Entervista en víspera de la jornada de paro
«Este pueblo está concienciado, y no hay represión que supere eso»
Han sido unos de los días más intensos de toda una vida de trinchera política. El jueves fue detenido por la Guardia Civil. Pasó dos noches en Soto del Real, donde le desnudaron y le pusieron un buzo blanco «como si fuese un mono». El sábado, en los calabozos de la Audiencia Nacional, conoció que tenía cáncer de próstata. Horas después volvía a su casa de Bergara, más convencido aún de que el Estado español va perdiendo la batalla frente a un pueblo al que ha visto crecer durante 30 años.
Negoció con el PNV en Xiberta, visitó a Suárez en nombre de los vascos, conoce la negociación Gobierno-ETA... pero la vida le tenía reservadas aún más sorpresas. Una condena de 22 años, una detención por la Guardia Civil, un nuevo encarcelamiento en circunstancias personales muy crudas. Ha vuelto seguro de que «vamos ganando». 30 años después, ve «cimientos de roca». Y espera otra prueba mañana, en la hora de paro contra esta «condena de Estado».
Después de una década con este proceso a cuestas, ¿qué sensación tuvo cuando vio que empezaban las detenciones y que iba a haber una condena general?
Vi ya la fotografía completa del proceso, todo el diseño, con claridad meridiana. No ha sido siquiera una decisión de gobierno, sino de Estado. Una decisión tomada hace nueve años y en la que Garzón, los jueces, los fiscales, los abogados... han sido meros colaboradores, protagonistas del teatro. Un teatro en que se han reído de los abogados de la defensa, de los condenados...
22 años de cárcel por impulsar un periódico...
Tenían que hacer una pirámide. Y como presidente del Consejo de Administración, me tocaba ocupar la cúspide. Es sólo eso.
Muchos han comparado este proceso con el de Burgos...
Sí. Hay una similitud precisamente en eso: el Estado necesitaba una condena para redondear el proceso. Cerrar ``Egin'', por ejemplo, fue una decisión de Estado. Aznar lo dijo claro: «¿Pensaban acaso que no nos íbamos a atrever?». No lo dijo un funcionario ni un ministro; lo dijo el presidente del Gobierno. Así que, como en Burgos, tenían que condenar, y para eso tenían que crear un delito inexistente. No he visto que Guardia Civil, Policía Nacional, peritos o testigos hayan demostrado un solo cargo. Ni uno.
En Burgos se juzgó a militantes de ETA, pero en el 18/98 ni siquiera eso. ¿El Estado es más fuerte que entonces, o es que sus razones son más débiles?
Tengo muy claro que el Estado está más débil. Entonces el tribunal tenía una cobertura dictatorial. Ahora no dudan en poner en crisis su propia democracia. Ya no son capaces siquiera de mantenerla.
¿Teme que haya gente que trabaja en la construcción nacional que le vea las orejas al lobo?
Indudablemente ellos pretenden que sea algo ejemplarizante, pero va a ocurrir lo contrario. Va a activar aún más el espíritu de lucha, para lograr lo que históricamente hemos buscado.
Se pide «responder como pueblo» ante estos ataques, pero a la vez se subraya que fuerzas como el PNV les dan cobertura...
Una cosa es lo que el PNV dice y otra es lo que hace. El PNV está muy contento porque se cerrara «Egin» o porque se ilegalicen algunas siglas, porque le beneficia. No sólo está contento, sino que lo está alimentando. Hay reuniones que no trascienden, pero que existen. Su última aspiración ni siquiera es debilitarnos, sino aniquilarnos.
Pero el 18/98 es un castigo, un castigo cruel, y no podemos estar insensibles ante esto. No entiendo que el PNV o el Gobierno Vasco no se sientan afectados. Que ante una huelga de una hora sindicatos como ELA se abstengan, no lo entiendo. ELA tiene mucho discurso; habla mu- cho pero hace poco, y las personas y las instituciones se conocen por lo que hacen, no por lo que dicen.
¿Dónde hay antídoto contra estos ataques, entonces?
La solución está en la respuesta que está dando el pueblo vasco. Yo llevo 35 años en esta lucha, y mi balance es tremendamente positivo. Veo un pueblo mucho más informado, mucho más culto, mucho más concienciado y mucho más identificado consigo mismo. Ahí está la fuerza, y no hay represión ni dictadura que sea capaz de superar eso.
Hace 30 años que José Luis Elkoro fue a hablar con Suárez. Luego han pasado Calvo Sotelo, González, Aznar, Zapatero...
...Y no he oído nada nuevo. Es un disco rayado. Y ocasiones ha habido. Yo he conocido tres o cuatro de ellas, pero no han sabido aprovecharlas. No he visto talla en los políticos, ni en los españoles ni en los vascos. Ahí está Xiberta. Por puro egoísmo, el PNV no fue capaz de dar un paso positivo, no tuvo coraje.
¿Estamos en la misma encrucijada? ¿Le recuerda a aquello?
