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Fermín Gongeta Sociólogo

¿200.000 euros? Graznan las cornejas

La libertad no ha aumentado proporcionalmente a la conciencia que el hombre ha adquirido de ella. ¿Hasta cuándo los jueces españoles se van a considerar dioses del derecho y de su justicia y equidad?

Me quema el deseo de empezar manifestando que muchos son los licenciados que, con algunos años de trabajo a sus espaldas -felizmente- tardarán más de 15 años en conseguir «cobrar» doscientos mil euros brutos. Pero me callo el dato. Porque una cosa es lo que dice el borracho y otra lo que dice el tabernero.

El artículo de opinión aparecido en GARA el 29 de noviembre titulado «¿200.000 euros?» me ha sorprendido por su paralogismo -falso razonamiento-, sobre todo en sus dos primeras columnas, en las que se cimenta el resto; son las razones que aducen sus autores para justificar la existencia de Konpondu, la «dinámica de participación ciudadana puesta en marcha por Lenhendakaritza».

Esa parte del escrito se puede dividir en dos piezas fundamentales, la primera en que manifiestan el contexto político de los últimos años y la segunda en que tratan de presentar la fórmula para recuperar la esencia de la política..., sus objetivos, los medios y el origen.

Contexto: «En los últimos años, ha crecido el número de excluidos de la política». Esta primera afirmación es no solamente cierta, sino evidente, salvo para quien padece de ceguera voluntaria. Se entiende por excluir, el quitar a una persona del lugar que ocupa».

En estos años hemos sido excluidos de la vida política. El Gobierno del Reino ha ilegalizado partidos, dirigentes, asociaciones, medios de comunicación, ha secuestrado a personas y enseres. Y esta exclusión, eliminación y separación ha sido realizada por la ley de la fuerza bruta, que no del derecho democrático, fundamentándose en una Ley de Partidos elaborada expresamente para ese fin.

Contrariamente a lo que señalan los autores, la exclusión política nunca se puede realizar en base a la «sensación de inutilidad del ejercicio de una democracia de `baja intensidad'». La «sensación de inutilidad del ejercicio de una democracia» puede conducir únicamente a una autoexclusión. Y la autoexclusión, como el nomadismo político, responde más a planteamientos sicológicos que a posicionamientos políticos. Uno dimite, cambia de partido, colabora con el gobierno, se autoexcluye de la lucha. La sensación de inutilidad no es causa, sino efecto de la antidemocrática Ley de Partidos. Los autores cometen el error de non sequitur, explican su conclusión a través de afirmaciones inadecuadas.

Introducen también un segundo error en la definición del contexto cuando afirman: «La relación con los partidos políticos e instituciones se vuelve más utilitaria... con pocas esperanzas para la influencia o la interacción».

Esta afirmación -a la que añadiría la frustración de las esperanzas de diálogo- no es efecto, sino fuente, origen y causa de que aumente el escepticismo respecto de la actividad política de nuestros responsables. El escepticismo del pueblo tiene su origen en el utilitarismo demagógico de los políticos.

Continúan diciendo que «se tiende a la legitimación apática. A la aceptación del sistema en tanto en cuanto funcione bien... hay resistencias. Pero no parece que sean capaces de seducir como antes» ¡Como si la acción política fuera problema de embelesamiento!

«En este contexto -prosiguen- surge con fuerza una fórmula para recuperar la esencia de la Política, la participación ciudadana... expresando la rebelión... para permitir otras rebeliones... ¿Está mal buscar otras rebeliones?».

Tengo ante mí el escrito de los profesores de Ciencias Políticas. ¿Qué pretenden decirnos manifestando por tres veces en un párrafo su pretendida «rebelión»? Me ruboriza. Cada uno puede hacer de su capa un sayo y de su vida lo que le venga en gana. Pero no se puede intentar engañar utilizando palabras altisonantes, junto a acciones triviales promovidas desde el poder. Uno puede engañarse a sí mismo incluso haciendo solitarios. No es de recibo que se utilicen justificaciones no solamente carentes de lógica, sino enfrentadas a ella. Es difícil comprender que la dinámica de Konpondu sea una «rebelión» distinta a las existentes, como dicen ellos, y montada desde el poder. Nos encontramos frente al «error de definición» de la rebeldía. ¿Qué entienden por rebeldía? ¡Hasta el mismo Albert Camus les suspendería por no asimilar su texto del hombre rebelde! ¡Entender por rebeldía movilizar a más de quinientas personas! «El hombre rebelde -dice Camus-, es un hombre dedicado a reivindicar un orden humano en el que todas las respuestas sean humanas, es decir, razonablemente formuladas», y este no parece el caso.

Mientras escribía este artículo me llegó la noticia de que la Audiencia Nacional española había ordenado la detención de 46 personas procesadas en el macrosumario 18/98. Las detenciones fueron ordenadas por la Audiencia Nacional antes de hacer pública la condena, que dicen será el día 10 de diciembre.

No puedo seguir escribiendo ni pensando en lo escrito por Ibarra y Ahedo. Tal vez tras estas detenciones, con el resultado de este juicio farsa, tengan un movimiento de auténtica rebeldía, de la que supera y trasciende el paraíso del intelecto vacío y radiante, y salgan a la calle para apoyar a los detenidos por delitos de opinión, y sepan unirse a la ola que se levantará en todo Euskal Herria.

Y los hombres conscientes y libres de la España predemocrática, ¿se levantarán contra estas aberraciones judiciales? ¿O preferirán continuar bajo la opresión inquisitorial que no ha cedido desde la época medieval? La libertad no ha aumentado proporcionalmente a la conciencia que el hombre ha adquirido de ella. ¿Hasta cuándo los jueces españoles se van a considerar dioses del derecho y de su justicia y equidad, descendientes de lo inefable?

«Graznan las cornejas y aleteando se dirigen a la ciudad; pronto nevará. ¡Feliz aquel que aún tiene patria!» (F. Nietzsche). Uno tiene la profunda sensación de que en Euskal Herria nunca dejó de nevar. Felizmente que algunos aún tenemos patria, la de la libertad de pensamiento, la de la lucha por la verdad, la del sentido crítico.

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