El candidato de Putin a su sucesión le «postula» como primer ministro
Con una puesta en escena impecable y un control total de los tiempos, el Kremlin ha destapado en 24 horas el velo sobre el futuro institucional de Rusia a menos de tres meses de las primeras elecciones presidenciales de este nuevo milenio sin Vladimir Putin como cabeza de cartel. El candidato a sucederle, Dmitri Medvedev, le ha propuesto como primer ministro, lo que deja a las claras que el actual inquilino del Kremlin seguirá siendo el hombre fuerte de Rusia.
Dabid LAZKANOITURBURU
«Es importante mantener la eficacia del equipo. Por ello, es decisivo para nuestro país mantener a Vladimir Putin en el crucial puesto de primer ministro», señaló en una declaración solemne televisada el candidato del Kremlin a asumir la Presidencia tras las elecciones del 2 marzo, Dmitri Medvedev.
El todavía viceprimer ministro hizo esta declaración justo 24 horas después, minuto arriba minuto abajo, de que la agencia Ria-Novosti anunciara la víspera su candidatura a la presidencia con el apoyo de Putin.
La coreografía de ambos anuncios se ha revelado impecable, siquiera en términos de formalidad democrática. Fueron los cuatro partidos pro-Kremlin los que proponían a Medvedev para la Presidencia. Un día después, es este último quien desde su atalaya de candidato a ocupar el Kremlin, propone a Putin para dirigir el Gobierno.
Y lo hizo apelando a la «necesidad de garantizar la continuidad de la orientación iniciada hace ocho años» por Putin. Hasta emuló su acento apocalíptico al destacar que «esta política, elegida por nuestro pueblo estos últimos años, ha evitado la destrucción de la economía y de la esfera social de nuestro país, ha evitado una guerra civil».
El servicio de prensa del Kremlin reaccionó con un lacónico «sin comentarios» a la propuesta de Medvedev aunque no hay analista, oficialista u opositor, que sostenga que el anuncio no había sido consensuado con anterioridad.
Cuando en octubre pasado el congreso del partido en el poder, Rusia Unida, propuso a Putin encabezar el Gobierno al término del segundo mandato consecutivo que le permite la Constitución, el jefe del Kremlin calificó de «totalmente realista» la sugerencia. Advirtió entonces que era algo prematuro y exigió dos condiones previas: ganar las elecciones legislativas que se celebraron mes y medio después, el pasado 2 de diciembre y «elegir como presidente del país a un hombre capaz, honesto, moderno, con el que se pueda trabajar en pareja».
La primera condición se cumplió con creces con la rotunda victoria electoral de Rusia Unida. La nominación de Medvedev sería la segunda.
Putin, quien mientras Medvedev comparecía en televisión recibía en el Kremlin a un grupo de empresarios, se limitó a decir que «los ciudadanos darán su confianza al que ha hecho de la democratización y del progreso su prioridad».
La mayor parte de los analistas consideran seguro que Putin se convertirá en primer ministro. «Mantendrá una cierta incertidumbre durante un tiempo y anunciará su decisión tras conocer los resultados de las presidenciales», augura el analista pro-Kremlin Gleb Pavlovski.
Unas presidenciales en las que, como ocurrió en las legislativas, volverán a convertirse en un plebiscito sobre la gestión de Putin, lo que garantiza a Medvedev su victoria.
Siguen las elucubraciones
Entre los analistas cercanos al Kremlin no falta quien augura que estaríamos ante el principio del final de siglos de poder fuerte controlado desde el Kremlin y apuntan a la posibilidad de que Rusia pase de un sistema presidencialista a uno parlamentario. Más comedido, Sergei Markov, candidato de Rusia Unida, insiste en que la opción del primer ministro era la más sencilla y destaca la laxitud de la Constitución rusa, que permitiría aumentar los poderes del futuro jefe de Gobierno. Markov aporta otra clave para justificar el esquema de poder futuro: «Putin controlará no solamente la mayoría parlamentaria sino a los siloviki», clan ligado a los servicios secretos que, liderados por él mismo, comparten la cúpula del poder en Rusia.
Mientras la prensa rusa coincidía antes de conocer el anuncio de Medvedev en augurar que este último disfrutará de poderes reducidos, la pléyade de analistas cercanos a la oposición liberal insistía en dejar abiertos todos los escenarios: Putin presidente del Parlamento, líder nacional... Y advertía sobre el supuesto riesgo de una bicefalia en el poder en Rusia.
Olga Krychtanovskaia, reputada especialista del clan de los siloviki, insistía en la última de las hipótesis sobre el futuro de Putin, al que le augura como primer ministro en un paréntesis de un año. Tras él, «habrá nuevas presidenciales con Putin o un nuevo Estado que reúna a Rusia y a Bielorrusia y dirigido por él mismo».
Irónico, el ensayista Boris Kagarlitski sentencia: «Rusia es un país de sorpresas y no sabemos ni lo que elegimos. Votamos por un Parlamento y hemos obtenido un presidente. Votamos por Putin y tenemos a Medvedev».
El designado sucesor de Putin en el cargo de presidente, Dmitri Medvedev, es un político absolutamente leal y de perfil liso que, además de permitir a su mentor mantenerse en la cúspide del poder, cuenta con buena prensa en Occidente. «Es el más débil de todos los pretendientes potenciales», asegura Olga Krychtanovskaia, socióloga especialista de las élites en la Academia de Ciencias de Rusia.
Los analistas lo presentan en las antípodas de los siloviki, los funcionarios del FSB y del Ejército diseminados en la cumbre del poder, con Putin a la cabeza. Situado en el sector de los liberales, el todavía viceprimer ministro debe toda su carrera a Putin por el que profesa una indisimulada admiración.
«Detrás de Medvedev no hay nadie fuera del propio Putin. Medvedev es incapaz de crear su propio clan y dependerá siempre de Putin», señala Yuri Korgoniuk, analista de la Fundación Indem. Esta «debilidad» explicaría, siempre según esta tesis, su victoria sobre el otro principal aspirante, el ex ministro de Defensa y ex agente de los servicios secretos Sergei Ivanov. Destacan, asimismo, que en su calidad de tecnócrata y presidente de Gazprom -y representante de Rusia en foros como el de Davos-, el candidato definitivo es más atractivo para Occidente. «Pese a todo lo que se ha visto, en el fondo Putin está muy orientado hacia Occidente», asegura Alexandre Konovalov, del Instituto de Investigación Estratégica.
No falta quien, desde la oposición liberal y prooccidental, destaca la posición liberal, en política y economía del candidato.
El presidente Putin aseguró en una reunión con empresarios rusos que no alberga intención alguna de instaurar un sistema de capitalismo de Estado. «Sólo queremos apuntalar a las actuales empresas estatales para que puedan competir en igualdad en los mercados mundiales».
La canciller alemana, Angela Merkel, saludó la experiencia económica y gubernamental de Medvedev y auguró una «buena cooperación» si es elegido presidente. EEUU se limitó a señalar que su posible candidatura es una cuestión interna rusa.
El Gobierno noruego denunció ayer que las actuales maniobras aeronavales rusas en el Mar del Norte, cerca de plataformas petroleras y gaseras, habrían provocado el cierre del tráfico de helicópteros de estas instalaciones.
El otrora emisario del Gobierno checheno en el exilio, Ahmed Zakaiev, fue invitado a Polonia donde participó el lunes en un programa de televisión con motivo del Día de los Derechos Humanos. Varsovia trata de mejorar las deterioradas relaciones bilaterales con Rusia.