alpinismo Primera en solitario en estilo alpino
Tomaz Humar escala en solo la sur del Annapurna
Tras repetir en el extremo más oriental una vía al lado de la «polaca», el alpinista esloveno pisó el Annapurna Este (8. 047 m) en duras condiciones.
Andoni ARABAOLAZA | DONOSTIA
Desde el punto de vista informativo, ha costado mucho tener constancia de la última actividad de Tomaz Humar. A diferencia, por ejemplo, de su escalada en solitario a la sur del Dhaulagiri, esta vez el esloveno ha prescindido de internet. De esta forma, para cuando llegaron las primeras noticias de su solitario a la sur del Annapurna transcurrieron varias jornadas. Desde su patrocinador, la italiana casa Camp, nos hacían saber que Humar se había hecho con una nueva línea, una que se encuentra justo a la izquierda de la ruta que en 1988 abrieron los legendarios alpinistas polacos Artur Hajzer y Jerzy Kukuczka. Pues bien, no parece ser cierto. Y es que, según la web alpinist.com y la revista italiana «Alp», la vía ascendida por el esloveno corresponde a una expedición llevada a cabo en el 2000 por un grupo desconocido, que escaló en estilo alpino la sur de la pared del Kangsar Kang o Roc Noir (7.485 m). Al parecer, este equipo formado por tres miembros (no tenían permiso y, por ello, no dijeron quiénes eran) eligió la línea más lógica de esa sección de la pared, en la zona más oriental de la sur del Annapurna. La ruta polaca, en cambio, se muestra más peligrosa. Según han confirmado los protagonistas de la apertura de la ruta, Humar siguió exactamente dicha línea, y aseguran que en su ascensión apenas se encontraron con terreno de dificultad técnica.
A pesar de no firmar una nueva ruta, el esloveno se ha hecho con la primera en solitario a la sur del Annapurna en estilo alpino, y con eso creemos que está dicho todo. El propio Humar ha querido recalcar que no tiene ninguna importancia: «Ha sido una actividad en la que me he sentido muy tranquilo. Se habla mucho de estadísticas, de números... pero a mí no me va eso. Ha sido una expedición enteramente dedicada a mi alma. Con esta actividad no he querido demostrar nada a nadie».
Humar no lo tuvo nada fácil, sobre todo por las condiciones climatológicas: «Cuando empecé a escalar, el viento de norte-noroeste (Jet Stream) llegó a ser insoportable, con rachas de 100-150 km/h». Tras la pertinente aproximación a la montaña, el esloveno montó el campo base en compañía de Jagat Limbu y el doctor Anda Perdan.
Dos días de ida y vuelta
Tal y como ha informado Humar a Gara, la cronología de la escalada empieza el 24 de octubre. Junto a Limbu, cruzó el glaciar y gestionó un terreno mixto y pilares de hielo hasta alcanzar el muro principal a 5.800 metros de altura. Montaron el primer vivac. Al día siguiente, ni se movieron del vivac a causa de los fuertes vientos. El día 26 comenzó a escalar a las 6 de la mañana: «Sin cuerda ni arnés, tan sólo el material de vivac, algo de comida y combustible. Dejo todo lo demás con Jagat. Cavo un agujero en el hielo a 7.200 metros. Es mi segundo vivac».
De nuevo, otra jornada completa sin moverse, y es que la rachas de viento alcanzaban los 100 km/h. El 28, día de cima, iba a ser duro e intenso. La alarma suena a la 6 de la mañana. No ha dormido nada. El cielo está despejado, pero hace mucho frío y el viento golpea fuerte. El servicio meteorológico suizo le alerta de que no salga a la arista por los vientos fuertes provocados por el Jet Stream. Escala ligero, con dos litros de zumo que se hielan a primera hora. Después de dos horas escalando, llega a la cresta a 7.500 metros. A pesar del viento, continúa hasta la cima este. Son las 10 de la mañana, y Humar lleva ya escalando una buena parte de la cresta. Cuanto más alto está, las caídas de hielo y nieve aumentan su frecuencia e intensidad, y el riesgo de avalanchas es más extremo.
