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Maite SOROA

Olentzero de Pedro J.

Pedro J. Ramírez se dedica a conceder premios navideños, en plan Olentzero, según su particularísimo criterio. El regalito ha correspondido en esta edición a Nicolas Sarkozy, entre otras poderosas razones, por «la firmeza que el nuevo presidente francés está demostrando con ETA» y por su decidida apuesta «por la reivindicación de genuinos valores como el trabajo, la libertad individual y las señas de identidad que han configurado Europa a lo largo de su historia. Sarkozy encarna la esencia de un liberalismo sin complejos, que rompe con la tradición intervencionista gaullista». O sea, el premio, para la derechona.

El carbón -no cabía esperar otra cosa- es para Hugo Chávez porque «ha elegido la vía de llevar a Venezuela a un socialismo totalitario, con un toque de populismo para hacer digerible la amarga experiencia. Chávez también ha acumulado méritos más que sobrados para ser designado Enemigo del Año. Su talante ha quedado en evidencia tras la celebración del reciente referéndum, en el que ha sufrido un duro revés. En lugar de acatar la voluntad popular, Chávez ha insultado a quienes han votado en contra de su reforma constitucional y ha dejado claro que seguirá con sus planes (...) Su incidente con el Rey refleja su manera de actuar y el resentimiento que mueve sus acciones. Su grave problema es el profundo desprestigio internacional en el que ha caído: sólo Evo Morales y Fidel Castro le apoyan, entre otras razones, por la ayuda que reciben». O sea, el castigo para quienes defienden los intereses de los más pobres. Y lo del «incidente» con Borbón es para echarse a reir y no parar.

Y por último, en el colmo del estrambote, Pedro J. Ramírez «ha elegido al pequeño pueblo vasco de Lizarza como Ciudad del Año. Hay muchos Lizarzas en el País Vasco y muchas personas como su alcaldesa Regina Otaola, que libran una silenciosa batalla contra ETA y su entorno. El Ayuntamiento de Lizarza, con la bandera española ondeando en su fachada, se ha convertido en el símbolo de la resistencia cívica contra una amenaza totalitaria que pretende excluir de la vida política y de las instituciones a los vascos que no son nacionalistas. Lizarza es una llama que mantiene viva la esperanza de esos ciudadanos que jamás se van a rendir ante el chantaje porque aman su tierra y quieren seguir viviendo en ella». Lizartza -alguien lo tenía que decir- es una localidad ocupada por gentes ajenas. Con armas y correajes. Lo demás es puro cuento.

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