M. luisa martin abia Abogada. Madrid
Un abrazo solidario
Las detenciones de la mayor parte de los acusados en el 18/98, en una sentencia filtrada a los medios de comunicación antes de que les fuera notificada la los propios acusados, ha supuesto otro gran mazazo tras el fin de las negociaciones con el Gobierno (si es que por parte de éste hubo alguna vez hubo «de hecho» un principio) y ello no sólo por las graves penas de prisión que los periódicos han adelantado, sino por la forma en que se han producido las detenciones, con los medios de comunicación avisados de antemano y todo un despliegue mediático con el único fin de ensuciar más si cabe la figura de los detenidos-condenados, de escupir más lodo sobre ellos. Los mismos medios de comunicación que callaron las atroces torturas sufridas por algunos de los acusados, por mencionar sólo un ejemplo.
He asistido como observadora al juicio oral durante los largos y difíciles 16 meses que el 18/98 ha durado y he sido testigo no sólo del gran número de irregularidades procesales cometidas en el mismo, también de la parcialidad del Tribunal y sobre todo de la ausencia de pruebas que sustentasen las graves acusaciones que pesaban sobre los acusados en general y sobre algunos de ellos en especial. Por eso, las penas a que se les condena, que exceden en la mayor parte de las solicitadas por el Ministerio Fiscal, me parecen injustas e inaceptables. No sólo se ha tratado de un juicio político, sino que, contrariamente a los más elementales principios del derecho, no se han juzgado hechos, sino a personas, vascos rebeldes que se niegan a aceptar las directrices de Madrid, hombres y mujeres que han dedicado su vida a luchar no sólo por los derechos de los ciudadanos de Euskal Herria, sino también por los de otros lugares, dentro y fuera del Estado español. En suma, Derecho de autor, que nada tiene que ver con la justicia.
Esta sentencia aún suena a arbitrariedad y venganza. Tras más de ocho meses y medio de espera, se ha hecho pública en pleno periodo preelectoral, creo que no por casualidad, sino con una contribución más a que la «España una, grande y libre» que nos legó el dictador siga intacta.
Además de mostrar mi repulsa por semejante decisión judicial, que supone un paso más en la persecución inquisitorial a que los vascos están siendo sometidos hoy como ayer, quiero enviar un gran abrazo solidario especialmente a los encarcelados, pero también al resto de los 52 acusados, de quienes durante 16 meses he recibido tantas lecciones de entereza y dignidad. De todo corazón deseo que la fuerza de la razón termine por triunfar sobre la razón de la fuerza.