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Alta ferocidad

Como sucede en los cuentos infantiles, el conflicto en torno a la Y vasca está llegando a un punto álgido, a un momento de tensión donde tanto el público local como el foráneo empieza a prestar mayor atención al asunto. Son muchas las personas que en los últimos meses han empezado a preguntarse y preguntarnos en qué consiste este proyecto, porque estamos en contra de algo que en principio parece bueno para la gente, para resolver los problemas del transporte y que supondrá una gran inversión, la mayor presupuestada por la Administración para una infraestructura en Euskal Herria. A mi entender, la versión del TAV que el Gobierno vasco trata de transmitir es un cuento, un relato sarcástico.

El espejo. Vivimos una época esperpéntica, donde a la razón se le hace difícil digerir los graves contrastes de discursos sobre la realidad socio-política. Llega a resultar patético y produciría carcajadas ver lo que vemos y oír lo que oímos en otro contexto, pero en la delicada situación que padecemos genera tristeza y malestar. Un ejemplo. Este jueves 13, mientras una larga y numerosa movilización de protesta por los encarcelamientos del sumario 18/98 recorría el campus de Leioa, una docena de estudiantes de nuestra facultad con una pancarta en el suelo cerraban el paso a un par autobuses universitarios y a un buen número de coches en protesta por las condiciones en que Bizkaibus realiza el transporte universitario. Al pasar, un estudiante con megáfono en ristre increpaba a los manifestantes que atravesábamos su espacio de protesta por la falta de apoyo e implicación para con sus reivindicaciones. Vivimos en un país pequeño, y alguien comentaba que el padre del chaval, cargo público socialista, hace pocas semanas defendía en un artículo de opinión la Y vasca con ardor. Y ¿qué tiene que ver una cosa con otra?, habría que preguntar al espejo mágico.

El príncipe. Para el próximo año 2008 las arcas del Gobierno de Gasteiz van a dedicar casi 600 millones de euros a las obras del TAV. El príncipe Y del cuento vasco va a absorber tal cantidad de recursos económicos en los próximos años que el pueblo llano tendrá que olvidarse dedicar recursos a proyectos y planes para mejorar la calidad y los servicios públicos de transporte durante el lustro que durará la obra, según los augurios del palacio madrileño. Y es que las arcas no dan para todo. Si el príncipe se come prácticamente todo pastel del transporte público, poco o nada quedará para el resto de personajes de este cuento. Esto es, el príncipe TAV afecta de manera directa y con gran impacto a los pueblos y poblaciones por donde su séquito no pasa. Siendo cierto que el príncipe sólo tiene pensado visitar las capitales, los afectados por su impacto no serán sólo las poblaciones de su recorrido, sino todas aquellas que verán desvanecerse sus sueños de mejora y promoción del transporte público.

El tren de la abuela. Es curioso que nuestros abuelos hace 50 años dispusieran de más kilómetros de ferrocarril que nosotros. Desde hace 30 años ingentes cantidades de dinero se han gastado en la reina carretera y los planes de las diputaciones y del Gobierno autonómico parecen tener ojos sólo para ella. Por eso uno se enciende cuando los amigos le dicen que el movimiento ecologista, la cenicienta del cuento, tendría que dedicar más tiempo a promocionar el tren. Conozco experiencias locales (Txorierri, Basauri, Iparralde...) y nacionales como las redes vasca y navarra a favor del Tren Social que están tratando de potenciar el ferrocarril, pero la cruda realidad es que las escavadoras del príncipe TAV hace algunos meses están destrozando el paisaje alavés. Siendo absolutamente necesario promocionar nuevas formas de movilidad y potenciar el uso y las redes de tren frente a la reina carretera, lo perentorio es atender al príncipe del cuento que, imponiendo su lógica, hipotecará el futuro de las comunicaciones en este país.

El lobo. Como era de esperar en todo cuento que se precie, no pueden faltar la tensión y el miedo. Todo el mundo sabe que son numerosos los grupos y variadas las siglas de la oposición al príncipe TAV, pero el lobo mediático dice que, aunque nos neguemos a reconocerlo, seguimos el guión marcado por los violentos. Somos las marionetas de un guiñol que la mano terrorista ha pasado a controlar, y lo peor es que somos tan ilusos que no nos damos cuenta. Y son tiempos muy duros, como demuestra el sumario 18/98, para mirar para otro lado y desoír que el lobo aúlla. ¿Quién dice que no se atreverán a procesar a quienes promueven consultas populares, argumentando que están dictadas por una estrategia oculta y violenta? El lobo nos recuerda lo que sucedió en Lemoiz, en Leitzaran y en Itoiz. Y uno se pregunta, ¿dónde ha estado la violencia en Itoiz si no es en las palizas y la cárcel sufridas por los solidarios y solidarias? No, no hay colorín colorado. El final del cuento sigue abierto y da para muchos finales. Yo me sumo a lo que dicen las ovejitas: ¡No al tren de alta ferocidad!

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