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Oskar Bilbao Marido de Marisol

Una gran mujer

Hace más de 23 años conocí a mi mujer, Marisol Monasterio Agirregoitia, en una noche de juerga, y lo primero que le pregunté fue: «¿quieres casarte conmigo? Ella me dijo que no, pero por algún motivo una relación especial comenzó entre nosotros. Con ella he disfrutado a tope de la vida de mil formas: bailando en verbenas, en manifas, de vacaciones, en el monte, trabajando en su baserri, haciendo largas caminatas y (algo muy especial para mí) paseos por el pueblo agarrados de la mano como dos tortolitos. Ha sido una mujer muy independiente y muy luchadora (sindicalmente, políticamente, frente a la injusticia...), y por una maldita enfermedad (cáncer de pulmón) nos casamos hace ocho meses.

Hemos tenido tiempo para hablar de todo, y me pidió cinco cosas: Que no la llevara a la iglesia, que no mostrara su última imagen en el tanatorio, que la incineraran, que esparciera sus cenizas donde yo quisiera (las esparcí en su querido baserri), y que no hiciera nada especial para ella porque decía que no era más importante que nadie.

Al final accedí a que se le brindara un pequeño homenaje porque creo que se lo merecía. Un agradecimiento especial al dantzari por el aurresku de honor y a mi prima Laura por su gran voz a la hora de cantar «Xalbadorren heriotza» y en general a todo el mundo que acudió tanto al tanatorio como al cementerio para su incineración.

Para terminar quisiera decir que gracias a ella volví a aprender euskera (lengua que perdí de niño).

Eskerrik asko denoi azkeneko agurra emateko etortzeagatik.

Beti arte bihotza.

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