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Maite Ubiria Periodista

«Amados terroristas»

Tirofijo es un señor. No lo digo yo, que le tengo un miedo razonable a los tribunales. Lo dice alguien que no está contaminado -al menos por valores democráticos-. Con su uniforme, con sus armas pesadas, con sus guerrilleros, con sus cautivos, con sus asaltos, con sus bajas en combate... Marulanda es un señor. A él se refirió con tan educado - y adecuado- tratamiento el presidente Nicolas Sarkozy, el mandatario que llama bandidos a los jóvenes de las banlieues y les amenaza con más cárcel y policías; el dirigente que cuando se cuestiona su política de garrote, cuando se enuncia simplemente el argumento de que tras la revuelta popular asoman descarados los problemas sociales no resueltos, se remueve inquieto y, tras proclamar la muerte del pensamiento, se suelta con aquello de que «quienes tratan de justificar lo injustificable es que están dispuestos a perdonar lo imperdonable». Perdonado quedará, señor Marulanda, si nos libera a la señora Ingrid Betancourt, cuyo cautiverio en la selva conmueve a los mismos a quienes les dejan fríos los reiterados informes de organismos internacionales sobre el trato infrahumano a que se somete a los ciudadanos que purgan pena en las mazmorras de la República.

Por lo demás, se diría que las «listas negras«, las sanciones y las políticas de exclusión tienen un uso más bien arbitrario y una vida un tanto efímera. El Elíseo agasaja estos días al «terrorista de terroristas». Y no es para menos, porque la República va a firmar contratos -militares, atómicos, civiles... ¡qué mas dará!- por valor de 10.000 millones de euros. Como bien sabrán ustedes, Gadaffi es todo un señor y Libia no es un «estado terrorista» sino un rico país hermano.

La «terrorista» UÇK y sus «terroristas» dirigentes son hoy los gobernantes democráticos que van a acordar con la UE y EEUU el modo y momento de promulgar la independencia de Kosovo. Les advierto contra la tentación de extraer lecciones de ese nacimiento por fórceps de un nuevo Estado europeo. Que ni a un vasco -oséase, sujeto procesable- se le ocurra cuestionar los dos axiomas: en el siglo XXI las fronteras no se mueven y, por descontado, la violencia nunca lleva a obtener objetivos políticos. A no ser que la ejerzan los señores -¿o serán terroristas?- de la OTAN bombardeando Serbia, Irak, Afganistán...

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