Totalmente, sobre todo cuando se estaba produciendo la negociación. Yo veía ahí Xiberta, pero con la diferencia de que ahora estaba también el PSOE en la mesa. Me venía a la cabeza lo que nos dijo Arzalluz cuando aquello dio un viraje de 180 grados y se estropeó: «Las competencias están en Madrid, tenemos que tener relación con un partido de Madrid». Ahora, en cambio, estaba el PSOE... Entonces fue el PSOE quien sacó al PNV de Xiberta, a cambio del Pacto Autonómico, que al inicio era algo interesante. Pero luego, tras las elecciones, le dijo: «Si te he visto, no me acuerdo».
¿Y pasará ahora lo mismo?
No, la situación no es la misma. 30 años no han pasado en balde. Nosotros entonces éramos algo incipiente, pocos, con poca fuerza: en estos 30 años hemos crecido, tenemos cimientos de roca enraizados en el pueblo vasco. La lucha puede durar muchos años, pero ese edificio es inexpugnable. El PNV no será capaz de llevar adelante su proyecto.
Ramón SOLA
A sus 72 años, José Luis Elkoro pasó en apenas 60 horas por todo tipo de lugares y sentimientos. Estuvo esposado y hostigado por la Guardia Civil para que las cámaras no recogieran su imagen. Vivió el afán de humillación de los carceleros de Soto del Real. Pasó la primera noche en una celda de castigo. Pero lo peor estaba por venir. Una auténtica carambola del destino hizo que conociera en los calabozos el resultado de una biopsia que se le había realizado días antes: «Tienes cáncer de próstata», le dijo su abogado. Los jueces no tardaron en firmar su carta de libertad. Pero Elkoro teme por sus compañeros. «He pasado dos días en un auténtico infierno», asegura con convicción. Y eso que ni los calabozos ni la cárcel ni los tribunales eran una novedad para él.
Todo empezó a mediodía del jueves, en casa. Antes habían tratado de detener a su hijo Iñigo confundiéndole con él. Un despropósito más. «Me llevaron en un coche en el que estaba esposado, pero además con dos guardias civiles con la mano encima del hombro, uno a cada lado. Estuve dos horas de calabozo en Intxaurrondo. Y de ahí, en otro coche hasta Madrid, también esposado, en una situación muy incómoda que no entiendo; parecía como si tuvieran que esconderme de las cámaras cuando yo no tenía ningún reparo en aparecer», explica. En general, fue llamativo el interés general de las FSE en ocultar todos estos arrestos. ¿Vergüenza?
Incomodidades al margen, el ex alcalde de Bergara matiza que en general «el trato de la Guardia Civil fue mucho más correcto que el que recibí de la Ertzaintza cuando estaba en Martutene». Se refiere a hace una década, cuando toda la Mesa Nacional fue encarcelada.
Pero si algo le ha dejado conmocionado, es lo que encontró en prisión. Como mera anécdota difícil de interpretar, cuenta que fueron recibidos con carteles y camisetas de «Vive la France!» por los carceleros. «Algunos actuaron con corrección, pero otros eran provocadores, maleducados, era evidente que buscaban una respuesta. No sé qué hubiera pasado entonces. Todo el funcionamiento está destinado a desanimar, a machacar... Primero te desnudan y te ponen un buzo blanco. Me sentí como un mono de feria. A la noche me quisieron meter en la celda con un preso común: les dije que yo no era quién para juzgar a esa persona, pero que yo era un preso político y sólo estaría con otro preso político. Entonces me llevaron a una celda de castigo».
Sus captores desconocían quizás que Elkoro fue la cara visible del Grupo de Alcaldes y que formó parte de la delegación vasca que se entrevistó con Adolfo Suárez en 1977. No sabían que ha sido alcalde, juntero, parlamentario en Gasteiz y senador en Madrid. Que, por encima de cargos, su trayectoria política es una referencia en Euskal Herria. O quizás incluso sí lo sepan. El caso es que Elkoro ha conocido una situación carcelaria «terrible. Es un castigo que sufren a diario muchos vascos y que un pueblo no puede aceptar». «He vuelto muy preocupado por los compañeros, temo realmente por ellos», afirma.
Ya el sábado, cuando estaba a punto de subir al tribunal, el resultado de la biopsia llegó hasta Madrid. «En aquellas circunstancias fue un golpe terrible; tuve que superarlo porque no tenía otra alternativa», narra. Pero asegura que en la cárcel no habría sobrellevado la situación.
Afortunadamente, pudo volver a casa, donde ayer recibió a GARA. Con las ideas más claras que nunca: «Yo soy creyente. Creo en Jesucristo y en su doctrina. Trato de hacer bien las cosas que considero que son buenas. Esto es lo que mantiene mi ánimo. Y creo que una de esas cosas buenas es mantener este país auténtico, original, con unas costumbres y con una lengua que dos estados que nos rodean quieren eliminar. Nosotros no decimos que la nuestra sea mejor o peor, sólo que queremos mantenerla».
R. S.