Helen Groome Geógrafa
Llevar, de nuevo, los libros a casa
Si nosotras y nosotros necesitamos un descanso, nuestras hijas e hijos también. Y sin embargo, un porcentaje del alumnado habrá llevado a casa, una vez más, deberes para las «vacaciones»
Las luchas a favor de los derechos de la población trabajadora brillaban por su ausencia en mi educación reglada. La palabra huelga simplemente no existía ni en los libros de texto ni en las aulas. Y eso que recuerdo que estando yo en el colegio hubo una de las huelgas más duras que vivió Inglaterra y que nos dejó sin electricidad más de una vez, pero que ni siquiera así se convirtió en temática de aula. Así, con la excepción de una breve mención del movimiento Luddite (y por supuesto desde el punto de vista de que iba en contra del «progreso») y una escueta referencia a que se iba cambiando el número de horas que la población juvenil y adulta tenían que (eso, «tenían que») trabajar, podría haber salido del colegio pensando que las condiciones laborales de la población trabajadora era lo que eran por naturaleza, de por sí y desde hace ni se sabe cuánto tiempo.
En su día una parte de la población trabajadora logró el derecho a unas vacaciones, la duración de las cuales ha ido cambiando con los años. Unos días en los que, por el motivo que fuera pero entre otros por la necesidad de «descansar», en general no se trabajaba por un sueldo. ¿Se imaginan el escándalo si un día antes de cualquier día de fiesta o las vacaciones las personas que nos emplean nos llamasen para decir que como en nuestros respectivos lugares de trabajo no se haya logrado producir lo previsto tendremos que llevar algún trabajillo a casa a terminarlo allí? Dejando de un lado el que las mujeres ya sabemos mucho de ir a casa para seguir trabajando y que hay trabajos en los que el concepto de «vacaciones» aún no existe o no encaja bien (pregúntasele a gente que ordeñen vacas de leche), gran parte de la población trabajadora de nuestro ámbito geográfico tiene el derecho al descanso del trabajo remunerado habitual en los días de vacaciones.
¿Cómo es que no reconocemos, entonces, nuestra hipocresía frente a nuestra descendencia? Si nosotras y nosotros necesitamos un descanso, nuestras hijas e hijos también. Y sin embargo, un porcentaje más o menos alto del alumnado habrá llevado a casa, una vez más, deberes para hacer durante las «vacaciones». ¿Las vacaciones no son vacaciones para todas? ¿Por qué cargar trabajo a la población menor si nosotras vemos que hace falta descansar, o quizás sea igualmente importante, desconectar?
Si las personas que deciden qué debe aprender el alumnado cada año escolar no son capaces de frenarse, y es evidente que no lo son, ¿por qué el alumnado tiene que pagar el precio con cuantiosas cantidades de deberes durante los trimestres escolares y también en vacaciones con tal de terminar cada materia? ¿Para cuando el reconocimiento de que el alumnado simplemente no tiene la capacidad mental y física necesaria para absorber todo el nuevo conocimiento que se genera con el paso de los años ni aprender todas las nuevas tecnologías, además de todo lo que hasta la fecha se ha abordado en las aulas? ¿Para cuando las vacaciones serán eso, vacaciones?