OLASO
Nati
Pocas causas más nobles para morir que la de visitar a una persona presa. Más aún cuando de lo que se trata es de paliar la soledad a la que condena la dispersión sádica que pactaron PNV y PSOE contra los presos políticos vascos. Natividad Junko es la última víctima de una política que, está demostrado, mata. Pedir que sea la última exige acabar con la dispersión. Lo demás son lágrimas de cocodrilo. In memoriam.