Los bombardeos de Kurdistán Sur fuerzan los límites de la política y el Derecho internacional
El Ejército turco lleva días bombardeando Kurdistán Sur y, por ende, territorio soberano iraquí. Territorio iraquí gobernado por las autoridades kurdas que han conformado, junto con otros grupos, el Gobierno títere del actual Irak ocupado. Ocupado, entre otros, por los EEUU, cuyo presidente apoya a la vez al Gobierno títere iraquí -incluidos los gobernantes kurdos- y los bombardeos turcos contra Kurdistán Sur. Bombardeos que, a su vez, cuentan con el beneplácito del Gobierno iraní, enemigo número uno actual de los EEUU.
En definitiva, para la comunidad internacional y sus principales agentes cualquier alianza es buena siempre y cuando salvaguarde sus intereses comunes en Kurdistán. Intereses económicos y políticos que son precisamente los que han convertido a los ciudadanos kurdos en los parias de la historia del siglo XX. Y van camino de cumplir esa triste función también en el siglo XXI, aunque sea en contra de su voluntad. Ahora la excusa para bombardear Kurdistán es la presencia de cuarteles del PKK en la zona. La realidad es que Turquía pretende evitar a toda costa cualquier tipo de estructuración política e institucional de los kurdos, que vuelven a ser los paganos.