutza travesía por la barranca de Urdallue

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El enclave de Artikutza es un oasis de tranquilidad y belleza en otoño. Sus bosques se van dorando lentamente bajo el sol tibio de noviembre, con la placidez que le otorga su condición de espacio libre de la práctica de la caza. Es una época ideal para recorrer sus antiguos senderos, que se abrigan de hojarasca presintiendo la cercanía del invierno.

Nuestra andadura se inicia junto a la casa forestal de Exkax (650 m.), hasta la que llegaremos en coche desde Oiartzun.

Caminamos durante unos minutos por la carretera que desciende al poblado de Artikutza hasta encontrar en el borde izquierdo la señalización de un sendero balizado. Abandonamos el asfalto y penetramos en el bosque de Exkaxpe. El camino va descendiendo entre un magnífico hayedo y cruza dos regatas por sendos puentes de troncos. Pronto llegamos hasta una indicación que nos invita a asomarnos a la bella cascada de Erroiarri.

Tras describir un ligero ascenso, el camino balizado comienza a perder altura y desemboca en una langa. Al otro lado encontramos una pista cementada que desciende rápidamente hasta el poblado de Artikutza (325 m.).

Antes de proseguir, merece la pena recorrer visualmente las edificaciones de este pequeño núcleo, que vive aislado del mundo al estar el acceso al mismo condicionado a la obtención de un permiso en el Ayuntamiento de Donostia.

Nuestra ruta continúa por la pista que va ascendiendo hacia el embalse. Cuando, poco más adelante, ésta describe una curva muy cerrada, buscamos en la alambrada un paso que nos permite descender a la regata de Urdallue. Cruzamos un puente y, avanzando unos metros por la orilla, localizamos un sendero ascendente que va ganando altura con decisión entre el hayedo. En algunos momentos su traza se difumina entre la hojarasca. Hay que leer en el terreno las huellas de la antigua senda y, en cualquier caso, ir subiendo hasta confluir con una amplia pista que desciende hacia las ruinas de la ferrería de Goizarin.

El mojón de Orreaga

Ni siquiera cruzaremos la pista: unos pasos más arriba localizaremos el arranque de otra senda señalizado con un hito de piedra. Nos adentraremos en rumbo E., hundiéndonos en el manto de hojas muertas. Una tenue senda nos sitúa frente a un pequeño puente. Cruzado éste, nos encontraremos ante los muros abandonados de lo que fue la ferrería de Urdallue.

Unos metros más arriba, viramos a la izquierda para seguir un ancho camino. Al paso observaremos las oquedades de lo que fue la mina de Lapurzulo. Más adelante se unirá a nuestro paso un estrecho canal que proveía de agua al depósito de Lizarurdiñeta.

Cuando alcanzamos el final del canal, descendemos unos metros. Daremos así poco más adelante con una amplia pista que sube desde Artikutza. Será nuestra guía para ascender duramente por ella al encuentro de un collado marcado con un poste indicador, ya en terreno despejado. Muy cerca nos queda ya la cima de Izu (829 m.) hasta la que llegaremos salvando el corto repecho que nos separa de su cumbre. El panorama se nos abre ahora espectacularmente sobre el valle de Arantza y hacia las montañas del Bidasoa.

Siguiendo hacia el norte un estrecho sendero abierto en paralelo a la alambrada enlazaremos en el collado de Amekerrun con el camino nos permitirá cerrar nuestro circuito. Más adelante cruzaremos por el collado de Pagolleta, donde nos verá pasar un viejo mojón que muestra inciso el báculo del monasterio de Orreaga, al que perteneció la finca hasta el siglo XIX.

Nuestro regreso a Exkax será un paseo tranquilo y delicioso, adentrándonos en algunos momentos en los hayedos y disfrutando en otros de amplias perspectivas sobre los magníficos bosques que forman la reserva de Artikutza, con su embalse turquesa haciendo contraste entre los oropeles otoñales.

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