En este su debut como cineasta, el guionista Zach Helm apuesta por un proyecto en el que prima el desconcierto, lo cual puede ser altamente satisfactorio. Cansados de la monocorde sinfonía de buenas intenciones que suele imperar en la producciones navideñas encaminadas al difuso sector «familiar», Helm nos propone un divertimento que difícilmente puede satisfacer al público infantil y adulto debido al carácter surrealista que impera en los diálogos y conducta del personaje interpretado por Dustin Hoffman. Salvando muy mucho las distancias, «Mister Magorium y la tienda mágica» es una aproximación al irreverente universo cambiante de palabras e intenciones que el genial Lewis Carroll bautizó como «nonsense». Lo absurdo y el juego en perfecta comunión con los niños campan a sus anchas dentro de la escenografía móvil de una tienda de juguetes que siempre hubiéramos querido visitar y que Helm ha hecho posible gracias a un buen surtido de efectos visuales y, sobre todo, un argumento habitado por personajes tan suculentos como los que interpretan el veterano Hoffman y, sobre todo, el precoz Zach Mills cuyo personaje puede ser tomado como una conjetura sobre la infancia del mismísimo «Sombrerero Loco» que encontró Alicia en «El País de las Maravillas».

Es una lástima que «Mr. Magorium» no se haya decantado abiertamente por lo absurdo. Hubiera sido una apuesta valiente, pero difícilmente vendible y ya se sabe que las cajas registradoras de Hollywood son mucho menos pacientes que la que tiene el señor Edward Magorium en su establecimiento imposible, lo cual obligaba a incluir entre tanto disparatado juguete de cuerda y pelotas de goma huidizas un toque comprensible de cordura y romance. Natalie Portman y Jason Bateman son los encargados de enlazar con nuestra realidad cotidiana los desaguisados caóticos y anárquicos que un día dieron sentido a nuestra infancia. Este intento por hacer comprensible lo que nunca fue desequilibra el conjunto de una película agradable y que, a ratos, sorprende gratamente.