A las 3 de la tarde, por fin, hace cima en el Annapurna Este (8.047 m): «Rezo y me siento salvado. Aunque el tiempo hubiera sido bueno, no habría continuado a la cima principal a 8.091 metros. Dios ya me permitió alcanzarla en 1995. Fue mi primer ochomil. Inmediatamente comienzo el descenso. La sombra de la cornisa de nieve está creciendo. Llamo a Jagat para decirle que vuelvo. Estoy muy cansado, y hace ya mucho que no he podido ni beber ni comer. Ya está completamente oscuro y no puedo ver ninguna de mis huellas. Me he perdido, pero en el fondo de mi alma sé que Dios está conmigo. Mi frontal no funciona por las bajas temperaturas, y tengo que esperar en el frío y la oscuridad hasta que salga la luna. Llego a mi vivac a 7.200 metros a las 20:23. Estoy completamente exhausto».
Humar se prepara para dar a conocer su escalada. Coge el teléfono y envía el siguiente sms: «Bendito Sea. Estoy en el vivac. Nueva ruta hasta los 7.500 metros. A partir de allí, el viaje más largo hacia mi interior. Annapurna Este y vuelta después de 14 horas en tiempo terrenal. Todo ha ido bien. Pero si soplara este viento conduciendo, iría más despacio».
Tras el mensaje, se prepara una taza de té y practica la meditación mientras espera a que amanezca. A las 8 de la mañana comienza su descenso al primer vivac (5.800 m). Cuatro horas después se encuentra con su colega Limbu, y continúan hasta el campo base. Son las 20:30.
Mucha paciencia
Hasta ahí la cronología de la actividad de Humar, una expedición que la ha bautizado como la expedición de la paciencia: «Tuvimos que estar muy atentos a la ventana de buen tiempo. Todos los días nevaba o llovía. Sólo tenía una oportunidad. En el apartado técnico, lo más complicado fue el comienzo; es decir, atravesar el pilar de roca y el laberinto de la parte inferior de la vía hasta donde Jagat y yo montamos el primer vivac. A partir de ese punto la escalada no fue difícil. Muy larga, pero al mismo tiempo muy segura. Superar la cresta este fue otra historia. A pesar de que tenía el viento de cara, iba lo más rápido posible. La última parte me costó varias horas, sobre todo por culpa de la nieve costra. Además, el viento era tan violento que me tenía que tirar a la nieve para no volar. El descenso también fue duro. Sin frontal, con el líquido congelado, sin poder beber durante muchas horas, perdido, con zonas de hielo duro y delicado...».
Como es habitual en Humar, la conclusión de su escalada a la sur del Annapurna transciende a lo terrenal: «Simplemente, he seguido a lo que dictaba mi instinto. Es un juego por la vida. Un viaje que hago hacia mi interior. Antes de partir del campo base pensé, medité y escribí. Todo ha sido como una ecuación y la consecuencia de vibraciones. Ello genera un pensamiento, y luego se desarrolla en una idea. La idea vive en nuestra cabeza, y depende de nuestra honestidad, de la vigilancia de la mente, de la vida...».
Esta vez, como señalábamos al principio, no ha sido una expedición mediática: 11 días después de llevarla a cabo se conocieron los primeros detalles: «Informé de mi actividad en Katmandú a Elisabeth Hawley y Richard Salisbury. Llegué a casa, y lo primero fue estar con mi familia. Todo lo que hago en la vida lo dedico para mí. Sin presiones. Vivir y dejar vivir. En noviembre del año pasado estuve en el Himalaya. Hice el Mera Peak (6.467 m) y luego el Baruntse (7.220 m) por la norte y la cresta oeste. Fue una escalada muy particular. Me hizo sentirme bien. Un mes después, realicé un trekking con mi padre de 76 años y mis hijos Tomaz y Ursa, de 11 y 15 respectivamente. Y me sentí todavía mejor. Con mi actividad en el Annapurna no he querido demostrar nada a nadie. Lo hago para mi alma».
De esta forma explica Humar su última escalada en el Himalaya. Una actividad en solitario, estilo alpino y rápido a la sur del Annapurna y con la consecución de su cima este, que, por cierto, fue pisada por primera vez en 1974 por los catalanes Josep Manuel Anglada, Emilio Civis y Jordi Pons; eso sí, la escalaron por la vertiente norte. Lo de la apertura de la nueva vía (el esloveno eso creía en un principio) parece estar muy claro que no fue cosa de él, sino de una expedición pirata.
«Ha sido una actividad en la que me he sentido muy tranquilo. Se habla mucho de estadísticas, de números... pero a mí eso no me va. Ha sido una expedición enteramente dedicada a mi alma».
Rachas de viento de 100-150 km/h, riesgo extremo de avalanchas, nieve o lluvia todos los días... Las duras condiciones climatológicas han marcado la última actividad del escalador esloveno.